He aquí algunas ideas respecto a los negocios, que he percibido a lo largo de los años. La primera es que todo pertenece a Dios. El Salmista declaró: “De Jehová es la tierra y su plenitud” (Salmos 24:1). Y Cristo Jesús dejó muy claro: “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues” (Lucas 12:6, 7).
Así que nuestro verdadero negocio o profesión está en Sus manos. Él lo posee y controla. Si es usted dueño del negocio en que trabaja, comprenda claramente que todo lo que es real acerca del mismo, pertenece a Dios, entonces usted será inmune a las cargas y responsabilidades que parecen ser inherentes a la creencia de posesión.
La gente a veces cree que la práctica pública de la Ciencia Cristiana es un negocio exclusivo de Dios. Piensan: “Cuando sea practicista voy a estar trabajando solo para Dios, entonces podré manejar mi actividad con absoluta libertad de pensamiento”. Yo, no obstante, recuerdo el comentario de una mujer que trabajó en el mundo de los negocios durante muchos años. Comentó que había ocupado varios puestos exigentes, pero que su pensamiento siempre había estado tranquilo. Ella sabía que estaba trabajando para Dios y sentía la libertad de servirle. Esta fue una lección para mí. Me di cuenta de que la libertad en relación con una actividad deriva enteramente del pensamiento correcto que tengamos de ella. Podemos tener libertad de pensamiento, independientemente de nuestro negocio o profesión.
¡Es maravilloso saber que no estamos en un determinado negocio o profesión! Ningún negocio o puesto puede pensar en usted; mas usted puede pensar en él. De modo que no está en determinado negocio, sino que usted lo incluye en su pensamiento. Y, si ahondamos más, vemos que usted es más importante que cualquier puesto o negocio, porque es un representante de la Mente infinita. Su verdadero negocio o actividad, es ser hombre, es expresar las cualidades de esa Mente perfecta. Su posición humana es solo el vehículo a través del cual usted saca a relucir esto humanamente.
La mayoría de nosotros estamos acostumbrados a recurrir a nuestro negocio o puesto para obtener provisión. Esto es trabajar en reversa. Nuestro negocio en realidad no nos provee de nada, sino que somos nosotros los que proveemos a nuestro negocio de ideas y habilidades. Recurrimos a Dios para obtener las ideas que aportamos a nuestro trabajo. No hay límite en la inteligencia, la habilidad y la inspiración que la Mente divina nos facilita para administrar y hacer prosperar nuestra actividad.
En la mayoría de las ocupaciones y actividades trabajamos con otros, y a veces enfrentamos problemas de relación. Estos pueden ser una carga para nosotros, crear confusión, y producir un falso sentido de responsabilidad. Entonces, ¿qué hacemos con ellos? Al razonar comenzamos con Dios, la única Mente, quien crea todo y mantiene a todas Sus ideas en una relación correcta las unas con las otras. Las ideas de la Mente única nunca están en conflicto. Vemos, pues, que las ideas de Dios están coordinadas, trabajan juntas en armonía bajo el gobierno de la Mente única, la cual es el Principio.
Esta verdadera forma de ver al hombre, basada en Dios, nos permite dejar de ver los errores temperamentales que manifiestan otros. Progresamos verdaderamente al percibir y demostrar que tanto nosotros como ellos, somos ideas de Dios, inalterados, y absolutamente conscientes de nuestra unidad con el Principio omnipotente. Percibimos que somos superiores a la tensión, la presión y los apremios que enfrentan las empresas modernas.
Cualquiera sea nuestra actividad, debemos responder a las sugestiones agresivas del magnetismo animal que insisten en que hay una supuesta influencia aparte de Dios que pretendería oponerse a nuestro progreso. No son las personas las que entorpecen nuestro progreso, sino las creencias que aparentemente utilizan a las personas, tales como la envidia y la dominación. Lo importante es determinar si estamos permitiendo que esas creencias nos utilicen a nosotros, o no. No tienen poder alguno. No pueden hacernos pensar que nuestro progreso está subordinado a la empresa donde trabajamos, o a los funcionarios que están por encima de nosotros. La verdad es que el progreso que Dios nos ha dado a cada uno de nosotros es independiente de las otras personas y de las condiciones materiales.
La única Mente comprende, pero no nos limita. Se podría decir que nos limitamos a nosotros mismos, pero eso solo sería en creencia, puesto que expresamos a la Mente única. Lo único que enfrentamos es una oportunidad, la oportunidad de dejar de ver los errores que pretenden haber sido aceptados en nuestra organización, y percibir las verdades que están realmente ahí.
Luego está el problema de la novedad. ¿Enfrentan oposición nuestros conceptos y planes progresistas simplemente porque son “nuevos”? Entonces reconozcamos lo que representan: la creación de la Mente, ya establecida en la Mente. En este sentido podemos ajustarnos a las palabras de un hombre sabio: “Nada hay nuevo debajo del sol” (Eclesiastés 1:9).
Los hombres de negocios se han equivocado al pensar que sus conceptos o proposiciones son nuevos, desconocidos y no tienen precedente. Básicamente, el bien que buscan fomentar, ya está establecido, y cuando se comprende esto, el simple hecho de presentar correctamente el plan que uno tiene, contrarresta la resistencia de la mente mortal. En tal caso, sería mejor destacar más la utilidad que la novedad. El empresario sabio tampoco siente que la idea humana sea particularmente suya. Él imagina que es una emanación de la sabiduría divina, por lo tanto, cualquiera puede usarla. Tiene trabajo por hacer y será juzgado con justicia.
La Ciencia Cristiana, aplicada, le permite a uno prever y anticiparse a la resistencia de la mente mortal contra los cambios y el progreso. Esto no implica que un empresario no deba probar diferentes cosas, pero en consonancia con la verdad de que no hay nada realmente nuevo, él puede trabajar para eliminar los supuestos peligros de la novedad —como son la posición y el azar— en su actividad empresarial y profesional. La única Mente que todo lo sabe, es su inspiración y amparo.
Podemos superar el temor a ser malinterpretados por nuestros superiores u otros. “El que me juzga es el Señor”, dijo Pablo (1º Corintios 4:4). Y aprender a juzgarnos correctamente, a nosotros mismos, nos pone en sintonía con esa verdad. Podemos educarnos para no juzgar antes de tiempo, y no pensar por los demás. Profundizando nuestra oración, podemos saber que la Mente única, que es el Principio, no juzga mal ni malinterpreta. En realidad, nadie puede ser conocido de otra forma que no sea como es conocido por Dios.
Por medio de la Ciencia Cristiana, podemos ser inmunes a magnificar los errores administrativos. Mary Baker Eddy, descubridora y fundadora de la Ciencia Cristiana, pregunta: “¿Cuándo dejará el mundo de juzgar las causas desde un punto de vista personal, conjetural y equivocado de las cosas?” (Escritos Misceláneos, pág. 290). Por supuesto, queremos ser entusiastas. Al aferrarnos a la verdad de Dios y el hombre somos guiados a ver que los errores usan a las personas, pero también vamos más allá, dejamos de verlos, es decir, vemos su irrealidad. Entonces percibimos la verdad que está ahí presente, la verdad que el error pretende ocultar. Todos los negocios y profesiones nos ofrecen la oportunidad de reconocer el gobierno de la ley divina.
Ahora, hablemos sobre la promoción. La Sra. Eddy nos da una gran receta para la promoción en estas palabras: “Felices son aquellos cuyo Dios es Todo-en-todo, que sólo piden ser juzgados de acuerdo con sus obras, que viven para amar” (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, pág. 127). Todos somos capaces de profundizar nuestro concepto de lo que significa servir en el puesto que ocupamos.
Reitero, ninguna organización o ser humano puede limitar nuestro progreso o futuro, porque ninguna organización o ser humano puede limitar nuestra habilidad de pensar. La promoción verdadera consiste en elevar nuestro propio pensamiento por encima de la creencia de que el mal pueda ser real. De ahí proviene la promoción, reside en nuestra propia comprensión de Dios. Como dijo el Salmista: “Porque ni de oriente ni de occidente, ni del desierto viene el enaltecimiento. Mas Dios es el juez; a éste humilla, y a aquél enaltece” (Salmos 75:6, 7). Nuestro pensamiento mejorado se ampliará y expresará. El resultado trascenderá lo que podríamos pensar, pedir, o delinear. No olvidemos que el progreso es la ley de Dios. La demostramos al aceptarla.
La oportunidad y la capacidad van de la mano en la Ciencia. Si usted tiene la oportunidad de hacer el trabajo correcto, Dios le proporciona la habilidad para lograrlo. Y, viceversa, si tiene la capacidad, siempre tiene la oportunidad de ejercerla. La verdad es que usted existe en el punto exacto de la perfecta receptividad del bien, sí, en el punto exacto de la ilimitada inteligencia y capacidad. ¿Por qué es así? Es verdad porque usted es el hijo de la Mente que todo lo sabe, de la omnisciencia misma. Esto significa que incluye todas las ideas correctas y el poder para expresarlas.
No hay nada fuera del gobierno de Dios y el control armonioso. Toda actividad está ocurriendo en la Mente divina conforme a Dios, el Principio perfecto, quien juzga y recompensa con justicia. Su ley es una ley de progreso continuo para todos.