La calidad de la iglesia a la que asistimos está determinada por lo que nosotros aceptamos en la consciencia. Puesto que nuestra consciencia es nuestra experiencia y no hay nada externo al pensamiento, solo podemos experimentar lo que mantenemos en el pensamiento. Es posible que tú y yo vayamos a la misma iglesia, no obstante, cada uno de nosotros tendremos nuestra propia opinión de ella.
En la realidad absoluta, la Iglesia es una idea divina, incluida en la Mente, Dios. La percepción espiritual de ella, que ofrece la Sra. Eddy en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, dice así: “La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa sobre el Principio divino y procede de él” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 583). Esta declaración presenta la visión absoluta de Iglesia, la única Iglesia real que existe; la que está construida en la Mente y se expresa en la consciencia individual.
La Iglesia, como la percibimos humanamente, cumple una misión sagrada que está claramente establecida en el segundo párrafo de la siguiente manera: “La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y se halla elevando la raza, despertando el entendimiento dormido de las creencias materiales a la comprensión de las ideas espirituales y la demostración de la Ciencia divina, así echando fuera los demonios, o el error, y sanando a los enfermos”. ¿Describe esto la iglesia de tu elección? ¿A la que estás asistiendo actualmente?
Una Científica Cristiana estaba sufriendo de dolores de estómago y llamó a una practicista de la Ciencia Cristiana en una ciudad lejana para que la ayudara con la oración. La única pregunta que le hizo la practicista fue: “¿Cómo andan las cosas en su iglesia?” La paciente comenzó a contarle todo lo malo que estaba sucediendo en su iglesia. Básicamente, una sola cosa, dijo que ella casi no aguantaba estar sentada allí y escuchar la lectura, pues, ¡no soportaba al nuevo Primer Lector!
Cuando terminó de hablar, la practicista tranquilamente le preguntó: “¿Por qué no cambia de iglesia?” Hubo un silencio absoluto del otro lado del teléfono, la paciente se quedó pasmada. ¿Acaso la practicista le estaba diciendo que debía renunciar? Ella no podía querer decir eso.
La practicista le explicó que como no hay nada externo al pensamiento la paciente debía detectar la despreciable estratagema de la mente mortal (otro nombre para las sugestiones discordantes) con que pretendía socavar su clara y correcta percepción de Iglesia. Ella le sugirió a la paciente que leyera en La unidad del bien, donde la Sra. Eddy afirma: “Todo es tan real como lo hagáis y no más. Lo que véis, oís, y palpáis es un modo de consciencia, y no puede tener otra realidad que el concepto que tengáis de ello” (pág. 8).
La mente carnal había estado insistiendo en que tenía el poder para sustituir, con la percepción de una iglesia basada en la materia cargada de personalidades y opiniones conflictivas que van en diferentes direcciones, a la Iglesia que expresa a Dios, que por siempre inspira, eleva, despierta, ilumina, purifica, salva y sana.
La paciente sanó muy rápido de la dificultad física cuando se propuso sinceramente rendirse ante la verdadera percepción de Iglesia. Gradualmente, se dio cuenta de la importancia que tenían la Biblia y Ciencia y Salud por ser el pastor impersonal. Al escuchar la Palabra en cada servicio religioso, en lugar de meramente a las personas, muy pronto sintió el poder de la Palabra. Las sugestiones de que imperfectos mortales leían de los libros, dio paso al ideal espiritual. El nuevo concepto de Iglesia que encontró, basado en la Verdad y el Amor absolutos, la satisfizo y la consoló, y la elevó por encima del mesmerismo de la crítica personal y la preocupación por los servicios religiosos. Notó la mejoría que había hecho el Lector, algo que otros también notaron.
Si tenemos problemas con nuestra percepción de iglesia, si sentimos que la comisión directiva es demasiado arbitraria, o los Lectores parecen tener menos inspiración que lo esperado cuando fueron elegidos, o el trabajo de comité parece que toma demasiado tiempo, o la Sala de Lectura con demasiada frecuencia está vacía, ¿qué podemos hacer? Debemos mantener en el pensamiento la percepción absoluta de Iglesia.
Abandonamos el sentido demasiado personal de una comisión directiva cuando aceptamos que Dios es la fuente de todo gobierno verdadero. Podemos apoyar a los Lectores centrando nuestro pensamiento en las verdades espirituales que contienen la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana. Las características mortales que puede que estemos atribuyendo a los miembros y en las que hemos estado pensando, también deben ser eliminadas de nuestro pensamiento, entonces las identidades espirituales se manifestarán claramente. Estas identidades, que reflejan la naturaleza divina, responden totalmente a Dios. Allí no hay problemas. ¿Qué decir de las facciones? Eso es totalmente imposible. Somos inspirados, elevados, alentados, iluminados, cuando mediante el sentido espiritual captamos la misión sanadora y salvadora de la Iglesia.
Comenzando con Dios y Su idea, podemos sanar una situación discordante. Si nos sentimos mesmerizados por la mecánica y los problemas de nuestra iglesia, sus comités, sus Lectores, su comisión directiva o sus finanzas, perdemos de vista el correcto significado que tienen en nuestra vida y en la comunidad. Una Iglesia de Cristo, Científico, promueve el reconocimiento y la aceptación del Cristo sanador en la comunidad. Es un punto focal para aprender a amar y para dejar de lado la voluntad propia y la justificación propia. Brinda a las personas una puerta abierta para que reconozcan su verdadera identidad al guiarlos a comprender que la identidad es la consciencia de Dios-con-nosotros, el Amor-con-nosotros, la salud-y-santidad-con-nosotros.
La Iglesia como una idea espiritual jamás puede estar ubicada en la esquina de una calle o en una estructura material, por más grandioso que sea el lugar o el edificio. Cada uno, en su verdadero ser, es una piedra viviente en la estructura de la Verdad y el Amor. A medida que los miembros espiritualmente activos se mueven dentro de la comunidad, traen la “Iglesia” al lugar donde se encuentran —o más bien la encuentran allí— y reconocen la acción del Cristo sanador, la Verdad, en la vida de aquellos con quienes entran en contacto. A medida que tomamos consciencia de la Iglesia absolutamente espiritual, nuestras iglesias prosperan y se expanden en su habilidad para responder a las necesidades de la humanidad por medios espirituales.
El apoyo metafísico que brindamos a nuestra iglesia, considerándolo desde un punto de vista absoluto, reduce con eficacia los propósitos dispares, el egotismo, la dominación, el racismo, la renuencia a servir, la ingratitud (manifiesta en fondos insuficientes), y cosas por el estilo.
En la “Reseña Histórica” que forma parte de la introducción del Manual de La Iglesia Madre por la Sra. Eddy, leemos: “LA PRIMERA IGLESIA DE CRISTO, CIENTÍFICO, EN BOSTON, MASS., está destinada a ser edificada sobre la Roca, el Cristo; o sea la comprensión y demostración de la Verdad, la Vida y el Amor divinos, sanando y salvando al mundo del pecado y de la muerte; para así reflejar, en cierto grado, la Iglesia Universal y Triunfante” (pág. 19).
A medida que veamos, escuchemos y sintamos mediante nuestros sentidos espirituales, y mantengamos el pensamiento firmemente en la verdad, por más resistencia que presente cualquier sugestión de dificultad, descubriremos que nuestro trabajo para la iglesia es una alegría, y nuestras iglesias serán una evidencia de nuestra alegría al tener una más amplia influencia sanadora. Entonces nosotros hoy accederemos a la firme exigencia que se encuentra en la epístola a los efesios: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación: un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios 4:1-6).