En el año 2014 se cumplen 25 años del aniversario de la caída del Muro de Berlín. Este suceso ha traído más libertad y prosperidad, específicamente a la gente en Alemania, pero también a Europa en general, y ha ayudado a hacer que la paz sea más permanente. Esta no es solo una buena razón para sentirse agradecido, yo también me siento alentado (y obligado) a apoyar a la gente en todo el mundo que está esforzándose por alcanzar paz, libertad y la seguridad de tener provisión.
Mary Baker Eddy daba mucha importancia a la disposición que tenían sus seguidores de asumir la responsabilidad de orar por las necesidades del mundo. Al menos, así es como entiendo esta declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El Científico Cristiano se ha alistado para disminuir el mal, la enfermedad y la muerte; y los vencerá al comprender su nada y la totalidad de Dios, o el bien” (pág. 450).
¿Sentimos acaso el llamado de esta declaración, y vivimos conforme a esta expectativa? Mucha gente se dedica a ayudar a los enfermos y necesitados, participa en proyectos humanitarios y organizaciones no gubernamentales, y se expone a peligros en zonas de conflicto. Yo admiro este amor desinteresado, sin él, el mundo sería mucho más pobre.
Sin embargo, producir cambios positivos en el mundo y en la actitud de aquellos encargados de tomar decisiones, a la larga requeriría un cambio en la actitud y forma de pensar, apartarse de la búsqueda de poder y dominio, así como apoyar los derechos humanos.
Para que haya progreso la consciencia colectiva tiene que cambiar para mejor.
En otras palabras, para que haya progreso la consciencia colectiva tiene que cambiar para mejor.
¿Cómo puede cada persona contribuir a alcanzar esta meta? La respuesta de un Científico Cristiano es: mediante la oración y, como afirma pertinentemente Mary Baker Eddy en la cita que mencioné antes, comprendiendo la nada de todo mal, y la totalidad de Dios, o el bien. Solo mediante esta comprensión se puede neutralizar y erradicar el mal.
Cuando pensamos en zonas de crisis en este contexto, donde el mal parece triunfar, puede que nos embargue el desaliento. Sin embargo, un metafísico no va a ceder a la intimidación. Él siempre va a orar, sabiendo que Dios gobierna y es omnipotente, en lugar de creer que hay un problema que necesita resolverse. Y puede que recuerde con gratitud el éxito que tuvieron las oraciones que hizo en el pasado.
Para mí, uno de esos éxitos en el campo de la política y la sociedad, es la forma en que se produjo la caída del Muro de Berlín hace 25 años. Las pacíficas demostraciones que se realizaron a lo largo de muchos meses, estuvieron apoyadas por la oración de muchas personas en ambos lados de la frontera, y alrededor del mundo. Los Científicos Cristianos estaban entre aquellos que oraron también, aunque ellos no tenía en mente un resultado político específico, pero se aferraron fuertemente al hecho de que el Amor divino estaba gobernando toda la situación, como declara la “Oración Diaria” en el Manual de La Iglesia Madre: “... y que Tu Palabra fecunde los afectos de toda la humanidad, y la gobierne” (pág. 41). Con este trabajo metafísico imparcial nosotros podemos (y debemos), contribuir a que se encuentren soluciones pacíficas en Ucrania, Siria, África Central, y en otras zonas de conflicto, como hicimos durante la caída del Muro de Berlín.