Había sido un año muy difícil para México. Teníamos elecciones para Presidente de la República, y los candidatos postulados no eran del agrado de la mayoría, debido a cosas que habían ocurrido en el pasado.
Aunque había orado al respecto, después de las elecciones sentí que no había orado lo suficiente o correctamente, porque me empecé a preocupar demasiado por lo que podría ocurrir. A nadie le gustaba el Presidente electo, pues todos sentíamos que había habido corrupción en el proceso, y él había tomado el poder con descaro. Por tanto, había tanta inconformidad, sobre todo de parte de la gente joven, que se habían agrupado y estaban organizando una protesta bastante grande.
Llegó el día en que el Presidente en funciones tenía que presentar su informe del año, y el nuevo Presidente debía asumir. Se temía un levantamiento, y no sabíamos cuál sería la reacción por parte de las autoridades hacia los jóvenes ansiosos de salir a la calle.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!