¿Por qué será que algunas fases del pecado y la enfermedad con frecuencia parecen ser más tenaces y difíciles de vencer que otras? ¿Acaso el mal puede realmente inyectar más poder y tenacidad en un cáncer que en un cólico? Eso es lo que alega el mal, pero esa pretensión no tiene ninguna ley de la Verdad que la apoye.
En un párrafo del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, bajo el título marginal “Las enfermedades no deben ser clasificadas”, Mary Baker Eddy dice: “Una enfermedad no es más real que otra” (pág. 176). Un problema al corazón no es la realidad del hombre más que la urticaria, el reumatismo que el raquitismo, la artritis que el asma. La pretensión del mal único, la mente mortal, que insiste en que puede clasificar sus conceptos falsos, diciendo que algunos son leves y no deben temerse tanto, y que otros son serios y deben temerse mucho, tiene que verse como una mentira acerca de las mentiras. Pero la mentira de la clasificación falsa, no tiene poder para elevar la mentira acerca de cualquier enfermedad o pecado por encima del nivel inanimado de la mente malévola y ficticia, que es donde se origina.
La publicidad persistente, resonando en los oídos de la gente, de que cierto producto transformará la vejez en juventud, o que algún otro producto satisfará todos los anhelos mortales, a veces ha engañado temporalmente a muchos, y asegurado grandes ventas de tales productos. De esa forma, la mente mortal arrogante, a través de la sugestión persistente, induce falsamente a los mortales a creer que algunas mercancías producen enfermedades monstruosas, enormes como Goliat, o aflicciones pecaminosas que se prenden como sanguijuelas. Siempre que un mortal consienta en aceptar que las declaraciones de un anunciante engañoso son verdad, se expone a sufrir las consecuencias. Siempre que un mortal consiente en aceptar la apreciación y clasificación falsas que la mente mortal hace acerca de sus propias creencias, se expone a sufrir a causa de ello.
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