Todos queremos tener un cuerpo saludable, y muchos han descubierto que considerar que sus cuerpos son sirvientes en lugar de amos, es dar un paso importante para tener menos dificultades con ellos. En un sentido muy real, el hombre es la expresión concreta y consciente de las ideas del Espíritu, y de aquellas facultades, capacidades y cualidades que lo caracterizan como el reflejo espiritual de Dios.
No obstante, desde el punto de vista humano, parece que tenemos cuerpos materiales para que los utilicemos. Los mismos nos identifican con nuestro ambiente, y cambian a medida que cambia nuestro pensamiento. Los cuerpos desaparecerán cuando estemos totalmente conscientes de nuestra identidad espiritual, o cuerpo verdadero. Por el momento, una comprensión de la Ciencia que relaciona al hombre con la Mente divina, hace que uno sea progresivamente superior a la percepción humana del cuerpo. Nos permite alcanzar una sensación cada vez mayor de dominio sobre la percepción material del existir.
A medida que el pensamiento se espiritualiza, abrigamos una percepción espiritual del cuerpo, en vez de una material. Con la claridad del discernimiento espiritual, comprendemos que solo puede haber un concepto verdadero del cuerpo. Además, vemos que lo que parece estar mal en nuestro cuerpo físico, solo está mal en nuestra falsa percepción del cuerpo. En consecuencia, cuando el sentido falso es corregido, el cuerpo sana. Esto se logra a medida que cambiamos la percepción material por la percepción espiritual del cuerpo.
En La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, se encuentran declaraciones de Mary Baker Eddy acerca de la actitud adecuada que tiene que tener un Científico Cristiano hacia el cuerpo humano. Sus respuestas corrigen una respuesta a una pregunta que apareció en el Christian Science Sentinel, y es una evidencia de la sabiduría espiritual que ella tenía. La pregunta era: “Si toda la materia es irreal, ¿por qué negamos la existencia de la enfermedad en el cuerpo material y no el cuerpo mismo?” (págs. 217 y 218).
Entre los muchos puntos interesantes que platean los comentarios de la Sra. Eddy, se encuentra el siguiente: “Ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento proveen razones para la destrucción del cuerpo humano ni ejemplos de ello, sino de su restauración a la vida y a la salud como la prueba científica de ‘Dios con nosotros’. Es poder y prerrogativa de la Verdad destruir toda enfermedad y resucitar a los muertos, aun al mismísimo Lázaro. El cuerpo espiritual, la idea incorpórea, vino con la ascensión” (pág. 218).
Mientras realizaba un largo viaje, sufrí durante varios días debido a un dedo infectado. La molestia pareció llegar al máximo durante una travesía bastante tediosa en tren, que duró varias horas. Yo oré mucho, aplicando todas las verdades espirituales que conocía, pero el dolor no disminuía. Finalmente, volví mi pensamiento a Dios y pregunté: “¿Qué debo hacer ahora”?
Me vino al pensamiento: “Bueno, puedes leer Ciencia y Salud”. De modo que empecé a leer capítulos enteros de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por la Sra. Eddy, pero no consecutivamente. No pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta de que había estado leyendo muchas declaraciones importantes que tenían que ver con el cuerpo y el control que la Mente divina tiene sobre el mismo.
Por supuesto, yo había leído estas declaraciones antes, pero ahora parecían más claras. Pensé que tal vez yo había ignorado el cuerpo más de lo que me había dado cuenta. Hubo dos declaraciones que se destacaron, ambas relacionadas con algo que necesitaba reconocer. Una estaba incluida en esta frase: “La Mente inmortal, que gobierna todo, debe ser reconocida como suprema tanto en el así llamado reino físico como en el espiritual” (pág. 427). La otra era aún más específica: “La enfermedad, el pecado y la muerte tendrán a la larga que acobardarse ante los derechos divinos de la inteligencia, y entonces el poder de la Mente sobre todos los órganos y las funciones del organismo humano será reconocido” (págs. 384-385).
Estas dos declaraciones me hicieron pensar más claramente que nunca, que a menos que pongamos conscientemente nuestros cuerpos humanos bajo la jurisdicción de la Mente inmortal y los mantengamos allí, inconscientemente les permitimos que estén bajo la jurisdicción de la mente mortal con sus numerosas creencias opresivas. El reconocimiento de la supremacía de la Mente inmortal en el reino físico, así llamado, trajo un bien recibido alivio, y muy pronto el dedo estaba normal.
Pablo les escribió a los romanos: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1, 2).
Lo que esta declaración implica, nos alienta a poner la percepción que tenemos actualmente de nosotros mismos sobre el altar de la Ciencia divina, no como un sacrificio muerto, sino vivo. Al hacerlo, damos prueba de nuestro reconocimiento de que Dios es capaz de cuidar de todas las condiciones que son esenciales para ser armoniosos.
En la corrección arriba mencionada, la Sra. Eddy luego afirma: “Jesús demostró el Principio divino de la Ciencia Cristiana cuando presentó su cuerpo material absuelto de la muerte y el sepulcro” (Miscelánea, pág. 218). Hoy, como siempre, la verdad respecto al cuerpo libera nuestra percepción humana del cuerpo poniéndolo bajo la benéfica jurisdicción de la Mente divina. Necesitamos correlacionar esta frase del Padre Nuestro de nuestro Maestro, “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”, (Mateo 6:10), con la enseñanza de la Ciencia Cristiana: la verdadera jurisdicción del mundo ha de encontrarse en Dios, la Mente divina.
La jurisdicción de un juzgado incluye el distrito o área sobre el cual tiene autoridad. El área de la autoridad divina incluye la infinitud, incluso lo que temporalmente se denomina reino físico.
El propósito de la Palabra inspirada de la Biblia es salvar a la humanidad, de una manera total y completa, de la mortalidad, el pecado, la enfermedad y la muerte. Los escritos de la Sra. Eddy elucidan claramente la manera en que esto se produce.
A través del ministerio sanador de la Ciencia Cristiana, las cualidades e ideas divinas se aplican a las necesidades de la humanidad, y el ministerio incluye tanto la prevención como la curación del pecado y la enfermedad. Esta Ciencia se apoya en el hecho de que el Alma es por siempre capaz de proporcionar lo que sea necesario para tener un cuerpo fuerte, saludable, libre y útil. Al mantener este hecho en la consciencia, el pensamiento humano se vuelve hacia el Alma, y la ansiedad por el cuerpo es eliminada. Un cuerpo saludable es un organismo humano en el cual las funciones y los órganos están bajo el control de la Mente divina.