“En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:37–39).
Entonces, ¿puede una criatura, un ratón, una mosca, un mosquito, separarme del amor de Cristo?
Antes de conocer la Ciencia Cristiana, yo sufría de malaria, al punto de que cada año, mi familia temía lo peor. Estaba recurriendo a métodos africanos tradicionales para erradicar la enfermedad, y esto era en vano. Tenía recaídas con regularidad.
Con el estudio de la Ciencia Cristiana, aprendí que la Verdad destruye permanentemente todo error. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “La comprensión es la línea de demarcación entre lo real y lo irreal” (pág. 505). Cuando oro tengo el propósito de cruzar esta línea de demarcación para comprender que la enfermedad es irreal, una ilusión mental, y vivir este entendimiento. Hoy, estoy completamente libre de la creencia en la malaria. ¿Fue la curación instantánea? ¿Acaso pude traer instantáneamente “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”, como leemos en las Escrituras (2º Corintios 10:5)? No, de ninguna manera; lo hice poco a poco.
A pesar de pasar muchos días afirmando con mucha sinceridad la verdad del existir, inicialmente no alcancé el entendimiento espiritual necesario. Esa enfermedad con sus discordias materiales persistía. Había algo que aún necesitaba corrección en mi pensamiento.
Los pensamientos mortales son solo sugestiones, y deben dar lugar a la comprensión de la naturaleza espiritual del hombre, que es semejante a Dios. Entonces, el concepto erróneo cede al Cristo, la idea espiritual verdadera del hombre, lo que elimina de la escena humana la enfermedad, o creencia material, y somos sanados. Pablo nos dice: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9).
De manera que no puede haber recaída, la enfermedad no puede volver, porque desde el comienzo no hubo absolutamente nada allí, es tan solo una creencia.
La Ciencia Cristiana nos asegura que las discordancias de cualquier tipo nunca son reales. La evidencia material y la creencia material son una y la misma cosa. “La mente y el cuerpo mortales son uno” (Ciencia y Salud, pág. 177). La condición que presenta la materia no es otra cosa más que el pensamiento externo que se siente y ve. La enfermedad no tiene ni permanencia ni sustancia. Es tan solo una creencia. Por lo tanto, mediante la Verdad tienes que tratar, o corregir, tu pensamiento, no tu cuerpo, y la enfermedad desaparecerá. La curación es en realidad tomar consciencia de la verdad que destruye las pretensiones del error. De esta forma entendemos que nunca estuvimos enfermos, sino que siempre hemos tenido buena salud, una cualidad inmortal del Alma. La enfermedad es una ilusión. No tiene nada que ver con la carne y los huesos.
El poder de la Verdad, Dios, es liberador. Él es Todo. De manera que no puede haber recaída, la enfermedad no puede volver, porque desde el comienzo no hubo absolutamente nada allí, es tan solo una creencia. Oramos para ser testigos de la ley divina, la revelación de lo que somos espiritualmente.
Mary Baker Eddy lo explica con claridad: “El hombre verdadero es espiritual e inmortal, pero los así llamados ‘hijos de los hombres’, mortales e imperfectos, son falsificaciones desde el comienzo, a ser desechadas a cambio de la realidad pura. En la proporción en que los mortales se dan cuenta de la Ciencia del hombre y buscan el modelo verdadero, se despojan de lo mortal y se revisten del hombre nuevo, u hombre verdadero” (Ciencia y Salud, pág. 409).
Al final, mi temor a los mosquitos desapareció por completo. Comprendí que en realidad todos los seres son expresiones inofensivas de la Mente infinita, que es la Vida, la Verdad y el Amor. La ilusión de que el calor de mi cuerpo pueda atraer a estos insectos ha sido corregida con la comprensión de que el Espíritu no incluye un cuerpo físico, y que por ser la expresión del Espíritu, mi identidad es espiritual, no física. También podía dormir sin una red para los mosquitos. No solo sané de malaria, sino también del temor de que pudiera haber cualquier enfermedad. El estado mental gobierna el estado físico.
Nuestros esfuerzos por elevar nuestro pensamiento para comprender nuestra naturaleza divina, no solo nos bendice a nosotros, sino también a todos aquellos que nos rodean y a toda la familia humana.
Cada una de nuestras curaciones levanta el velo que oculta la unidad absoluta entre Dios y el hombre que Él creó. Al referirse a este estado de perfección, belleza, integridad, entereza, que pertenecen a los hijos de Dios, el humilde nazareno declaró: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). No estamos en nuestro camino hacia la perfección, porque ya es un hecho, aquí y ahora.