En la búsqueda por comprender nuestra verdadera identidad, muy pronto aprendemos en la Ciencia Cristiana que el hombre es en realidad el reflejo de Dios. ¿Pero qué significa esto para nosotros? Encontramos las respuestas sumamente iluminadas en las palabras y el ejemplo de Cristo Jesús.
Jesús tenía una percepción divinamente pura de su relación con el Padre, y se afirmaba en ella constantemente. Su sublime metafísica cristiana indica muy claramente lo que significa decir que el hombre es el reflejo de Dios. Con discernimiento divino él afirmaba su relación espiritual en términos que captaban la verdad absoluta de la existencia, pero eran tan simples que los podía usar al enseñar a sus discípulos y responder a quienes lo atacaban.
A los Fariseos les dijo: “Yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió” (Juan 8:42). Así lo traduce The New English Bible: “…Dios es la fuente de mi ser, y yo vengo de él”.
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