En nuestra familia, hemos tenido muchas pruebas de lo práctica que es la Ciencia Cristiana. Nos hemos apoyado completamente en ella para criar a nuestros hijos, y podría llenar hojas enteras con las pruebas maravillosas del cuidado que Dios nos brinda en forma de curaciones y protección contra todo daño. Quiero relatar particularmente una experiencia en la que fue refutada una predicción médica.
A nuestra pequeña hija se le quedó trabado el dedo gordo del pie en el piñón de la bicicleta y se le cercenó el dedo justo arriba de la articulación. Llamamos de inmediato a un practicista quien nos brindó su ayuda. Después sentimos que sería conveniente vendar la herida, y llevamos a la niña a la sala de emergencias del hospital. Allí el médico declaró que era absolutamente imposible que la herida sanara sin cirugía e inmunización, para evitar una infección muy seria. Nosotros no estuvimos dispuestos a someter a la niña a ese procedimiento, de modo que firmamos un descargo exonerando al hospital, y llevamos a nuestra pequeña a casa, tan solo con una venda sobre el dedo lastimado.
El padre de la criatura se sintió guiado a volver a colocar la parte del dedo que había sido cercenada, y para la mañana siguiente, se había adherido con firmeza. Durante la experiencia la niña permaneció relativamente libre de molestias y caminó usando ese pie. Sin embargo, la curación tomó varias semanas, y en ocasiones hubo evidencias de inflamación. Durante ese período, este hermoso versículo de Isaías estaba con frecuencia en nuestro pensamiento: “¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sión: ¡Tu Dios reina!” (52:7). El practicista continuó recordándonos que nos regocijáramos por la oportunidad que teníamos de probar que Dios verdaderamente reina y que la mente mortal no tiene poder.
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