“¿Qué pasa si tus sentimientos por mí cambian después del campamento?”, pregunté.
“Eso es imposible”, dijo. “Eso no sucederá”.
Era el final de mi segundo año en el bachillerato y todo iba viento en popa. Tenía el novio perfecto, buenas calificaciones y me iba bien en los deportes. Sin embargo, mi novio estaba a punto de irse de campamento por siete semanas, y yo sabía que sólo podríamos comunicarnos mediante cartas. Estaba un poco preocupada de que las cosas pudieran cambiar entre nosotros. Me sentí algo mejor al ver la certeza con que me habló, y traté de ocupar mi verano con deportes y actividades para no pensar en lo mucho que lo extrañaba.
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