Hace algunos años mi esposa y yo concurrimos a una conferencia de la Ciencia Cristiana, de la cual salí convencido de que necesitábamos la forma de vida que esta religión enseñaba. Llegamos a esta conclusión por las expresiones que vimos en los rostros de las personas presentes y por la salud y felicidad que manifestaban, pues pensamos que no habíamos entendido mucho de lo que se había dicho. El domingo siguiente concurrimos a la iglesia y desde entonces hemos sido fieles asistentes. Un año después éramos miembros de La Iglesia Madre y una iglesia filial.
Durante los primeros cuatro meses de estudio de la Ciencia Cristiana fui sanado de los hábitos de fumar, beber, apostar, hablar indiscretamente, utilizar lenguaje vulgar; gripe, sinusitis de 10 años de duración y bronquitis de 30. Aumenté casi 22 kilos, alcanzando lo que se llama “peso normal” para mi altura por primera vez en mi vida. Tenía un corte largo y profundo en el cuero cabelludo que se sanó en 12 horas. Antes de irme a dormir, solía no poder pasarme el peine por el cabello. Cuando desperté a la mañana siguiente, no tenía ni siquiera una marca de la herida. Fue una experiencia tan extraordinaria que mi esposa y yo supimos que habíamos sido tocados por la presencia del Cristo, tan ciertamente como lo habían sido quienes estuvieron en las riberas de Galilea en los tiempos de Cristo Jesús. Por ser neófitos en nuestro estudio de la Ciencia Cristiana, sabíamos poco de lo que se llama “tratamiento”, pero sí sabíamos que Dios es bueno y Él es todo, y eso era suficiente. Todas las curaciones que mencioné anteriormente se lograron mediante esa sencilla comprensión. Desde entonces sabemos que todo nuestro trabajo se resume en ese hecho fundamental.
Durante este primer período fui sanado de la necesidad de usar un corsé médico con una almohadilla de dos centímetros y medio de espesor, que había utilizado durante varios años debido a una lesión en la columna. Dos especialistas me habían dicho que este padecimiento no podía corregirse mediante operaciones y que no debía esperar mejoría. Un día, mi esposa me hizo ver que hacía varios días que no usaba el corsé. Fue el primer indicio de que había sido sanado.
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