Se acercan las fiestas; época para reunirse con la familia... o eso dicen. Pero ¿qué sucede si sentimos como si no tuviéramos familia? ¿O parecería que tenemos “demasiada” familia, que causa estrés o desarmonía? ¿Y que pasa si no nos llevamos bien con nuestros familiares? ¿Entonces qué hacemos?
He encontrado que una forma útil de verlo es pensar más profundamente en que el concepto de familia no está limitado a la definición común de un grupo de mortales relacionados por la sangre o el matrimonio, sino como la unión maravillosamente armoniosa de nuestro divino Padre-Madre Dios y todos nosotros: Sus muy amados hijos espirituales. Piénsalo: Todos tenemos un Padre amoroso que cuida de nosotros, nos brinda lo que necesitamos y nos guía. Y puesto que todos tenemos un Padre divino, todos somos hermanos y hermanas en la única familia amorosa, armoniosa y universal del hombre. Mary Baker Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Hombre es el nombre de familia para todas las ideas, los hijos y las hijas de Dios” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 515).
Cristo Jesús ciertamente tenía un sentido espiritual de familia, expansivo e inclusivo, que comenzaba con Dios y se extendía al hombre. Jesús a menudo se refería a Dios como su Padre, y el nuestro. Por ejemplo, el Padre Nuestro que él nos dio comienza con las palabras “Padre nuestro” (Mateo 6: 9). En otra ocasión, Jesús dijo: “¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mateo 12:48-50).
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