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Para jóvenes

Piensa mejor de la gente

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 28 de agosto de 2017

Publicado originalmente en el Christian Science Sentinel del 20 de octubre de 2016.


¿Acostumbras a juzgar a la gente?

Esta es una pregunta que me he estado haciendo recientemente, cuando de pronto me di cuenta de que es muy fácil mirar a una persona para juzgarla, en lugar de verla con amor.

¡Y ocurre de la forma más sutil! Cosas como evaluar lo que lleva puesto una persona, cómo se peina el cabello, hasta tener ciertos sentimientos por la música que escucha.

Juzgar no consiste simplemente en los pensamientos que nos vienen. También tiene que ver con la forma en que esas evaluaciones superficiales que hacemos de los demás nos impulsan a actuar.

A veces juzgamos a la gente de este modo sin darnos cuenta, pero hay otras formas que no son tan sutiles. Como son las cosas que escuchamos en las noticias, y juzgar a la gente de acuerdo con su raza, religión u opinión política, a veces con trágicos resultados.

Lo que ocurre es que juzgar no consiste simplemente en los pensamientos que nos vienen. También tiene que ver con la forma en que esas evaluaciones superficiales que hacemos de los demás nos impulsan a actuar, ya sea con temor u odio. A veces, nuestras reacciones tal vez no sean tan fuertes, pero aun así no tratamos a alguien con la amabilidad que deberíamos por la forma tan injusta en que la hemos juzgado.

En mi caso, esto ocurrió cuando dejé de respetar a alguien del grupo con el que acostumbraba a salir. No estaba juzgándola todo el tiempo, pero sin darme cuenta me formé una opinión acerca de ella cuando la conocí, y eso manchó la forma como pensaba de ella a partir de ese momento.

No estoy orgullosa de esto. De hecho, hace poco me sentí muy mal, cuando al empezar a orar para amar más de la forma en que Dios, el Amor divino, ama, y ver más como el Amor divino ve, me di cuenta de que criticaba mucho a la gente. Me acordé de un versículo de la Biblia que dice: “Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7). Yo quería mirar “el corazón”. ¿Pero cómo hacerlo?

La analogía de que Dios es como el sol y nosotros somos como los rayos de luz que emanan del sol, es una de las que más se usan. Pero a mí me encanta porque es una forma muy útil de comprender que cada uno de nosotros es el flujo brillante del bien, la expresión del ser de Dios. Me di cuenta de que, aunque cada rayo de luz puede ser diferente e individual, cada uno tiene la misma fuente: Dios, el bien. Esto quería decir que uno no podía ser mejor que el otro, y ningún rayo de sol podía tener más valor que cualquier otro rayo de sol. Esto fue el antídoto perfecto para esa tendencia a juzgar, con la que se disfruta categorizando a la gente en “mejor” y “peor”, “más valioso” y “menos valioso”.

A medida que oraba para comprender más claramente que cada uno de nosotros incluye cualidades de Dios como inteligencia, belleza y talento artístico —y que reflejamos y expresamos estas cualidades individualmente, pero en igual medida— me di cuenta de que había empezado a apreciar a la gente en lugar de juzgarla. Un ejemplo es la mujer a quien yo pensaba que no respetaba. Un día, no mucho después de estar orando de esta forma, ella inesperadamente pudo ayudarme con un problema que yo no parecía resolver. ¡Fue muy amable! ¡Muy atenta! Y en ese momento sentí que ella tenía un don que yo no había visto antes: la habilidad de cuidar y atender a otros con una gracia desbordante.

Cada uno de nosotros es el flujo brillante del bien, la expresión del ser de Dios.

Esto me ayudó a darme cuenta de que la había juzgado mal, porque había usado una vara de medir defectuosa. La había estado evaluando conforme a mi propia norma que la hacía “buena” o “digna”. ¡Había estado tan equivocada! La Biblia dice: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Juan 7:24). Entendí que esto significaba que tenía que preguntarle a Dios qué era bueno y valioso en ella, y luego verlo (y celebrarlo).

Tengo un largo camino por delante para no caer presa de hacer juicios grandes o pequeños. Pero esta experiencia que tuve recientemente ha fortalecido mis esfuerzos para dejar de lado las percepciones erradas y abrazar la estupenda individualidad que cada uno de nosotros expresa, y que tiene su fuente en Dios. Estoy entendiendo que al hacerlo podemos encontrar cosas sorprendentes para amar en cada persona con quien nos encontramos.

Call-outs:

- Juzgar no consiste simplemente en los pensamientos que nos vienen. También tiene que ver con la forma en que esas evaluaciones superficiales que hacemos de los demás nos impulsan a actuar.

- Cada uno de nosotros es el flujo brillante del bien, la expresión del ser de Dios.

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