No podía imaginar que conseguir un novio fuera a significar también convertirme en una científica cristiana. Pero eso es exactamente lo que sucedió. En nuestra primera cita, mi novio me llevó a la iglesia —una filial de la Primera Iglesia de Cristo, Científico. Y si me preguntaras por qué soy una científica cristiana hoy en día, volvería a pensar en mí misma como cuando tenía 18 años, estudiante de la Escuela Dominical por primera vez, y te contestaría con una sola palabra: Verdad.
Había sido criada en otra denominación cristiana y fui bautizada en la iglesia a la edad de 12 años. Sin embargo, a pesar de que asistía a los servicios regularmente, de alguna manera la idea de que las enseñanzas religiosas podían aplicarse a mi vida, realmente no se registró en mí. Aunque tengo muy buenos recuerdos de la iglesia, mi experiencia fue más cultural que de una profunda convicción. La iglesia era algo que era parte de mi vida los domingos, pero no tanto durante el resto de la semana.
Asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana fue una revelación.
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