Un año en el campamento, me disloqué la rodilla. Había estado pateando la pelota de fútbol dentro del arco, cuando un compañero trató de bloquear mi tiro. Erró la pelota y me pegó con su botín de fútbol justo en la rodilla. Caí, impotente, y como que todo me daba vueltas. Cuando traté de ponerme de pie, no pude hacerlo.
Como un rayo, todos mis consejeros y compañeros del campamento me rodearon y expresaron su afecto. Me llevaron a la cabaña donde había un practicista de la Ciencia Cristiana, quien me ayudó a orar para sanar. Mientras estaba allí, leí este pasaje de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “Siempre comienza tu tratamiento apaciguando el temor de los pacientes” (Mary Baker Eddy, pág. 411).
Me di cuenta de que me estaba aferrando al temor de no poder sanar. Así que lo primero que debía hacer era dejar de tener miedo. El pasaje continúa diciendo: “Silenciosamente asegúrales de su exención de enfermedad y peligro. Observa el resultado de esta simple regla de la Ciencia Cristiana, y encontrarás que alivia los síntomas de toda enfermedad. Si logras eliminar el temor por completo, tu paciente es sanado”.
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