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Es un placer recibir manifestaciones y testimonios respecto al...

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 18 de abril de 2018

Publicado originalmente en The Christian Science Journal de Agosto de 1895


Es un placer recibir manifestaciones y testimonios respecto al Nuevo Orden de los servicios religiosos. Aunque ningún Científico Cristiano cuestiona la sabiduría de su disposición, considerando que la misma ha sido divinamente impartida, no obstante, es gratificante recibir noticias de diferentes partes del movimiento en relación a sus efectos prácticos.

A propósito, nos hemos enterado de que ha habido un número relativamente mayor de casos de curación bajo el nuevo orden que bajo el antiguo. Estaremos encantados de recibir testimonios de los casos bien autenticados que ocurran en el futuro; además de los comentarios que nuestros colaboradores consideren apropiado expresar de vez en cuando, en referencia al tema, y que contribuyan a mostrar los frutos que son el resultado de este verdadero método de adoración pública.

Todos los Científicos Cristianos entienden que nuestros servicios al público son tan solo una parte del servicio divino. Este término se ha degenerado en demasía en la percepción limitada de concurrir a la iglesia, y la prédica pública, el canto y la oración. Como resultado, los laicos son propensos a pensar que si asisten a la iglesia con bastante regularidad y escuchan con razonable atención el sermón, las oraciones y el canto del coro, con eso han cumplido con su parte en el "servicio divino", y que por el resto del tiempo están exentos de realizar otros deberes cristianos. El único propósito de la adoración pública debería ser lograr que los que no son cristianos se arrepientan, y ayudar a los que profesan el cristianismo a cumplir con sus tareas cristianas. En otras palabras, la adoración pública debería ser un medio para cumplir con el servicio divino, más bien que el fin del mismo.

En su verdadero significado el servicio divino es servir a Dios constantemente en palabra y en acción. Vivir en a-una-miento con la ley divina, reflejando en la vida diaria la Verdad divina en la medida en que nos sea posible en el ambiente donde nos encontremos, amar al prójimo ayudándolo en todo sentido a destruir el pecado y la enfermedad y para vencer al último enemigo, la muerte, este es el servicio divino que somos llamados a cumplir, y solo cuando este servicio se convierte en nuestro propósito de máxima importancia, somos leales a nuestro llamado. Estos servicios públicos son un factor importante en la labor a realizar y nunca pueden ser lo suficientemente estimados. Ilustran, tanto para los Científicos Cristianos como para los buscadores y el público en general, el poder y la belleza de los sermones libres de opiniones humanas, libres de los limitantes efectos de las meras hipótesis intelectuales, y el embrutecimiento del dogmatismo y la interpretación errónea.

Por otra parte, hacen que los estudiantes recurran más a sus propios recursos que el método anterior. A menos que hayan estudiado anteriormente la lección con tanto cuidado como para poder seguir con facilidad lo que leen los lectores, y hayan sido lo suficientemente diligentes como para seguirla de cerca, obtienen en comparación muy poco beneficio de ella. No pueden, como antes era tan común, sentarse indolentes y permitir que el predicador o el orador simplemente los entretenga. Cada uno de ellos tiene un papel que desempeñar. Deben venir a los servicios impulsados por el espíritu del amor fraternal y la ayuda mutua, y de ese modo contribuir a establecer una atmósfera receptiva; al hacerlo se ayudan a ellos mismos, los lectores y a todos los demás, en lugar de sentarse para obtener de los otros lo que ellos mismos no se han ganado. De esta forma se establece una demostración recíproca, la cual, en las antiguas condiciones, no era posible.

Por lo tanto, esfuércese cada uno por llenar su lugar y hacer su parte para dar al nuevo orden el carácter sublime que debe tener y tendrá, si todos cumplen con su deber. No caigamos en la apatía que nos engañaría para que creamos que como nuestra venerada Guía ha considerado adecuado establecer el ministerio más elevado, no tenemos nada que hacer sino aceptarlo pasivamente. Cada uno de nosotros debe participar en esta fase del servicio divino, así como en otros.

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