La causa —Dios— que ha producido el universo espiritual debe tener recursos infinitos para la existencia eterna de su obra perfecta, leyes para su gobierno continuo, poder eterno para perpetuarla. Esta causa debe ser inseparable de su producto, infinitamente inteligente en lo que concierne al mismo, e impecable al mantenerlo. También tiene que haber perfección en el efecto, si vamos a admitir que hay un todo perfecto. Es más, la perpetuidad de la creación implica el control ordenado del Principio divino y constante, Dios.
Realmente podemos sentirnos admirados ante la majestad del Principio divino, que es Uno y verdaderamente perfecto, dentro del cual está “toda manifestación de Vida y Mente” (La unidad del bien, por Mary Baker Eddy, pág. 3), toda ley, acción y logro. Todas las cualidades de la perfección son expresadas en la entera creación de Dios. En todas partes tenemos disponible una cantidad ilimitada de divinidad, y en todas partes está en operación la ley imparcial de Dios.
Esta causa, que es el Principio de toda manifestación real, solo forma identidades perfectas. Con una constancia inquebrantable imparte a estas identidades las cualidades de la divinidad, y gobierna su expresión individual y universal. La capacidad de tener suficiente provisión es una cualidad eterna de Dios, y esta cualidad está disponible para toda la creación en todo momento. La creación no puede acumular o guardar las cualidades divinas; pero estas se expresan constantemente. En todo el universo de Dios se mantiene la suficiente cantidad de recursos mediante la operación de la ley de Dios, y por ello está presente y es permanente en todas partes. Esta abundancia de provisión no se acumula; más bien se está desenvolviendo constantemente. Donde la fuente es infinita el reparto es continuo, hay unicidad de causa y efecto, y no hay ninguna necesidad de acumular. Si en el universo de la creación de Dios fuera necesario que cierta parte de esta creación acumulara alguna de las cualidades, o cantidades, de verdadera sustancia, implicaría que existe la posibilidad de que por un tiempo la sustancia esté ausente, o su funcionamiento se detenga, ante lo cual la creación tendría que proporcionar lo necesario. Pero eso es impensable, imposible.
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