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Vencí el temor a las leyes de inmigración variables

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 27 de agosto de 2018


La Ciencia Cristiana me ha enseñado a recordar la verdad de que Dios es bueno, solo bueno. Esta enseñanza realmente me ha ayudado a resolver muchos problemas en numerosas situaciones.

Cuando me mudé de la India a los Estados Unidos, no conocía nada de la Ciencia Cristiana, pero mi familia vivía enfrente de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Yo quería inscribir a mi hija en una Escuela Dominical, así que elegimos esta iglesia a la que asistía un pequeño grupo de gente muy amable. En aquel tiempo, empecé a estudiar con algunos de los miembros de la iglesia la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. No mucho después, me afilié a la iglesia y empecé a poner a prueba lo que estaba aprendiendo de las Lecciones Bíblicas. La siguiente es una de las demostraciones de la bondad de Dios en mi vida.

Un día después de salir de mi empleo, me di cuenta de que mi tarjeta de permiso de trabajo se había vencido. Debían haberme enviado una nueva, así que fui a la oficina de correos para averiguar por qué no la había recibido. Ellos no sabían nada acerca de la nueva tarjeta. Al consultar la situación de la misma por internet, me sentí muy consternada al enterarme de que, si no la recibía en los próximos ocho meses, se detendría el proceso de mi autorización permanente de trabajo. Como me había mudado a otro apartamento en la época en que debía haber llegado la nueva tarjeta, actualicé nuestra dirección con el servicio de inmigración. También consulté algunos blogs y descubrí que otras personas nunca habían recibido una tarjeta nueva y tampoco lograban conseguir ayuda. Durante este tiempo, estaba totalmente desesperada, y tenía mucho miedo respecto a mi incierto futuro.

Después de dos semanas de buscar mi tarjeta, me sentía frustrada, pero entonces recordé este versículo de la Biblia que dice: “Tu Padre sabe exactamente lo que necesitas, incluso antes de que se lo pidas” (Mateo 6:8, Nueva Traducción Viviente). Empecé a confiar en que Dios me ayudaría. Dios es una ayuda siempre presente en las dificultades. Comencé a reconocer que Dios, la Mente divina, sabe todo acerca de mis necesidades y cuida de mi bienestar porque soy Su hija amada. Fue Dios quien me dio los medios para expresar Su bondad, y yo tenía confianza en que Él continuaría dándome el propósito y el lugar para que yo pudiera trabajar, lo que naturalmente incluiría mi habilidad para cumplir con las leyes del país y tener toda la documentación necesaria.

Mientras me mantenía firme en este pensamiento de la permanencia del bien, di algunos pasos más prácticos, tal como llamar al departamento de atención al cliente del servicio de inmigración. Pero me pidieron que simplemente esperara. Como tenía que esperar llena de incertidumbre y sin poder hacer nada humanamente respecto a la tarjeta perdida, una vez más empecé a tener mucho miedo. Comencé a preguntarme: “¡Recibiré alguna vez mi tarjeta? Aunque la reciba, ¿podré continuar en un trabajo si el gobierno sigue cambiando los procedimientos para la visa?” Estos pensamientos empezaron a confundirme y a causarme nuevamente ansiedad acerca de mi futuro. “Pero puedo aprender algo de esta situación”, pensé.

Durante esa época, siempre que me sentía angustiada, me tranquilizaba asistir a las reuniones de testimonios de los miércoles en la iglesia. También me reconfortaban estas palabras de la Biblia: “A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). También estaba esta idea de Escritos Misceláneos 1883–1896, por Mary Baker Eddy: “Recordad siempre que Su presencia, poder, y paz responden a toda necesidad humana y reflejan toda bienaventuranza” (pág. 263). Empecé a pensar y a reflexionar sobre estas ideas.

Mi confianza estaba arraigada en el hecho de que la Mente omnisapiente se hace cargo de todo, cuida de mí y de todos. Dios conoce y ve todo, y el poder espiritual del amor de Dios es más grande que cualquier problema. Comencé a reconocer que solo existe la armonía, solo existe el bien, todo se ajusta en su lugar y, como resultado, yo ciertamente recibía lo que necesitaba.

Luego empecé a recordar mi vida, cómo Dios ya me había ayudado en momentos difíciles. Cuando llegué por primera vez a los Estados Unidos, no tenía dinero y vivía con mucho temor e inseguridad. Había orado a Dios para que me ayudara a liberarme de mis temores. También empecé a recordar mis bendiciones presentes, entre ellas, mi visa, la cual me dio la oportunidad de trabajar. Dios había sido bueno conmigo al abrirme una puerta. Como mi trabajo había sido una respuesta a mis oraciones, me vino este pensamiento: “He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar” (Apocalipsis 3:8). Sabiendo que Dios ya me había dado esta bendición, comencé a sentirme más segura, y mis temores empezaron a desaparecer.

Al mes siguiente, hubo un avance importante. Algunos miembros de mi iglesia y yo fuimos a la Sala de Lectura de nuestra filial a estudiar la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana, titulada “Probación después de la muerte”. Este estudio me reveló que mi camino hacia la plenitud de la vida no estaba entorpecido por una creencia de obstrucción. De modo que pensé: “Aunque mi permiso de trabajo es esencial en términos humanos para responder a mis necesidades, puedo apoyarme en la bondad de Dios, la cual ya me ha provisto aun de lo más esencial. Por ser la imagen y semejanza de Dios, ya tengo conmigo a la Vida, la Verdad y el Amor. Nunca estoy separada de Dios, y no hay obstrucción que me impida recibir algún bien. Su presencia siempre puede alcanzarme, dondequiera que esté. Al saber que soy hija de Dios, que me ama grandemente y que estoy envuelta en Sus brazos amorosos, puedo apoyarme en que Su cuidado y Su bondad también se harán cargo de todas mis necesidades humanas.

Pasé el resto del día en la Sala de Lectura con mi familia de iglesia; sentí una fuerte presencia del bien en mi vida. Esto me dio la certeza de que podía detenerme a escuchar la guía de Dios. Estaba en paz, tranquila y muy contenta y lista para escuchar lo que Dios tenía para decirme. Cuando regresé a casa, una voz interior me dijo: “¡Ve a abrir el buzón, y tu tarjeta estará allí!” Abrí el buzón, y ¡hurra! ¡Mi tarjeta estaba allí! Por más que me sentía agradecida porque mi necesidad humana había sido respondida, mi agradecimiento era más profundo por lo que había aprendido acerca de lo práctica que es la bondad de Dios.

Estoy muy agradecida por poder compartir mi testimonio acerca de esta valiosa experiencia de que el cuidado, el amor y la bondad de Dios están siempre allí para todos, en todo momento. No hay obstrucción que pueda impedir que nos llegue el bien. Ahora sé que todos recibimos el cuidado necesario, y que el trono siempre es de Dios. Debemos recordar que somos sumamente valiosos ante Sus ojos y que nuestro Padre-Madre Dios nos ama profundamente.

Esta experiencia me ayudó a obtener más fortaleza para rechazar los temores que había sentido antes. El Amor no solo los eliminó, sino que me reconfortó grandemente con paz y felicidad por medio de mi estudio más dedicado de la Ciencia Cristiana y al aplicar sus verdades en mi vida diaria.

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