Tenía un proyecto muy grande pendiente para una de mis clases, y lo había postergado tanto que finalmente tuve que hacerlo todo en una noche. Representaba gran parte de mi calificación e incluía crear una presentación de diapositivas y un guión, además de presentar el proyecto a varias personas antes de entregarlo.
La noche anterior a la fecha de entrega, estaba estresada aunque trabajando en ello constantemente, cuando el Wi-Fi en mi dormitorio se apagó. ¡Ni siquiera había hecho la mitad! Usualmente, cuando esto sucedía, simplemente usaba mi teléfono como punto de acceso al internet, pero eso tampoco funcionaba. Me eché a llorar. Llamé a mis padres y les conté todo. No podían ayudarme con mi presentación puesto que viven en otro estado, pero lo hicieron de otra manera. Me recordaron que podía calmarme y escuchar una respuesta de Dios, tal como había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.
Después de colgar el teléfono, me quedé callada. ¡Esto es muy difícil cuando vives en un dormitorio con otras sesenta chicas! Pero era como si sobre mí hubiese descendido un profundo silencio. Fue entonces cuando surgió el tranquilizador pensamiento de que no había nada que no pudiera hacer con Dios a mi lado. No importaba lo mucho que había postergado el trabajo, Dios seguía cuidándome y dándome todas las ideas que necesitaba.
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