En una época en que la atención médica es aparentemente más accesible y sofisticada que nunca antes, ¿por qué alguien estaría interesado en la curación espiritual como Jesús la practicaba y como la Ciencia Cristiana la lleva adelante hoy en día? ¿Por qué orar por un problema de salud cuando requiere tanto más de un individuo que simplemente permitir que un doctor haga el trabajo o apoyarse en su seguro de atención a la salud para recibir tratamiento médico?
Me crié en una familia donde el mejor amigo de mi papá era médico y mi mamá estudiaba la Ciencia Cristiana, de manera que obtuve conocimiento directo de ambos enfoques sobre la curación. Realmente sentía mucho cariño, y aún lo siento, por el médico que cuidaba de mí y mis hermanos cuando mi papá quería que nos dieran atención médica. Pero también aprendí desde el principio que los doctores no tenían todas las respuestas, y que para sanar se requería de mucho más que las píldoras. Por ejemplo, cuando tuve un caso grave de faringitis estreptocócica, el médico de nuestra familia prescribió penicilina y reposo en cama. Después de dos semanas muy dolorosas, regresé a la escuela y a mi equipo de básquetbol, pero realmente tuvieron que pasar otras dos semanas más para sentirme completamente bien.
Cuando la misma enfermedad reapareció el invierno siguiente, recurrí a una amiga de mi mamá que era practicista de la Ciencia Cristiana. Ella no me controló la temperatura ni me preguntó nada acerca de mi cuerpo. Simplemente me ayudó a comprender mejor el amor infinito de Dios por mí y que jamás puedo estar separado de este amor. Recuerdo que mientras ella oraba por mí el temor desapareció, y me sentí tan cerca de Dios como nunca antes me había sentido. Cuando me levanté de un salto de la cama al día siguiente, yo no solo estaba bien: internamente tenía una sensación diferente; me sentía menos temeroso, menos vulnerable a la enfermedad. Y deseaba profundamente saber más acerca de Dios y de mí mismo como Su imagen y semejanza libre de enfermedad, espiritual y amada. Había vislumbrado el “porqué” más profundo de la curación espiritual.
En aquella época, estaba sumamente agradecido por haberme salvado de tener que pasar por el mismo sufrimiento que había experimentado el invierno anterior. Pero al recordar lo sucedido, me doy cuenta de que mucho más comenzó a suceder en mi vida como resultado de esta y otras curaciones espirituales que se produjeron muy naturalmente a medida que exploré más la Ciencia Cristiana. Aunque los efectos secundarios del tratamiento médico con frecuencia son peligrosos y debilitantes —y la sociedad los está sometiendo a un escrutinio cada vez mayor— el efecto dominó de la curación espiritual es profundamente positivo. Comienzas a verte a ti mismo y a todo en la vida de una forma diferente una vez que percibes las posibilidades espirituales de la vida fundadas en las enseñanzas de Cristo Jesús. Como señaló el apóstol Pablo: “Esto significa que todo el que pertenece a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una nueva vida ha comenzado!” (2 Corintios 5:17 NTV).
Al describir el efecto dominó de su curación, que fue el momento decisivo para ella después de décadas de sufrimiento, Mary Baker Eddy escribe en su autobiografía Retrospección e Introspección: “La mano divina me condujo a un nuevo mundo de luz y Vida, un nuevo universo…” (pág. 27). Es este nuevo universo y las leyes divinas que lo gobiernan lo que ella probaría incuestionablemente como sanadora cristiana, y explicaría para el mundo en su obra principal, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Ella escribe: “Cuando comprendamos que la Vida es el Espíritu, nunca en la materia ni de la materia, esta comprensión se expandirá hasta su compleción propia, encontrándolo todo en Dios, el bien, y sin necesitar ninguna otra consciencia” (pág. 264).
La Ciencia Cristiana no es tan solo otra forma de atención a la salud. Los estudiantes de esta Ciencia no están simplemente tratando de hacer lo que la medicina convencional está haciendo, pero sin medicamentos o cirugía. Ellos tienen el compromiso de comprender y probar todo lo que Jesús enseñó acerca de la naturaleza puramente espiritual de Dios y la creación, y nuestro lugar en esta creación como los hijos bendecidos de Dios. Y los Científicos Cristianos se sienten genuinamente humildes acerca de su práctica de la curación espiritual. No todos los casos sanan rápidamente, y con frecuencia se necesita de persistencia y paciencia cuando un problema no responde inmediatamente a la oración.
El método sanador que enseñó Jesús viene con una promesa y con una exigencia. Es la promesa de experimentar “en abundancia” (véase Juan 10:10, LBLA) la vida espiritual que él ilustró a lo largo de toda su carrera, al sanar multitudes, redimir vidas del sensualismo y la tristeza, y abrir el camino hacia la vida eterna. Y es la exigencia de permanecer en el camino que él estableció tan claramente cuando dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6, LBLA). Para la era moderna esto puede sonar exclusivo, tan acostumbrados estamos a tener montones de opiniones, especialmente cuando se trata del cuidado de la salud en el siglo XXI. ¿Será posible que la curación mediante el Cristo que Jesús enseñó hace siglos, continúe siendo no solo la forma más avanzada de curación en la tierra, sino también el camino mismo para comprender y experimentar el universo inmortal del Espíritu?
Hace más de un siglo, la Sra. Eddy escribió: “La curación metafísica, o Ciencia Cristiana, es una exigencia de las épocas. Todo hombre y toda mujer la desearía y la exigiría, si percibieran su valor infinito y su base firme” (Escritos Misceláneos 1883–1896, pág. 232). Su descubrimiento de la Ciencia de la curación cristiana inició una revolución en el pensamiento que aún continúa, y sigue probando que el método de curación de Jesús es eterno y práctico en toda era. Cientos de miles de personas alrededor del mundo han experimentado la curación espiritual, y muchos de sus relatos han sido publicados en esta y otras revistas de la Ciencia Cristiana, y han sido compartidos en reuniones de testimonio de las Iglesias de Cristo, Científico. Problemas crónicos han sanado definitivamente. Enfermedades terminales han sido revertidas. Enfermedades genéticas han sido anuladas. Contagios han sido detenidos.
Como cabe esperar, ha habido algunos tropiezos a lo largo del camino. La Sra. Eddy lo describió en Ciencia y Salud como “el materialismo y sensualismo de la época, luchando contra la era espiritual que avanza” (pág. 65). Sin embargo, no hay nada que pueda detener el amanecer de la Verdad en la consciencia humana y en nuestra práctica individual de esta Ciencia. Aunque Jesús enfrentó intolerancia y animosidad, el poder iluminador del Cristo, la Verdad, avanzó intacto e impertérrito. Las luchas que a veces sentimos dentro de nosotros cuando practicamos la curación espiritual hoy en día, puede que hagan eco de la propia lucha de Jesús en vísperas de su crucifixión, cuando oró para no tener que pasar por esa prueba. No obstante, a continuación, él probó que al dejar de lado la voluntad humana y confiar completamente en Dios, él fue totalmente bendecido y protegido. La historia de Jesús no terminó en la cruz. Y la Ciencia Cristiana no está llegando a su fin.
Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25, LBLA). Sus palabras hablan del poder incontenible del Cristo, la manifestación eterna de la Verdad y el Amor de Dios, que impulsa a la humanidad a tomar consciencia de la realidad de que la vida es espiritual. El Cristo eterno sostiene toda oración y pensamiento elevados que tenemos cada día. Sentimos que el amor del Cristo nos eleva mental y espiritualmente cuando nuestras propias cruces parecen demasiado pesadas como para llevarlas. La luz del Cristo ilumina nuestro pensamiento durante las horas de la medianoche. Y el Cristo tierno nos encuentra “en la ribera del tiempo” (Ciencia y Salud, pág. 35), y pacientemente nos aconseja “echa [tu] red a la derecha de la barca… y hallarás” (véase Juan 21:6, KJV). Es decir, lánzate a las profundidades de todo lo que te he enseñado y mostrado acerca de la sustancia espiritual de la vida y la identidad.
Esta invalorable revelación de la vida espiritual aquí y ahora, es la razón porque tantas personas dedicadas siguen comprometidas con la Ciencia Cristiana y con la práctica de la curación espiritual hoy. Y porque están dispuestas a persistir en probar “su valor infinito y su base firme”.
Chet Manchester
Escritor de Editorial Invitado