Nos habíamos mudado hacía poco a una nueva ciudad e instalado en un complejo de apartamentos donde había otros padres jóvenes con bebés y niños pequeños, y todos nos habíamos hecho amigos. Una mañana, estaba tomando un café con la vecina de al lado, cuando me dijo que nosotros éramos la única familia que asistía a la iglesia los domingos. Ella siempre nos veía salir cuando sacaba su perro a caminar, y comentó: “Para nosotros los domingos son para relajarse”.
Hacíamos muchas cosas con nuestros vecinos, pero cuando un domingo no fuimos con ellos a una excursión para bajar por el río en cámaras de aire, mi vecina me preguntó: “¿Por qué es tan importante para ti sentarte en un banco todos los domingos?”.
Jamás olvidaré mi honesta respuesta: “Es la única hora a la semana en la que no necesito atender a mis pequeños (nuestro precioso niño y nuestro bebé), y puedo sentarme en silencio con mis pensamientos y recibir inspiración”.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!