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Una solución divinamente científica para el cambio climático

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 23 de abril de 2019


El cambio climático se ha transformado en un tema candente debido a los contenciosos desacuerdos sobre la naturaleza del problema y las soluciones potenciales. De modo que, al considerar este tema, sabía que debía enfrentarlo no solo como profesora de ingeniería, sino mucho más como Científica Cristiana. La Ciencia Cristiana muestra que nunca estamos sin una solución definitiva; de hecho, apunta a soluciones realmente científicas. Ofrece la perspectiva cristianamente científica, al apoyarse en el orden de toda la creación establecida y mantenida por Dios, el Amor divino mismo, y la ley de la armonía universal de Dios.

El libro de texto de la Ciencia Cristiana escrito por Mary Baker Eddy, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras,explica que la existencia material es completamente mental. Si bien hay crecientes evidencias empíricas —particularmente en el reino de la física cuántica— respecto a la importancia de las causas mentales, la Sra. Eddy descubrió, a través de la Biblia y la revelación divina, que la materia es simplemente una construcción falsa de la consciencia mortal. Ella aclara este punto en todo Ciencia y Salud, como en esta declaración: “La materia, o el cuerpo, no es sino un concepto falso de la mente mortal. Esta así llamada mente construye su propia superestructura, de la cual el cuerpo material es la parte más tosca; pero desde el principio hasta el fin, el cuerpo es un concepto sensorio y humano” (pág. 177).

El naturalismo, que domina el punto de vista científico actual, es la suposición filosófica de que los efectos físicos deben ser el resultado de una causa física, que excluye generalmente toda causa mental o, más particularmente, toda causa espiritual. De modo que, en el caso de nuestro clima, la ciencia natural afirmaría que todo efecto negativo debe ser el resultado de una causa física negativa. Pero la Ciencia Cristiana explica que un efecto físico negativo se explica mejor mediante una causa mental negativa. Y más importante aún es la comprensión de que la influencia saludable de la Mente divina, Dios —la única causa real y perfecta— cuando es comprendida y aceptada, tiene un efecto armonizador en nuestro cuerpo y en nuestra tierra. Esta es la oración científica por medio de la cual el Cristo, la Verdad, espiritualiza el pensamiento y, consecuentemente, destruye el efecto de la forma de pensar basada en la materia: el pecado, el temor, incluso la muerte.

 La Sra. Eddy, al hablar de la Mente divina, escribe en Ciencia y Salud: “La Mente regula la condición del estómago, los intestinos y el alimento, la temperatura de niños y de adultos, y la materia no lo hace” (pág. 413). Si “La Mente regula… la temperatura… de… adultos, y la materia no lo hace”, entonces para ser constantes en nuestra metafísica, la Mente debe también regular la temperatura de nuestra tierra. Esto es, como explica Ciencia y Salud, “el naturalismo deífico”, que resulta en un método científico divino de curación, “un método infinitamente más elevado que el de la inventiva humana” (pág. 44, incluido el título marginal). 

Desde mi juventud sufrí regularmente de resfríos y gripe estacional. Al volverme a la influencia omnipotente de la Mente divina, sabía que podía sanar. En la escuela de postgrado tuve una curación instantánea de lo que parecía ser una gripe estomacal que resultó ser un alivio permanente (véase “Flu symptoms vanish,” The Christian Science Journal, September 1999); y mis hijos también han sido sanados rápidamente de esta pretensión por medio de la oración. He tenido curaciones de resfríos, también, cuando la comprensión espiritual ha reemplazado el temor infundado del contagio material. Durante mucho más de un siglo, los Científicos Cristianos han experimentado la eficacia y confiabilidad de este método mental científico de curación, que descubrió la Sra. Eddy.

Así como el cuerpo humano mejora cuando el Principio divino gobierna la consciencia humana individual, por inducción científica tenemos que aceptar que la influencia benéfica de este Principio en el individuo y en la consciencia humana colectiva, se manifiesta en mejoras en el ambiente de la tierra. Apelar a esta solución divinamente científica envuelve corregir la creencia material con la Verdad. En el caso del cambio climático, podemos corregir la suposición errónea de que causas físicas gobiernan nuestra tierra, reconociendo la verdad del gobierno de Dios, incluso el amor omnipotente de nuestro Padre-Madre por toda la creación en el esplendor del Alma. Esta oración científica debe hacer que la experiencia humana coincida con la ley divina de la Vida eterna.

La Ciencia Cristiana proporciona el entendimiento de que las medidas materiales sobre nuestra tierra son los venerados veredictos de la creencia mortal. En otras palabras, aceptar la validez de las mediciones mortales, o cualquier diagnóstico humano, solo lleva a que se cumpla la profecía de las suposiciones erróneas. En cambio, tenemos que mantenernos firmes en la verdad, incluso en la única realidad de la existencia, que declaró el Salmista: “Llena está la tierra de la misericordia del Señor” (Salmos 33:5, LBLA). Esto no consiste en negar o apoyar la evidencia material del cambio climático, sino en negarse incluso a entrar en este debate y recurrir a una verdad más elevada sobre la cual basar nuestras conclusiones. Significa confiar completamente el cuidado de nuestra tierra, así como la espiritualización de la consciencia humana, al impulso omnipresente de la Mente divina. La verdadera respuesta es dejar de ponerse del lado de las opiniones humanas conflictivas —incluidas las opiniones políticas— y estar totalmente de acuerdo con el Espíritu, Dios.

Adam Dickey recordaba una época en que la Sra. Eddy enseñó a las personas cercanas a ella la forma correcta de orar por el clima. Primero, les preguntó a todos los presentes si un Científico Cristiano podía o no controlar el clima. Cada uno contestó: “Sí”. Entonces ella replicó que no podían hacerlo, pero que “Dios puede y lo hace”. 

Luego dijo: “Un Científico Cristiano no tiene por qué tratar de controlar o gobernar el clima, así como no tiene el derecho de tratar de controlar o gobernar la enfermedad, pero él sabe, y debe saber, que Dios gobierna el clima y no puede haber ninguna otra influencia que pueda afectarlo. Cuando destruimos la creencia de la mente mortal de que es un creador y que produce todo tipo de climas, tanto buenos como malos, percibimos el clima perfecto de Dios y somos beneficiarios de Su abundancia en este sentido. 

“El clima de Dios es siempre el correcto. Cierta cantidad de lluvia y de sol es natural y normal, y no tenemos derecho a interferir con las majestuosas operaciones de la sabiduría divina al regular las condiciones meteorológicas… Quiero que recuerden que el clima le pertenece a Dios, y cuando destruimos las operaciones de la mente mortal y dejamos la cuestión de regular el clima a Dios, tenemos condiciones climáticas como deben ser”.

Durante los tres años que el Sr. Dickey trabajó para la Sra. Eddy, y varios años después del fallecimiento de ella en 1910, él recordaba que, como resultado de las oraciones de la Sra. Eddy y sus trabajadores, hubo “cada vez menos tormentas eléctricas hasta que casi desaparecieron por completo” (We Knew Mary Baker Eddy, Expanded Edition, Volume II, pp. 411–414).

En la Ciencia Cristiana la oración siempre comienza con Dios perfecto y hombre perfecto; con nuestro Padre-Madre Dios perfecto, quien creó una tierra eternamente perfecta, la cual es en realidad una idea espiritual compuesta en la consciencia divina (véase Ciencia y Salud, pág. 585). Esto me ha liberado de aceptar la creencia de que el hogar perfecto que Dios tiene para nosotros —el cual es en realidad la consciencia de la Verdad y el Amor habitada por ideas espirituales— podía estar ocupada, y por lo tanto desfavorablemente afectada por, moradores pecaminosos y nocivos. También me di cuenta de que el progreso humano divinamente impulsado no haría que una idea correcta (por ejemplo, la respuesta a una necesidad humana de tener transporte más rápido y más eficiente) interfiriera con otra idea correcta (la pureza de la atmósfera de la tierra). En el orden de la creación espiritual, Dios hizo al hombre para ser prolífico —para revelarse eternamente como la idea más elevada de Dios, como Su manifestación— y de esa forma bendecir y llenar la tierra (véase Génesis 1:28).

Si nos sentimos preocupados por el futuro de nuestra tierra, entonces debemos admitir que las creencias materiales hipnóticas tienen que ser eliminadas por el Amor perfecto que echa fuera el temor (véase 1 Juan 4:18). Al sentir la bendita seguridad del Amor divino, con toda honestidad puedo decir que no siento ningún “espíritu de temor” por nuestra tierra, sino solo de “poder, amor” que contribuyen a la solución perfecta (2 Timoteo 1:7 NTV).

Si realmente queremos sanar el mundo, hay un lugar donde comenzar: cambiar nuestra propia manera de pensar. Cristo Jesús tenía el pensamiento y el corazón más puros, y esto lo capacitó para sanar y cambiar nuestro mundo —y científicamente hacer demostraciones respecto al clima destructivo— más que ningún otro en la historia humana. Cuando tenemos la disposición de echar fuera de nuestro pensamiento el pecado, el temor, incluso las opiniones, condenas y profecías mortales mundanas, nuestra consciencia —al reflejar ahora a la Mente divina— puede producir un verdadero cambio por medio de nuestras oraciones, las cuales son autorizadas por el amor reflejado que sentimos por la humanidad y por nuestra tierra. Tenemos que mantenernos firmes en la justicia eterna de Dios, opuesta a todo sentido de justicia propia.

Ponerse del lado del Espíritu no es meter nuestra cabeza en la arena. Se pueden encontrar soluciones reales al elevarnos por encima de las pretensiones de la creencia mortal hacia una comprensión espiritualmente científica más elevada y un amor más puro por la humanidad y nuestra tierra. La opción es clara. O bien, permitimos que las opiniones humanas sean el factor de decisión, o cedemos al gobierno perfecto del Amor al saber que “… la Mente divina perfecciona, actúa sobre la así llamada mente humana mediante la verdad, guía la mente humana a renunciar a todo error, a descubrir que la Mente divina es la única Mente… Este proceso de la comprensión espiritual más elevada mejora a la humanidad hasta que el error desaparece, y no queda nada que merezca perecer o ser castigado” (Ciencia y Salud, pág. 251).

Esta experiencia humana es fundamentalmente mental, no material, y requiere una solución espiritual para cada problema. “La tierra es del Señor y todo lo que hay en ella; el mundo y todos sus habitantes le pertenecen” (Salmos 24:1, NTV). El cuidado y el control que la Mente tiene sobre nuestro cuerpo y nuestra tierra es un mandato permanente de bienestar y, por lo tanto, es Ciencia demostrable —el método metafísico científico realmente eficaz— porque está establecido eternamente en el Principio divino único, la Verdad. 

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