P: El otro día apareció una foto en mi teléfono. Eran… las partes privadas de un hombre. Yo ni siquiera conozco a ese hombre, y por supuesto que no quería ver eso. Pero ahora no puedo borrar esa imagen de mi cabeza. Ayúdame.
Todd Herzer: Soy el padre de dos hijas y, lamentablemente, conozco demasiado bien este tipo de situaciones. Y espero que haya un adulto en quien puedas confiar y contarle lo que te ha sucedido; aunque no tengas ninguna evidencia de que ocurrió, porque era un “snapchat” (una foto y mensaje que se autodestruyen), por lo que ya desapareció. Nada respecto a un hombre que haga eso es correcto o está bien.
Deborah Huebsch: También es comprensible que no te sea fácil borrar esa imagen de tu pensamiento. Yo sé lo que se siente, porque tuve una experiencia, cuando tenía poco más de veinte años, en la que fui testigo de algo perturbador de lo que me costó liberarme.
Era un miércoles por la noche, y yo estaba en la iglesia en una reunión de testimonios de la Ciencia Cristiana, cuando una mujer se cayó por las escaleras hasta el piso de piedra. Cuando finalmente regresó a la iglesia después de un mes, usaba muletas y se movía lentamente.
Por varias semanas después del incidente, tuve problemas debido a que la imagen de su caída me venía al pensamiento con mucha frecuencia. No era que quisiera continuar viendo esa imagen, sino que realmente no había hecho mucho para tratar de lidiar con ello, excepto pensar en lo terrible que había sido.
Pero esta vez, cuando la vi abriéndose paso lentamente por el pasillo de la iglesia y la imagen de su caída se presentó nuevamente, me dije a mí misma: “No. En la iglesia no. Esto no forma parte de este lugar. No acepto que sea verdadero”.
Lo que esa oración breve significaba para mí era que una imagen de sufrimiento o dolor no puede tener lugar alguno donde Dios, el bien, es Todo; lo cual, por supuesto, es en todas partes, no solo en la iglesia. Por más impresionante que pareciera ser esa imagen, no necesitaba aceptarla como una realidad, porque la bondad total de Dios excluye todo lo malo.
Yo sabía que no era la única que estaba orando durante aquel servicio religioso, y cuando terminó, la mujer dejó sus muletas en el asiento y se fue caminando. Había sanado. Y yo también, pues esa imagen estremecedora jamás regresó.
Todd: Eso me recuerda la declaración de Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras sobre las “imágenes oscuras del pensamiento mortal, que huyen ante la luz de la Verdad” (pág. 418).
Podríamos decir que lo que apareció de pronto en tu teléfono fue uno de los peores ejemplos de las “imágenes oscuras del pensamiento mortal”. Pero de ese pasaje puedes ver que no nos quedamos abandonados en ese lugar. ¿Qué dice que hacen esas imágenes? Ellas “huyen ante la luz de la Verdad”. La Verdad es Dios, así que podrías decir que no importa cuál sea la imagen oscura —y ciertamente todos nosotros enfrentamos esas imágenes oscuras en diversas formas— la respuesta es siempre volver nuestro pensamiento a Dios. La solución es permitir que Dios lo inunde de luz. Eso fue lo que Deborah hizo cuando oró. Ella le dijo que no a la oscuridad y se volvió hacia la luz. Y la luz naturalmente expulsa la oscuridad.
Deborah: Esa luz puede manifestarse de diferentes maneras. Podría ser el reconfortante mensaje de Dios de que estás a salvo, que eres puro, o quizá una sensación de paz. Pero siempre sabrás lo que sea que necesites saber, porque eso es lo que Dios hace por nosotros.
Todd: Pienso que es útil recordar que no somos impotentes ni estamos indefensos. Aun en situaciones en las que parece que hemos sido víctimas, no obstante, tenemos poder —o “dominio” como lo llama la Biblia (KJV)— sobre nuestros propios pensamientos. Tenemos la autoridad que proviene de Dios para rechazar cualquier cosa que no sea buena.
Deborah: Así es. No importa que cuadros traten de entrar en nuestro pensamiento, un firme: “No. No es aceptable, no es permitido, porque Dios realmente es Todo”, es realmente lo único que se necesita. Ese tipo de oración tiene un gran efecto, porque la respalda el poder de Dios. Y esa omnipotencia divina es suficiente para liberarnos de cualquier imagen oscura que aparezca de pronto en nuestro teléfono, o en nuestra vida.
