No me iba bien en la escuela. Durante mi primer y segundo año, mis calificaciones fueron bajas, lo que reflejaba mi falta de cuidado por mis tareas y clases de la escuela. Al final del segundo año, supe que tenía que hacer un cambio, porque el entorno escolar no estaba funcionando para mí. Pero ¿cómo tomas una decisión que podría cambiar tu vida para siempre?
Había algunas opciones, incluida otra escuela de bachillerato pública cercana y un internado privado que quedaba muy lejos. Tenía todo el verano, que pasé en un campamento para Científicos Cristianos, para decidir dónde estaría mis dos últimos años.
No estaba seguro de lo que quería hacer. Al principio intenté tomar la decisión juntando información. Hablé con personas que habían asistido al internado que estaba considerando, y todos dijeron cosas buenas. De hecho, todos, incluidos mis padres, pensaban que esta escuela sería una muy buena opción, pero aún no estaba seguro.
La decisión me parecía muy estresante e imposible de hacer, y me preocupaba elegir la escuela equivocada. Pero un día, hablé con uno de mis consejeros al respecto, y él sugirió que podía recurrir a Dios en busca de guía. Al principio estuve un poco reacio, porque a pesar de que había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana que Dios es omnisciente y del todo amoroso, nunca había recurrido a Dios en busca de ayuda de esa manera.
Sentí que tenía que tomar esta decisión por mi cuenta. ¡Que nadie más podría hacerlo por mí, ni siquiera Dios! No obstante, finalmente, con un poco de aliento de mi consejero, abrí la Biblia al azar e inmediatamente vi este versículo de Salmos: “Señor, guíame en Tu justicia por causa de mis enemigos; allana delante de mí Tu camino” (5:8 NBLA).
¡Me sorprendió cuán perfectamente abordaba este versículo mi situación! Sintiéndome un poco más seguro de apoyarme en Dios, comencé a orar y a pensar más profundamente en este versículo. La última parte realmente se destacó para mí. Me ayudó a darme cuenta de que no tenía que preocuparme de cometer un error, porque Dios estaba poniendo la decisión correcta claramente delante de mí. Él haría el camino “recto”, claro y directo. De repente comprendí que una creencia en la “mente mortal”, u otra mente aparte de Dios, era lo que hacía que esta decisión pareciera complicada y estresante. Pero en realidad, solo hay una Mente: Dios. Y la Mente me estaba dando todas las ideas correctas, cuidando mi presente y mi futuro, y guiándome hacia adelante.
Para el final del verano, la decisión era tan clara como el día: El internado era el lugar adecuado para mí. Me sentí muy tranquilo e incluso entusiasmado por lo que estaba por venir. Mi mamá me compró un boleto de avión, y yo estaba en el dormitorio al comienzo del año escolar.
Sentí que todo en mi nueva escuela era correcto. Me adapté rápidamente, e hice grandes amigos en la primera semana. Pude disfrutar jugando un nuevo deporte, y me sentí mucho más concentrado en mis clases y dedicado a mi trabajo.
Al recurrir a Dios, fui llevado a una situación en la que me sentí verdaderamente feliz. Estoy muy agradecido por haber aprendido que siempre puedo confiar en Dios para que me guíe.
    