Faltaban cinco días para las vacaciones de Acción de Gracias, cuando uno de mis profesores anunció que tendríamos un examen que no estaba programado justo después del receso. Esto fue una novedad para todos, y la sorpresiva noticia hizo que los ojos se me llenaran de lágrimas. Ya me había estado sintiendo abrumada al ver que las demandas seguían acumulándose cada vez más: de reuniones a prácticas de natación, presentaciones y fechas de entrega. Me sequé los ojos y traté de volver a centrar mi atención en la materia que estaban enseñando ese día.
No obstante, para el domingo por la mañana me sentía agobiada. La ansiedad por todo lo que estaba enfrentando me había mantenido despierta la mayor parte de la noche. Estaba exhausta y comencé a llorar de nuevo. No había forma de que pudiera hacerlo todo.
Contuve las lágrimas y me vestí para asistir a un servicio religioso dominical de la Ciencia Cristiana. Cada domingo, se lee la Lección Bíblica semanal (que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana) en todos los servicios de la Ciencia Cristiana alrededor del mundo. Siempre tengo una copia de la Lección, que es una recopilación de citas de la Biblia y de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, para poder leerla durante la semana. Saqué mi copia de mi correo electrónico y me senté en un banco al lado de uno de mis amigos. Aunque todavía me sentía abrumada, hice lo que pude para centrarme en seguir las lecturas y cantar los himnos.
La Lección comienza con una Lectura alternada de pasajes de la Biblia, la mitad de la cual la congregación lee en voz alta. Juntos leímos: “El día que clamé, me respondiste; me fortaleciste con vigor en mi alma” (Salmos 138:3).
He descubierto que a pesar de que leo la Lección durante toda la semana, a veces encuentro un nuevo significado en las citas cuando realmente necesito escucharlas. Y eso fue exactamente lo que pasó esta vez. Fue como si Dios me hubiera dicho ese versículo de Salmos directamente a mí. Yo estaba llorando, y Él me estaba respondiendo. Lo único que pude pensar fue: ¡Increíble! Está bien, Dios mío. Has captado mi atención. Me sentí más confiada al darme cuenta de que Dios me estaba fortaleciendo para que viera que tenía todo lo que necesitaba, no sólo para cumplir con cada fecha de entrega, sino también para sentir más el apoyo y la guía de Dios al completar cada tarea.
La Lección también me recordó que “Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino” (Salmos 18:32). Mi perspectiva se iluminó aún más cuando me di cuenta de que nunca estamos solos en el camino. Así como un rayo de sol es inseparable del sol, cada uno de nosotros es, en realidad, la expresión incesante del bien divino. Así que cada tarea que se nos da es una hermosa oportunidad de aprovechar nuestra fuente ilimitada y ser testigos de toda la bondad de Dios. No somos nosotros los que expresamos nuestras capacidades humanas al dar un examen, cumplir con una fecha de entrega o competir en un encuentro de natación, sino Dios, la Mente divina que expresa en nosotros toda la inteligencia, claridad y fortaleza que necesitamos.
Todavía tenía plazos que cumplir y exámenes que dar, pero para cuando terminó el servicio en la iglesia, esa sensación abrumadora había desaparecido. Me sentí fortalecida para enfrentar las demandas que tenía por delante, ahora con una perspectiva más centrada en Dios. Y terminé mis tareas, incluso ese examen extra, con mucho más aplomo y confianza.
Ahora, cada vez que me enfrento a una tarea que parece intimidante, recuerdo esta experiencia. Y sé que puesto que mi verdadero ser, y el de todos, es la expresión perfecta de la Mente divina, la fortaleza y la perseverancia que necesito para completarla ya son mías, ¡y de todos los demás!
