No pude contener las lágrimas cuando mis padres me dieron la noticia: Nuestra casa, en la que vivimos 18 años, había sido embargada. Yo estaba en shock. Había estado en esa casa toda mi vida, así que era difícil pensar en dejarlo todo.
No sabíamos a dónde iríamos o qué haríamos. Lo único que sí sabíamos con seguridad era que nos mudaríamos a algún lugar fuera del estado, porque la mayoría de los lugares en California son muy caros.
No fue sino hasta unas semanas después que mi mamá sugirió mudarnos al oeste medio, donde ella había asistido al bachillerato. Mi hermana más chica y yo estábamos un poco escépticos porque quedaba muy lejos de todo lo que conocíamos. Pero, finalmente, no hubo otra opción mejor.
Yo estaba aterrado. No podía imaginarme nada aparte de California, y la casa en la que habíamos estado viviendo. Tampoco me gustaba el viaje en auto, que duraría más de veinte horas.
Después de muchas horas agotadoras en la carretera, llegamos a nuestro nuevo hogar. Todos en mi familia parecían felices de comenzar una nueva vida. Todos excepto yo.
Yo estaba disgustado y me sentía muy negativo; completamente renuente a aceptar algo nuevo. Sentía que el oeste medio era un mundo totalmente diferente, y que allí no había nada bueno para mí. Durante los pocos días de verano que quedaban, estuve con una gran depresión. No quería ir a ningún lado con mi familia, y simplemente deambulaba por la casa con mucha apatía.
Aunque tal vez parezca que mi situación era bastante mala, al pensar en ello, puedo ver que en realidad estaba recibiendo mucho bien en mi vida en aquel entonces; simplemente no estaba dispuesto a aceptarlo. Pero algo cambió en mí cuando me encontré con un pasaje de un libro en el que me apoyo siempre: Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Este libro me había ayudado en el pasado cuando necesité sanar o cambiar mi perspectiva. Y en esta oportunidad fue igualmente útil. El pasaje que leí estaba en el último capítulo del libro, “Los frutos”, en el cual la gente comparte cómo fueron sanados mediante la lectura de Ciencia y Salud. Un testificante escribió: “Había aprendido a vivir sobre una base nueva; las cosas viejas del sentido personal estaban pasando y todas las cosas fueron hechas nuevas”. Luego relacionó este cambio con lo que estaba aprendiendo acerca de Dios: “Aprendí que el bien infinito es el único Amigo con quien podemos contar en todo momento, un socorro siempre presente en todas las tribulaciones, …” (pág. 694-695).
Me di cuenta de que como Dios es el bien infinito, todo el bien que Él me está dando nunca podía limitarse a una casa o lugar en particular; tenía que estar en todas partes. Así que, simplemente necesitaba abrir mis ojos a eso y aceptarlo. Mi “base nueva” no consistía en tratar de obtener algo que no parecía existir para mí —como un sentimiento de alegría, paz o consuelo— sino en ver simplemente lo que ya estaba allí para mí y para todos debido al bien ilimitado que Dios tiene para todos nosotros.
Bueno ¿qué crees? No solo encontré muchísimo afecto y amistad en mi nueva escuela, sino que también hallé mucho que amar acerca de mi nuevo hogar. Y sentí más confianza en que realmente no hay lugar al que vaya donde Dios no me esté guiando y donde Su amor y bondad no estén allí presentes para apoyarme.
Hace ya cuatro años que nos mudamos, y puedo decir con toda sinceridad que desde que tuve este cambio en el pensamiento, he sido feliz y no he mirado atrás. He aprendido que aceptar un cambio requiere crecer espiritualmente. Pero esto es algo bueno, porque nos ayuda a confiar más en Dios como nuestra fuente del bien confiable y por siempre presente.