Pasé mi verano en Colorado jugando polocrosse, que es muy similar al polo y al lacrosse, pero a caballo. Durante nuestro primer juego en un torneo de tres días, me golpearon por el lado izquierdo y caí del caballo, golpeándome la cabeza contra el suelo.
Sentí como si me hubiera atropellado un tren. Mi visión se volvió borrosa y pixelada, y podía sentir que estaba perdiendo el conocimiento.
Puede que este no parezca un momento en el que tenía la opción de elegir cómo sentirme o cómo mi cuerpo estaba respondiendo a la caída. Pero asisto a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana donde aprendí que en cualquier situación siempre tengo una opción. Puedo elegir entre lo que sé que es verdad acerca de Dios y lo que parece ser verdad según los cinco sentidos físicos. Partiendo de la base de que Dios es bueno, está presente en todas partes y es todopoderoso, puedo rechazar cualquier pensamiento que diga que otra cosa excepto el bien está sucediendo.
Así que cuando sentí que estaba a punto de perder el conocimiento, supe que tenía que tomar una decisión. Podía dejar que ese sentimiento me embargara, o podía recurrir a mi Padre amoroso, mi Padre-Madre Dios, para sentir y conocer Su cuidado. Tomé la decisión consciente de aferrarme a lo que sabía que era verdad acerca de Dios y de mí como Su hija amada.
Mientras luchaba por mantenerme despierta, también recordé el poema “El Amor” de Mary Baker Eddy, que habla del amor maternal y protector de Dios (véase Escritos Misceláneos, pág. 387). Me di cuenta de que nunca había habido un momento en el que Dios, el Amor, no hubiera estado allí. Cuando pareció que me había caído de mi caballo, el Amor estaba allí. Y el Amor también estaba aquí ahora. Esta comprensión me trajo un gran consuelo y sentí mucha paz.
No perdí el conocimiento y, de hecho, después de unos minutos pude levantarme y caminar hacia las gradas en el campo principal. Tomé una siesta y me desperté para encontrar a mi papá hablando con mi mamá por teléfono. Le estaba contando lo que había sucedido y que los paramédicos habían dicho que había tenido una conmoción cerebral de tercer grado, que se considera grave. Sin embargo, nadie podía entender cómo esta condición parecía haber desaparecido, junto con todos los síntomas.
Eso era cierto. Me sentía bien. Me senté con facilidad y caminé hacia el campamento donde estaban instaladas las cosas de nuestro equipo. Durante las siguientes cuatro horas, caminé y empaqué el campamento con toda libertad. No tuve más efectos de la conmoción cerebral, ese día ni en ningún momento después de eso. Al día siguiente, me desperté con algunas sensaciones de incomodidad, pero después de que mi madre le pidió a una practicista de la Ciencia Cristiana que orara por mí, pude continuar el día con mi grupo y no experimenté más efectos.
Pero la historia no termina ahí. Dos semanas después, en otro torneo, me saludó una mujer con la que había estado jugando dos semanas antes de cuando me caí. Se dio cuenta de que yo estaba de vuelta y jugando, y comentó que estaba muy sorprendida de verme montar de nuevo.
Por lo general, soy bastante callada acerca de ser Científica Cristiana. Pero ella parecía estar tan intrigada que comencé a explicarle que me había sanado de la conmoción cerebral a través de la Ciencia Cristiana. Hablamos durante toda la cena y hasta bien entrada la noche. Ella hizo todo tipo de preguntas y yo las respondí lo mejor que pude y compartí lo que sabía.
Continuamos la conversación al día siguiente, pero durante el año escolar perdí contacto con ella. El verano siguiente, regresé al torneo y me encontré con esta mujer otra vez. Durante la cena, me explicó que se había ido a casa después de nuestra conversación y descubrió que había una Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana justo al final de la calle de su casa. Había comprado un ejemplar de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy y ahora estaba asistiendo con regularidad a una filial local de la Iglesia de Cristo, Científico. ¡Me contó que ella y su esposo ya habían tenido sus propias curaciones!
Estoy muy agradecida por la forma en que mi curación ayudó a otra persona a descubrir más sobre el poder sanador de Dios por medio de la Ciencia Cristiana.
 
    
