Siempre había esperado casarme con la persona correcta. Fui criada con el cuento tradicional pero ilusorio del “Príncipe azul”. Así que imaginaba que el mío aparecería, y cada uno de nosotros encontraría un amor firme y perdurable que nos haría sentir completos.
Cuando tenía poco más de veinte años conocí a alguien. Sentía, sin duda alguna, que él era la persona correcta. Luego me enteré de que una relación de su pasado no se había resuelto. Pero como confiaba en que este noviazgo era nuestro destino, pensé que se resolvería.
Así que, cuando me dijo que había decidido continuar con su otra relación, yo estaba consternada y con el corazón roto. Siguió un período de soledad, lleno de un estudio más profundo de los libros en los que había llegado a apoyarme como nueva estudiante de la Ciencia Cristiana —la Biblia y los escritos de Mary Baker Eddy— y el sincero deseo de comprender cómo crear una relación duradera.
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