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Las enseñanzas de Jesús pueden cambiar tu vida

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 17 de septiembre de 2020


Cuando estaba en la universidad, las enseñanzas de Cristo Jesús comenzaron a hablarme en gran manera. El fuego divino que las respalda cautivó mi pensamiento, destacando la fundamental importancia de lo que Dios le había dado a Su Hijo para la salvación de la humanidad. Jesús dijo: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63). Vislumbré el inestimable valor de las enseñanzas que son nuestra vida misma. Dios estaba despertando en mí el sincero deseo de actuar según los mandatos de nuestro Maestro. Y mientras estudiaba y oraba para comprender y aplicar la Ciencia Cristiana, incluidas las palabras y obras de Jesús, surgió la oportunidad de realmente hacer lo que Dios requiere de nosotros.

Sucedió cuando estaba esperando un tren suburbano. Caminaba de un lado a otro del andén llorando mientras Le decía a Dios: ¡Pídeme que ame a cualquiera que no sea ella! No puedo amar a esta mujer. Yo me refería a una compañera de trabajo que parecía haberme tomado aversión, tanto que temía ir a trabajar cada mañana. Parecía disfrutar haciéndome la vida difícil. 

Esto había estado sucediendo durante algún tiempo. Finalmente, sintiéndome desesperada, me comuniqué con una practicista de la Ciencia Cristiana para pedir ayuda. Le conté mi triste historia. Esperando que ella se pusiera de mi lado en esto, no podía dar crédito a mis oídos cuando me preguntó: “¿De verdad quieres ser libre?”. “¿No escuchaste lo que te dije?”, quería decirle. “Vas a tener que amar”, continuó. “No hay otra forma”.

Ahora, en el andén, pensé en lo que ella había dicho y quedó claro que realmente tenía que amar a esta compañera de trabajo. Analicé lo que dice Jesús acerca de amar a los demás: que debemos hacerles el bien y orar incluso por aquellos que nos hacen la vida difícil.

No logré realizar el cambio de pensamiento necesario acerca de esta mujer de la noche a la mañana. Pero, finalmente, ella y yo nos hicimos buenas amigas, incluso ocasionalmente salíamos a almorzar juntas, y cuando le llegó el momento de jubilarse, me di cuenta de que la extrañaría mucho. 

He descubierto que no puedo continuar con el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana sin llegar a sentir la misma reverencia por las palabras de Jesús que claramente sintió Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de esta religión. Entre las muchas declaraciones con respecto a la necesidad primordial de vivir estas sagradas enseñanzas, ella escribió: “Los mortales deben seguir los dichos de Jesús y sus demostraciones, las cuales dominan la carne” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 266).

Seguir las pautas que Jesús nos dio para llevarnos bien con nuestros semejantes, “domin[a] la carne”, no solo en términos de curación física, sino también eliminando el orgullo, la obstinación, la justificación propia, el resentimiento y otras actitudes malignas que hacen nuestra vida miserable. Esto nos permite experimentar la curación divina que Dios quiere para la humanidad. El propósito del ejemplo inigualable de Jesús no fue simplemente el de inspirarnos, sino también mostrarnos cómo liberarnos de toda forma de sufrimiento. Él prometió: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también” (Juan 14:12). 

Muchas personas obtienen inspiración y consuelo al pensar en el hombre Jesús. Pero aún más importante es obtener una comprensión factible del poder del Cristo que él encarnó. Las inspiradas enseñanzas de la Ciencia divina nos dan este entendimiento y explican cómo superar los obstáculos para la salud y el bienestar como Jesús lo hizo. Ellas nos muestran que sus palabras y obras estaban sustentadas por la ley eterna y divina que todos podemos aplicar para satisfacer nuestras propias necesidades y las de los demás. 

Sobre la base de la semejanza eterna de cada individuo con Dios, Jesús sanó todo tipo de problemas. Sus obras ilustraron vívidamente el hecho de que el hombre tal como Dios lo creó jamás ha caído de su estado espiritual original del ser; que nada puede interferir con nuestra armonía y bienestar porque somos el reflejo del Amor divino, Dios. El Maestro sanó el dolor, la discapacidad y las dificultades, aparentemente sin esperanzas, de todo tipo a través de esta comprensión a semejanza del Cristo de la ley divina. La Sra. Eddy explica: “La comprensión a la manera de Cristo del ser científico y de la curación divina incluye un Principio perfecto e idea perfecta —Dios perfecto y hombre perfecto— como base del pensamiento y la demostración” (Ciencia y Salud, pág. 259).

Por medio de la oración que comprende a Dios como el Principio perfecto y totalmente bueno del universo, y percibe al hombre, a cada uno de nosotros, como lo hizo Jesús —como la imagen espiritual, completa y perfecta de Dios— nosotros también podemos experimentar la restauración de la armonía. Podemos sentir el bienestar genuino que proviene de saber lo que realmente somos: los amados hijos e hijas del Amor divino. Y no hace ninguna diferencia si nuestro problema es físico, financiero, emocional o moral. El poder sanador y redentor que respalda las enseñanzas de Cristo Jesús es universal.

Un amigo mío experimentó esto. Él fue un niño de la calle en un país en desarrollo desde los siete años; tuvo realmente un comienzo difícil en la vida. Después de emigrar a los Estados Unidos, se metió en peleas, bebió mucho y fue arrestado varias veces. Entonces, un día, mientras estaba en la cárcel, vio un ejemplar del Nuevo Testamento que alguien había dejado allí. Sus ojos se iluminaron al leer algunas palabras de Jesús y no podía dejar de pensar en ellas. Cuando salió de la cárcel, dejó de beber, consiguió un trabajo y nunca volvió a meterse en problemas. A partir de entonces, dijo, quería vivir su vida como Jesús enseñó y esperaba que sus seguidores lo hicieran.

Y lo ha hecho admirablemente. Es un hombre trabajador, honesto y maravilloso. Yo nunca hubiera adivinado sus antecedentes, pero una Navidad nos confió a mi esposo y a mí: “No soy el hombre que solía ser”, y nos contó su historia. Las enseñanzas de Jesús literalmente hicieron en él una realidad estas palabras de Pablo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). 

A medida que me he esforzado día tras día por prestar más atención y vivir conforme a las enseñanzas que Jesús le dio al mundo, he llegado a sentir más amor por el hombre que las impartió. Jesús dijo: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23). 

No puedo imaginar nada más maravilloso, ¡o necesario! 

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