Hace unos meses, tuve síntomas de gripe y, junto con el malestar físico, una profunda depresión. Aparentemente, los síntomas de depresión no son inusuales cuando alguien contrae gripe. Al principio, traté de declarar algunas verdades de la Ciencia Cristiana, pero descubrí que no podía expresar ninguna, ni siquiera mentalmente, mucho menos en voz alta. Era como si me estuviera golpeando la cabeza contra una pared de granito.
Luego traté de sentirme agradecida, comenzando con las cosas más simples, como la belleza de la hierba y el calor del sol. El esfuerzo que me tomó hacerlo parecía superarme, sin embargo, comencé a ver un poco de luz. Me recosté en la cama y le pedí a Dios que me mostrara qué necesitaba. Mis ojos se posaron en un folleto de la Ciencia Cristiana que estaba sobre mi mesa de luz titulado “Cómo manejar el magnetismo animal en la curación” por E. Vera Gorringe Plimmer (reimpreso de The Christian Science Journal, October 1969).
Fue entonces que desperté. Reconocí que solo era el magnetismo animal, la creencia en un poder aparte de Dios, lo que me daba miedo, y no la realidad del ser. En el folleto, la autora, una practicista de la Ciencia Cristiana, explica la necesidad de reconocer, por medio de la oración y el tratamiento de la Ciencia Cristiana, que cualquier impresión de algo que se oponga a Dios es nada. Y explica cómo ella misma lo hizo mientras oraba por un paciente.
En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy escribe: “El magnetismo animal no tiene ningún fundamento científico, puesto que Dios gobierna todo lo que es real, armonioso y eterno, y Su poder no es ni animal ni humano” (pág. 102). Yo sabía que cualquier cosa que aparentemente surgiera de esta creencia en algo opuesto a Dios era una ilusión. No podía tener ningún poder sobre mí; no podía lastimarme físicamente ni hundirme en las profundidades de la depresión. También me sentí inspirada a orar específicamente para contrarrestar el odio del mundo hacia la Verdad divina, y apreciar a la Sra. Eddy y su misión divinamente designada como Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana. Declaré que Dios nunca creó un pensamiento lleno de odio ni a nadie que pudiera tener uno. El Amor Divino, Dios, es el único poder y llena todo el espacio. Es imposible que el hijo de Dios exprese algo que no esté impulsado por la influencia celestial del Amor.
Consideré estas verdades por un corto tiempo, y la gran oscuridad que sentía desapareció. No había sido más que una creencia hipnótica, y la oración la expuso por lo que era: absolutamente nada. Los síntomas físicos también fueron sanados. Estaba frente a la presencia del Cristo, “la divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado” (Ciencia y Salud, pág. 583). Fue una experiencia sagrada.
¡Qué lección aprendí! No hay palabras para expresar mi gratitud a nuestro Padre-Madre Dios y a nuestra querida Guía, Mary Baker Eddy.
Margaret La Grange
Coronado, California, EE.UU.
