Después de graduarme de la universidad y regresar a la granja de mi familia para seguir una carrera en el cultivo de manzanas, luché muchísimo con la pregunta: “¿Qué puedo hacer con mi vida para hacer el mayor bien?”. Tuve éxito en el cultivo de la fruta, y gente hambrienta necesitaba alimento para comer, así que la carrera que había elegido parecía ser la adecuada. No obstante, también tenía vecinos que sufrían de enfermedades, depresión, soledad, ira, dolor y otros problemas. Mi corazón estaba muy conmovido por ellos. Yo quería ayudar.
Finalmente, me di cuenta de que no necesitaba ser tan solo un espectador marginal de los problemas de la gente. Podía ayudarlos a encontrar curación por medio de mi práctica de la Ciencia Cristiana. Cuando asumí el compromiso de ayudar a los demás por medio de esta Ciencia, las personas comenzaron a pedirme ayuda, y yo estuve listo para responder con la oración. Cuando oraba como explica la Ciencia Cristiana, me alentaba ver que los enfermos sanaban, el dolor desaparecía, el que sufría de escasez encontraba provisión, y la esperanza y la felicidad regresaban donde antes había habido tristeza. Aunque mi carrera de negocios estaba floreciendo, la recompensa de ver que la gente superaba numerosos y diferentes males por medio del poder de Dios era mucho más gratificante para mí que cualquier número de manzanas que nuestra huerta produjera. Sentía que había encontrado un llamado que me capacitaba para hacer el máximo bien en mi vida. Dejé la granja y me dediqué tiempo completo a la Causa de la curación en la Ciencia Cristiana, lo que ha probado ser una de las decisiones más satisfactorias que he hecho en mi vida.
Al mirar hacia atrás, recuerdo que me encantó la práctica de la Ciencia Cristiana porque es la esencia de una Causa que ayuda a la humanidad a responder a la necesidad más grande de todas: conocer a Dios y comprender la relación del hombre con Él y cómo el amor y el cuidado de Dios responden a las necesidades humanas. Esta práctica sigue los pasos de Jesús, quien comprendió mejor que nadie que la principal necesidad de la humanidad es siempre espiritual. Él sanó la enfermedad, alimentó al hambriento, disolvió el dolor, restauró el sano juicio, calmó tormentas y resucitó muertos basándose en el poder espiritual. Su comprensión de la omnipotencia de Dios lo facultó para vencer el mal y restaurar la salud y la armonía a los enfermos y dolientes por medio de la oración, y esperaba que sus seguidores hicieran lo mismo. Él enseñó: “Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten” (Mateo 6:33, NTV). He descubierto que esta instrucción es verdadera cuando aplico las verdades de la Ciencia Cristiana en mi vida y para aquellos que me piden ayuda.
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