El bachillerato estaba llegando a su fin, y yo era muy infeliz. No tenía metas ni planes verdaderos para después de la graduación. Me sentía deprimida e incluso contemplé suicidarme.
Desde niña había asistido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, pero había dejado de ir. El futuro parecía sombrío, y me sentía desesperada. Al mismo tiempo, me apareció un bulto en un dedo. Probé varios remedios de venta libre, y aunque el bulto a veces se encogía después de una aplicación, siempre volvía.
Mi familia vio mis luchas, y mi mamá finalmente me preguntó si estaría dispuesta a hablar con una practicista de la Ciencia Cristiana, alguien que ayuda a otros a sanar a través de la oración.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!