Cuando mi padre falleció en 2005, me dieron una herencia con condiciones. Dos miembros de la familia estaban a cargo del dinero, y yo solo podía gastarlo con su aprobación. También había condiciones que tenía que cumplir para empezar a recibir pagos, que en su mayoría se efectuaban directamente a los proveedores, y muy poco me daban directamente a mí.
Una de las condiciones era que debía conseguir un trabajo de tiempo completo que pudiera verificar con comprobantes de pagos. Durante años, yo había trabajado mayormente como independiente, y con demasiada frecuencia había carecido de fondos y le había pedido ayuda a mi papá. La otra condición era que debía ver a un psiquiatra y que me pusieran bajo medicación psiquiátrica.
No crecí en una familia de Científicos Cristianos, pero mi padre sabía que me había convertido en estudiante de la Ciencia Cristiana, lo cual él respetaba. Y aunque había fallecido, sabía que él habría apoyado que recurriera a esta Ciencia para sanar. Pero yo no era fuerte y acepté la insistencia de mis familiares de cumplir con las condiciones. Conseguí un trabajo de tiempo completo y comencé a tomar el medicamento.
Pronto me volví adicta a esas poderosas drogas, lo que me hizo delirante y paranoica. Renuncié como miembro de La Iglesia Madre (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston), y dejé de ir a la iglesia (y no volvería a asistir por otros cinco años).
Los guardianes de mi herencia eran muy controladores y observaban cada movimiento que hacía, de manera que no estaba libre de hacer lo que me sentía guiada a hacer. No me gustaba mi trabajo y era miserable. Soy artista, pero no estaba creando muy a menudo. Durante este tiempo también me casé, pero mi matrimonio no era fácil, y estaba muy deprimida la mayor parte del tiempo.
Un día, simplemente dejé de funcionar. Ya no quería vivir más. Terminé en una sala psiquiátrica de confinamiento, donde me daban mucha medicación a diario. Tenía conmigo un ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, junto con algunas otras pertenencias. En este libro, hay un pasaje que interpreta la parábola de Jesús de la cizaña (las malezas) y el trigo, a los que se les permite crecer juntos hasta que uno se pueda distinguir del otro. El pasaje dice: “Lo temporal y lo irreal nunca tocan lo eterno y lo real. Lo mutable y lo imperfecto nunca tocan lo inmutable y perfecto. Lo inarmónico y lo que se destruye a sí mismo nunca tocan lo armónico y existente de por sí. Estas cualidades opuestas son la cizaña y el trigo, que jamás se mezclan realmente, aunque (a la vista mortal) crezcan lado a lado hasta la cosecha; entonces, la Ciencia separa el trigo de la cizaña, mediante la comprensión de Dios como siempre presente y del hombre como reflejando la semejanza divina” (pág. 300).
Esto me ayudó a ver que lo que estaba experimentando no era mi verdadera vida en y del Espíritu divino, vida que está gobernada por Dios y es siempre armoniosa. Y empecé a ver que las drogas no eran la respuesta a ninguno de los desafíos de mi vida. Podía separar la cizaña (la creencia de que dependía de la medicación) del trigo (la verdad de que Dios satisface mis necesidades).
A pesar de las dificultades en nuestro matrimonio, mi esposo me visitaba diariamente, y cantaba y tocaba su guitarra para mí y para los otros pacientes. Esto me elevó increíblemente, y después de dos semanas, se le permitió llevarme a casa
Sin embargo, todavía estaba mentalmente inestable, y muy enojada por cómo me trataba un pariente en particular. Yo era amiga de una practicista de la Ciencia Cristiana, y ella me dijo un día: “Tu pariente no es tu jefe”. Eso fue útil, pero no fue sino hasta que me repitió esto en otra ocasión que desperté. ¡Había estado dejando que una persona dirigiera mi vida en lugar de escuchar a Dios! Comencé un nuevo camino, escuchando y obedeciendo lo que Dios me decía, minuto a minuto. Mi vida comenzó a ir en una mejor dirección. Todavía tenía muchos desafíos que superar, pero seguí aferrada a esta epifanía.
Un artículo en Escritos Misceláneos 1883-1896 por la Sra. Eddy afirma: “Si podemos ayudar a mitigar el sufrimiento y disminuir el pecado, ya habremos logrado mucho; pero si podemos llevar al pensamiento general esta gran verdad: que los medicamentos no producen, ni pueden producir la salud y la armonía, pues ‘en Él [la Mente] vivimos, y nos movemos, y somos’, habremos logrado más” (pág. 8).
Después de mi epifanía, inmediatamente dejé de tomar los medicamentos, algo que los médicos no recomiendan, y tuve una reacción muy mala. Afortunadamente, mi esposo se mantuvo firme a mi lado durante ese episodio extremadamente difícil.
En un momento en que sentí que había llegado nuevamente al extremo, tuve un pensamiento muy claro que sabía que tenía que ser de Dios: “Regresa a tu asociación”. Esto se refería a la reunión anual de estudiantes del maestro con quien había tomado la instrucción de clase Primaria de la Ciencia Cristiana años antes. Mi reunión de asociación era la semana siguiente, así que rápidamente me comuniqué con quienes hacían los arreglos para la reunión y les dije que estaría allí.
Volver a la asociación fue mi regreso a la Ciencia Cristiana. Aunque todavía lidiaba con los mismos problemas, comencé a asistir nuevamente a la iglesia y a empaparme de la verdad. A medida que lo hacía, me volví cada vez más estable mentalmente.
Más tarde me hice miembro de la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, a la que asistía, y volví a filiarme a La Iglesia Madre. Desde entonces, he servido como Lectora, miembro de la comisión directiva, asistente de la guardería, y ujier; y jamás he mirado atrás. Además, nunca he vuelto a tomar la medicación psiquiátrica o visitado a un psiquiatra en los más de diez años desde que ocurrió esta curación. Y al escuchar a Dios como la única autoridad en mi vida, me volví menos temerosa de los familiares que estaban a cargo de mi herencia.
He pasado por muchas otras pruebas, y no siempre ha sido un camino fácil. Sin embargo, he superado tanto y he tenido tantas curaciones que puedo decir con confianza que la ley de armonía de Dios realmente reina, ¡y cada uno de nosotros puede probarlo a diario! Estoy eternamente agradecida por la Ciencia Cristiana.