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Para jóvenes

Una curación fundamental de enfermedad en la universidad

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 30 de agosto de 2021


Una noche, volví de cenar después de una práctica a campo traviesa y con mucha tarea por hacer, lo cual era normal. Me sentía cansado y comencé a notar que se avecinaba un dolor de cabeza. Tomé una siesta, y cuando me desperté, el dolor de cabeza no había disminuido; de hecho, había llegado a tal punto que no estaba seguro de si sería capaz de orar por mí mismo con eficacia. Así que llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda.  

El practicista me dijo que podía orar con hechos espirituales acerca de mí mismo; por ejemplo, que soy un hijo perfecto de Dios y que soy puro, inocente y santo. Me recordó que, debido a estos hechos espirituales, yo estaba a salvo y nada podía hacerme sufrir. Comencé a orar con estas ideas, pero sentí que sería bueno pasar la noche en el centro de enfermería de la Ciencia Cristiana de mi universidad. Llamé a las enfermeras de la Ciencia Cristiana y fui a pasar la noche allí.  

Después de una noche inquieta, me desperté con fiebre y parecía estar manifestando síntomas de varicela; por ende, no podía regresar a mi dormitorio (en obediencia a las leyes de salud pública con respecto a una presunta enfermedad contagiosa). No puedo decir que estuviera afirmando mi identidad espiritual como hijo de Dios, aunque sabía que hacerlo podía sanarme. El magnetismo animal, o la falsa creencia de que hay una fuerza que nos arrastra lejos de nuestra unidad con Dios, parecía muy agresivo. En ese momento, estaba permitiendo que esta creencia falsa entrara en mi pensamiento y yo esperaba sobre todo que el problema disminuyera por sí solo.

Los síntomas persistieron y se hicieron más incómodos. Las enfermeras de la Ciencia Cristiana me alimentaban y me proporcionaban todo lo que necesitaba para sentirme reconfortado y como en casa. Durante este tiempo, todavía estaba trabajando con un practicista de la Ciencia Cristiana, quien continuó orando por mí, dándome ideas y pasajes para orar de la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy.  

Poco a poco, me volví más receptivo y menos resistente a la verdad que sana. Una cita que expresa lo que estaba sintiendo es de Ciencia y Salud: “Las dolorosas experiencias de la creencia en la supuesta vida de la materia, así como nuestros desengaños e incesantes angustias, nos hacen volver cual niños cansados a los brazos del Amor divino” (pág. 322). Me había vuelto tan fatigado y frustrado, con una especie de confianza poco entusiasta en Dios, que “le entregué todo a Dios” y dejé de lado la voluntad humana.  

A partir de ese momento, comencé a estudiar seriamente el pastor de la Ciencia Cristiana, la Biblia y Ciencia y Salud, para ver más claramente que reflejo a Dios. También me encontré con un artículo en el Journal de enero de 1916 llamado “La ley de Dios que todo lo ajusta”, por Adam H. Dickey, estudiante de la Ciencia Cristiana y uno de los primeros trabajadores del movimiento de la Ciencia Cristiana. El comienzo del artículo era muy poderoso. Me ayudó a ver que la ley divina rige mi vida: “El hombre vive por decreto divino. Dios lo creó, lo gobierna, sostiene y dirige conforme a Su ley”. Comencé a comprender más claramente que vivo de acuerdo con la ley de Dios solamente, y no estoy sujeto a ninguna interferencia material; no puedo ser influido por nada más que por Dios, el bien. Inmediatamente, comencé a sentirme mental y físicamente reconfortado. Esa noche, dormí profundamente.

Seguí en comunicación con el practicista de la Ciencia Cristiana y escuchando a Dios para saber lo que necesitaba abordar en mi pensamiento. Me habían dicho que necesitaba estar completamente libre de toda señal de enfermedad antes de poder salir de las instalaciones. Si bien me sentía totalmente bien en ese momento y había mejorado más rápido que los plazos comúnmente conocidos con respecto a la enfermedad, me dijeron que mi cuerpo necesitaba manifestar completa normalidad y salud antes de poder irme. Oré para comprender la integridad de mi curación, porque, como me di cuenta, mi identidad espiritual siempre había estado intacta en el reino de Dios.

Mis padres y mi extensa familia vendrían a visitarme a la universidad, y no estaba seguro de si tendría que perderme el tan esperado fin de semana con ellos. La mañana en que llegaba mi familia, acababa de cortar la llamada con el practicista, cuando, poco después, una enfermera de la Ciencia Cristiana entró en mi habitación. Ella había llamado a la oficina de salud pública del condado y les había dado una actualización sobre lo que estaba sucediendo; ellos dijeron que estaba autorizado a irme.  

Esta curación fue una manifestación tan vívida del cuidado de Dios. Estoy muy agradecido por el poder del amor de Dios y a la Sra. Eddy por brindarnos el maravilloso descubrimiento de la Ciencia Cristiana, el que ha tenido un efecto muy profundo en mi vida.

Connor D’Amico
Norwalk, Connecticut, EE.UU.

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