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Victoria sobre un hábito irracional

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 19 de julio de 2021


Continuaba sucediendo, parecía que no podía dejar de morderme las uñas. Sin embargo, frustrada por este comportamiento irracional, quise encontrar una respuesta. Durante un período de 35 años, había probado muchos remedios diferentes para este hábito, incluso pintarlas con esmalte de uñas de sabor horrible, sentarme sobre mis manos y usar guantes, y había gastado miles de dólares en uñas acrílicas. Pero nada había detenido el problema por más de seis meses. En mis años de adulta, el hábito incluso había dañado dos veces uno de mis dientes. La mayoría de las veces me roía las uñas sin saber que lo estaba haciendo. Y estaba muy consciente de que el impulso de morderlas era especialmente pronunciado cuando tenía ansiedad.

He sido Científica Cristiana toda mi vida, y he tenido otras curaciones. Entonces, ¿por qué había permitido que este patrón de comportamiento me atormentara durante tanto tiempo sin luchar mejor por ello, en otras palabras, sin tomar una posición espiritual más firme en mi pensamiento? Sé que un problema nunca es realmente lo que parece ser en la superficie. Para mí, en realidad nunca se trató de sanar un hábito o ansiedad, sino de abandonar la insidiosa creencia de que tengo una mente separada de Dios y puedo actuar de maneras fuera del control de Dios. Sabía que Él nos hizo espirituales a cada uno de nosotros, y que por ende yo y todos los demás solo podemos expresar verdaderamente a la Mente divina, Dios.

Hace más de un año, esta declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy se destacó para mí mientras leía la Lección Bíblica de esa semana, que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, sobre el tema “Mente”: “La alegría de abandonar las falsas señales del camino y el regocijo al verlas desaparecer, esta es la disposición que ayuda a acelerar la armonía final” (pág. 324). Todas esas décadas de morderme las uñas habían sido ciertamente un acontecimiento falso, de manera que, al día siguiente me senté y escribí un tratamiento metafísico afirmando la verdad de Dios y Su creación y refutando la falta de razón.

Estas son algunas de esas verdades espirituales que anoté acerca de la realidad divina y mi verdadera identidad espiritual: No hay irracionalidad. Sólo hay una Mente, Dios: omnipresente, omnisciente, omnipotente. Dios es infinito y está siempre al timón. Yo reflejo esta Mente así que estoy siempre alerta; nunca desenfocada; nunca distraída, inconsciente o “dispersa”. No hay jamás ni un momento en que no esté reflejando a Dios. El reflejo de la bondad y perfección de Dios es inmediato, y estoy reflejando esta bondad divina ahora y siempre. La bondad no incluye ansiedad. Sólo el bien me gobierna. Mis acciones nunca son sin sentido o poco amorosas; por lo tanto, sólo puedo ser afectuosa conmigo misma. Hay una consciencia: la Mente divina, el Amor divino, la Verdad divina.  

Con respecto a esta consciencia, encontré útil una declaración de uno de los primeros estudiantes de la Ciencia Cristiana. A partir de los comentarios que la Sra. Eddy hizo acerca de la importancia espiritual del primer versículo del Salmo 91, Irving C. Tomlinson entendió que “permaneceremos en la Verdad, porque no tenemos más que una consciencia; nos damos cuenta de que estamos unidos al Amor divino, entonces tendremos salud perpetua, sin lapsos sino armonía duradera” (Twelve Years with Mary Baker Eddy, Amplified Edition, p. 90). 

Después de orar de esta manera, continué con mi vida ajetreada. No fue sino hasta algunas semanas después que me di cuenta de que tenía uñas, y no podía recordar la última vez que las había mordido. Esto nunca había sucedido sin algún tipo de intervención, y estaba tan sorprendida que consulté mi diario para confirmar que realmente había escrito esas verdades espirituales. Efectivamente, allí estaban, y yo sabía que la curación se había producido al tomar esta posición en el pensamiento. Ha pasado más de un año y no me he vuelto a morder las uñas. Y sé que no volveré a hacerlo.

Me he dado cuenta de que puedo combatir otros pensamientos inútiles de una manera similar, comprendiendo y afirmando que los pensamientos, así como las acciones, están, en realidad, gobernados por la Mente divina. La Mente controla el equilibrio, el aplomo y la productividad de nuestros pensamientos, brindando sólo propósito y claridad.

No hay un marco de tiempo o fecha de caducidad para la curación. Los problemas de décadas de antigüedad se pueden sanar muy rápido, incluso instantáneamente, cuando los vemos correctamente como errores de pensamiento. Esta historia en la Biblia es un gran ejemplo: Cuando Pedro y Juan vieron a un hombre cojo mendigando en la puerta del Templo, lo sanaron de inmediato. El hombre no tuvo que aprender a caminar o pasar tiempo fortaleciendo los músculos de sus piernas. La Biblia simplemente dice: “[Pedro] tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios” (Hechos 3:7, 8). 

Independientemente del desafío que cualquiera de nosotros pueda enfrentar, podemos tomar una posición firme a favor de nuestro derecho a tener pensamientos y acciones saludables. Podemos saber que nuestro pensamiento está gobernado por la armonía de Dios y nuestras acciones por Su gracia.

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