Muchos de nosotros tenemos seres queridos y amigos que viven en lugares donde enfrentan desafíos extremos para poner comida en sus mesas y calor en sus hogares. Nuestros corazones están con ellos, y anhelamos ayudar, pero cuando estamos lejos, es tentador creer que simplemente no hay nada que podamos hacer.
Sin embargo, la Biblia nos asegura: “Mi socorro viene del Señor” (Salmos 121:2, LBLA). La Biblia también nos dice que Dios siempre está cerca y es todopoderoso, pero a veces puede parecer que ese podría no ser el caso. ¿Cómo podemos todos experimentar la practicidad de esta promesa? ¿Y cómo podemos traer curación a otros en todo el mundo? Podemos comenzar por deshacernos de la limitante noción de que alguien está desamparado y despertar a la firme promesa bíblica: “El Señor está cerca de todos los que le invocan, de todos los que le invocan en verdad. Cumplirá el deseo de los que le temen, también escuchará su clamor y los salvará” (Salmos 145:18, 19, LBLA).
Esta promesa destaca el poder de la oración para llegar a seres queridos y a otros, tanto lejos como cerca, ¡porque no hay distancia entre Dios y Sus hijos! Para orar, primero debemos dejar de lado todo sentimiento de desesperanza, el cual aleja el pensamiento de la comprensión de que Dios es el Amor divino omnipresente, y que todos somos Sus descendientes, creados espiritualmente a Su semejanza. Cuando nos apartamos de la sensación de que Dios no es otra cosa más que un protector amoroso, ¡estamos abiertos a comprender que Él es lo suficientemente poderoso como para satisfacer las necesidades de Su creación! Al orar de esta manera —al optar por mantener nuestros pensamientos centrados en la comprensión de la omnipotencia, omnipresencia y bondad de Dios— podemos enfrentar desafíos cercanos y lejanos.
El hecho de aceptar el poder del bien no ignora los desafíos que debamos superar en nuestras vidas o en las vidas de aquellos que nos importan. En cambio, reconoce que, puesto que el bien es espiritual, nunca se puede perder. Dios es el bien mismo, de manera que Él es la fuente de todo el bien, que Él está continuamente haciendo aparecer de maneras que renuevan, restauran y responden a las necesidades de cada persona. Al orar para estar más conscientes de la realidad y el poder del bien, vemos nuevas oportunidades y posibilidades para satisfacer las necesidades de las personas más rápidamente. También nos volvemos más receptivos a la inspiración y las ideas constructivas que vienen en respuesta a nuestras oraciones, que pueden ayudar a los demás.
Mary Baker Eddy, la fundadora de este periódico y de la Iglesia de Cristo, Científico, vivió los tiempos problemáticos de la Guerra Civil Estadounidense. Ella estaba familiarizada con las privaciones que tal conflicto trae, sin embargo, después de su descubrimiento de la Ciencia Cristiana, su fe y comprensión de la bondad y el poder supremo de Dios fue un fundamento inquebrantable que le dio la fortaleza para resistir y no sucumbir a la desesperanza y la desolación en muchas situaciones. A través de la oración y un estudio más profundo de la Biblia, comenzó a comprender que el cuidado constante de Dios no solo responde a nuestras necesidades y a las de los demás, sino que también nos fortalece, sana y eleva para liberarnos aún más de la discordia de todo tipo. A medida que crecía en su comprensión del efecto poderoso y confiable de la oración, escribió: “Lo que más necesitamos es la oración del deseo ferviente de crecer en gracia, expresada en paciencia, mansedumbre, amor y buenas obras” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 4).
La paciencia que necesitamos expresar no es una resignación para soportar las dificultades, sino más bien una expectativa del bien. A medida que nosotros y nuestros seres queridos confiamos pacientemente en Dios, el Amor divino, la comprensión que obtenemos trae evidencia tangible de la provisión de Dios para las necesidades diarias de la humanidad, sin importar los desafíos que se presenten. En su obra principal, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribió: “En la Ciencia divina, el hombre es sostenido por Dios, el Principio divino del ser. La tierra, ante el mandato de Dios, produce alimento para el uso del hombre. Sabiendo esto, Jesús una vez dijo: ‘No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber’, no arrogándose la prerrogativa de su creador, sino reconociendo que Dios, el Padre y la Madre de todos, es capaz de alimentar y vestir al hombre como lo hace con los lirios” (pág. 530).
A medida que cada uno de nosotros ora pacientemente con una comprensión del cuidado del Amor divino por todos, las sombras de la duda y el temor se disipan; son reemplazadas por confianza, alegría y paciencia. En una oración como esta, nosotros y aquellos por quienes oramos podemos experimentar la inspiración directamente de Dios. La presencia del Amor divino abre nuestros corazones a las formas prácticas en que podemos ayudarnos unos a otros, y las necesidades son satisfechas de maneras a veces inesperadas. Cuando oramos de esta manera, descubrimos un mayor sentido de dominio sobre los desafíos en nuestras propias vidas y las vidas de nuestra familia en todo el mundo.