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Cómo encontrar la profunda paz de Dios

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 23 de mayo de 2022


¿Te gustaría sentir más paz en tu vida? A pesar de todo lo que se informa sobre un mundo lleno de incertidumbre, hay un universo espiritual que es pacífico, inteligentemente gobernado, estable y lleno de amor, seguridad y protección. Este universo no es un lugar lejano a ser descubierto después de la muerte, sino que está aquí y ahora, y se discierne mediante el sentido espiritual. Como Cristo Jesús enseñó: “El reino del cielo está cerca” (Mateo 10:7, NTV). El universo de la Verdad y el Amor de Dios se encuentra en la consciencia espiritual, y está siempre presente para que lo veamos, conozcamos y experimentemos. 

Cuando era joven y buscaba más paz en mi vida, planeé tener un día libre de todos los compromisos mundanos para comunicarme únicamente con Dios. Aunque estaba a cargo de una gran operación agrícola con mi padre, hice reglas estrictas para mí mismo a fin de que ninguna demanda me distrajera ese día, y me comprometí a hacer los sacrificios necesarios para poder dedicarme a orar.

Cuando llegó el día, estudié la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, para obtener ideas sobre quién soy y hacia dónde me dirigía en la vida. Investigué palabras como paz, calma, quietud, ecuanimidad, fe y confianza. Busqué verdades espirituales para disolver los temores que dominaban mi atención en ese momento y reemplazarlos con una comprensión más clara del amor infinito de Dios, en el que todo funciona al unísono para el bien.

A medida que avanzaba, perdí toda noción del tiempo. Buscar el éxito mundano se convirtió en nada para mí, y como la luz de la mañana que se vuelve más brillante a medida que se desarrolla el día, la paz se expandió y se afianzó, y me sentí cerca de Dios. Por la noche, mi pensamiento estaba asentado, era casi un susurro, elevado, feliz, celestial. No me importaba ni me preocupaba nada. Fue glorioso más allá de todo lo que había conocido. 

La profunda paz que había encontrado se quedó conmigo durante semanas y guio mi vida en direcciones nuevas y progresistas. Los vecinos me pidieron que orara por ellos, lo que me llevó a iniciar una carrera como practicista de la Ciencia Cristiana, el trabajo más feliz que podría haber imaginado. Pronto encontré a la mujer con la que me casaría. Vislumbré lo que se siente al vivir en un universo de Amor infinito, un lugar de paz absoluta que suspende el tiempo y se toma de las manos con la eternidad. Había encontrado la paz y el amor de Dios.

Desde entonces, si empiezo a sentir estrés por los dilemas personales o los sucesos mundiales, pienso en ese día y recuerdo que es posible acallar los temores y ansiedades de la mente humana y encontrar una paz profunda al comprender la verdad de Dios y Su universo. Esta verdad dice que no somos mortales indefensos a merced de la suerte, la enfermedad, el conflicto y el caos. Somos seres inmortales que viven vidas eternas y espirituales aquí y ahora en un universo de Amor divino. Como escribió Pablo, uno de los primeros cristianos: “En él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28, NTV).

Este universo de Amor es nuestro hogar, nuestro lugar de descanso natural. Es un lugar de estabilidad, calma, amor, abundancia y salud. Para el sentido material, esto puede parecer una fantasía. Pero para el sentido espiritual, es sólido como una roca y está a la mano. Cristo Jesús nos enseñó cómo encontrarlo cuando instruyó: “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6). 

El aposento es el sentido espiritual. Cuando los sentidos materiales nos bombardean con informes perturbadores, podemos entrar en el aposento del sentido espiritual, cerrar la puerta ante el estruendo de la mente mortal (una mente hipotética opuesta a Dios, el bien), y sentir la presencia de Dios. La mente humana puede argumentar que esto es imposible, porque afirma que debemos prestar atención al testimonio de los sentidos materiales, sobre todo. Pero no hay nada imperativo acerca del sentido material. No controla nuestra forma de pensar. No es un poder que debamos obedecer y temer. El hombre de Dios está gobernado por el sentido espiritual, que está siempre presente para guiarnos, dirigirnos e inspirarnos. Así como cambiamos los canales de televisión, podemos apagar el sentido material y sintonizarnos con el sentido espiritual para encontrar la paz de Dios.

Al explicar el aposento al que Jesús se refirió, Ciencia y Salud dice: “El aposento simboliza el santuario del Espíritu, cuya puerta se cierra al sentido pecaminoso mas deja entrar la Verdad, la Vida y el Amor” (pág. 15).

El santuario del Espíritu es la totalidad de Dios. Nos hace estar conscientes de la omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia de Dios. Es la única consciencia divina y no incluye ningún mal, ninguna amenaza a la seguridad, ningún clima dañino. No hay conflicto que temer o angustia que soportar. En el aposento de la oración de la Verdad, Dios, las ansiedades temporales de la mente humana se disuelven en Su realidad. Sólo está el Amor infinito, la bondad que todo lo impregna y la paz profunda para sentir, conocer y experimentar. La consciencia de la totalidad de Dios muestra que el mal no es la realidad que parece ser. Sus pretensiones de la realidad desaparecen en el sentido espiritual. 

Como Jesús enseñó, el mal es una mentira, y el diablo es un mentiroso, el padre de todas las mentiras (véase Juan 8:44). Para el sentido espiritual, Dios es Todo-en-todo, la única Vida, Alma, Espíritu y Verdad de la existencia. En realidad, el hombre es espiritual y vive en la totalidad de Dios, protegido, sostenido y sustentado por el Amor infinito. El mal no tiene espacio que ocupar en la totalidad de Dios. Para el sentido espiritual, el mal no es una amenaza. Es una pretensión de poder que no tiene poder. Es un error de creencia que desaparece cuando se comprende la verdad espiritual. 

A medida que entramos en el aposento del sentido espiritual y conocemos la bondad de Dios, lo humano se alinea con lo divino. Las sensaciones temporales e ilusorias del mal se desvanecen, y se experimentan las realidades de la Vida como Dios. La oración “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” que Jesús nos enseñó (Mateo 6:10) se cumple, y más del reino de los cielos se siente en la tierra. La paz se hace cargo. Se produce la curación.

“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado”, escribió el profeta Isaías (Isaías 26:3). La consciencia de la totalidad de Dios encuentra la paz de Dios. En esta consciencia no hay realidad, poder o presencia para experimentar que no sea el Amor infinito y el bien constante. Hay seguridad y salud por todas partes. Hay una paz profunda y perfecta para disfrutar.

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