Al entrar en mi último año del bachillerato, estaba nervioso por el futuro e inseguro sobre lo que quería hacer después de graduarme. Me preocupaba no sentirme satisfecho sin importar lo que hiciera, así que, en general, era apático respecto a todo el proceso de resolver mi futuro.
No obstante, estas preocupaciones eran lo último en qué pensaba al sentarme en un caballete ferroviario y mirar hacia abajo el río y el rápido llamado Zoom Flume. Yo era consejero en entrenamiento en el programa de kayak de un campamento, y estábamos explorando uno de los rápidos más grandes que recorreríamos ese verano. Estaba eufórico por el entusiasmo y los nervios; me encanta el Zoom Flume. Los rostros de los campistas a mi alrededor iban desde ese mismo entusiasmo y nerviosismo hasta algo mucho más cercano al temor.
El propósito de explorar este rápido era armar una “línea”; es decir, un plan sobre cómo atravesar cada elemento del rápido y pasar de un elemento a otro. Dado que este es un campamento para Científicos Cristianos, a menudo comenzamos nuestras actividades con inspiración espiritual. En los programas orientados al río, una idea que ha sido útil es la definición espiritual de río, de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “Conducto del pensamiento.
“Sereno y sin obstrucción, simboliza el curso de la Verdad; pero turbio, revuelto y precipitado, es un símbolo del error” (pág. 593).
En mi opinión, esta idea está de acuerdo con la planificación de tu línea. A medida que encuentras, creas y sigues una buena línea, tu perspectiva del río cambia. Comienzas a pensar menos en él como turbio y revuelto, y más como sereno y sin obstrucción. Realmente me relacioné con esto, ya que me había estado sintiendo desconectado de Dios debido al temor, por lo que mis pensamientos parecían turbios. La vida, como el río, parecía difícil de navegar. Pero mi aprensión, al menos respecto a cruzar los rápidos en kayak, desaparecía a medida que aumentaba la confianza del grupo en nuestra percepción espiritual del río.
Mientras esperábamos para abordar el rápido, varios campistas salieron antes que yo. Me metí en mi kayak con una fe renovada en mis capacidades y con un curso de acción claro. Pero a medida que avanzaba hacia el rápido, vi el bote volcado de un campista frente a mí y otros apresurándose a ayudar. Mientras presenciaba este drama, era difícil concentrarme en la nueva visión que había tenido. Mis ojos estaban fijos en el campista mientras veía fracasar el rescate. Y puesto que no estaba prestando atención a mi propia línea, terminé demasiado cerca de la orilla y en una posición angustiosa y potencialmente peligrosa.
Logré salir bien del rápido. Fue genial ver que a pesar de que me había distraído, las ideas con las que había estado orando me ayudaron.
Sin embargo, de lo que estaba más agradecido era que esta experiencia me ayudó a darme cuenta de que, en cierto modo, Dios nos guía como podríamos guiar un bote a través de un río. El gran amor de Dios por nosotros significa que incluso cuando las aguas se ven turbias, Él todavía nos guía como si esas mismas aguas fueran tranquilas y claras. A medida que confiamos en nuestra percepción espiritual, podemos realmente ver que esto sucede y sentirnos confiados en lugar de temerosos.
Por supuesto, las líneas no son solo para los ríos. Aprendí a buscar una “línea” espiritual y a encontrar dirección para mis planes después del bachillerato. Me ayudó a sentirme menos preocupado por el futuro y más contento de ver el bien que vendría mientras navegaba por mi curso con Dios.
Me encanta saber que la diferencia entre ver algo como “revuelto y precipitado” y verlo como “sereno y sin obstrucción” es tu confianza en Dios —y tu disposición a seguir Su guía— mientras sigues avanzando.