Cuando ocurren sucesos trágicos y se pierde la vida, ¿hay algún consuelo? He descubierto que la comprensión de Dios como la Vida misma puede ser un consuelo poderoso. Esta no es una esperanza ciega llena de optimismo, sino la convicción espiritual profundamente arraigada de que no importa cuáles parezcan ser las circunstancias, todos los hijos de Dios están sostenidos con seguridad en Su amor que todo lo abarca: que la vida está intacta para siempre y continúa más allá de la limitada visión humana de la vida. Vislumbrar esta verdad desarrolla una fortaleza y una paz que no pueden ser sacudidas y sanan el dolor.
Mi esposo y yo descubrimos que esto es cierto cuando nuestra hija adolescente murió en un accidente automovilístico provocado por alguien aparentemente bajo la influencia del alcohol. El ejemplo de Cristo Jesús fue un consuelo y una fortaleza para nosotros en ese momento. Jesús vino a probar que la vida es eterna, e incluso cuando estaba en la cruz pidió a Dios que perdonara a aquellos que lo crucificaron. Su resurrección y ascensión demostraron que la muerte no era la finalidad que parece ser. Y nos prometió que la paz del Cristo estaría con nosotros para siempre.
El mismo amor de Dios que sostuvo a Jesús todavía está aquí, abrazando a todos. El Salmo 91 asegura: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. ... a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos” (versículos 1, 11). Incluso frente a las situaciones más trágicas, Dios está amorosamente sosteniendo todo en el gran corazón de Su amor. Los tiernos mensajes de Dios, o ángeles, alimentan con inspiración espiritual a los que lloran por haber sufrido una gran pérdida. Aferrarse tenazmente a estos mensajes reconfortantes es fortalecedor.
Mary Baker Eddy, la descubridora de la Ciencia Cristiana, escribió sobre el hombre de Dios, refiriéndose a todos nosotros como descendencia de Dios: “El Espíritu es su fuente primitiva y última del ser; Dios es su Padre, y la Vida es la ley de su ser” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 63). El hombre, creado a imagen de Dios, del Espíritu, es espiritual. Nuestra verdadera vida nunca estuvo en la materia para perderse. Reflejamos la Vida divina eternamente.
Todos tenemos la habilidad innata de contemplar los hechos espirituales de la vida, incluso donde la evidencia material de la muerte se transmite más fuertemente.
Cuando mi esposo y yo abrazamos estas verdades con oración y reverencia, nos dimos cuenta de que nuestra hija estaba a salvo bajo el cuidado de Dios, donde siempre había estado. Pronto la angustia desgarradora y la sensación de estar separados de ella desaparecieron, y encontramos nuestra alegría y paz nuevamente. Finalmente, el perdón también llenó nuestros corazones.
Más allá de lo que somos capaces de percibir con nuestros ojos, hay una realidad espiritual presente más grande: Dios, el Amor divino mismo, siempre abrazando y sosteniendo a Sus hijos. La Vida es más de lo que conocemos, y podemos encontrar paz y descanso en esta verdad.
Ya sea que estemos llorando una pérdida personal u orando por otros que han sido atrapados en sucesos traumáticos, todos podemos tomarnos un momento para celebrar la vida eterna de todos. Podemos descansar en la certeza de que todos son bendecidos y sostenidos para siempre en el amor y el consuelo de nuestro querido Padre-Madre Dios.