Hace muchos años, cuando trabajaba en un instituto de capacitación técnica en mi ciudad natal de Chandigarh, India, nos dijeron que habría proyectos adicionales pagos que realizarían programas para universidades de ingeniería en el verano. Como formadora de maestros, esperaba con ansias esto, pero pronto mi alegría se desvaneció cuando descubrí que estaban distribuyendo estos programas entre personas favorecidas. Nunca expresé mi opinión al respecto, pero cuando volvió a suceder lo mismo para los programas de invierno, hablé sobre el tema directamente con el jefe de mi departamento. Su vaga respuesta me sorprendió. Comencé a orar afirmando que todos mis proyectos y aprecio por mi trabajo provienen directamente de mi Padre-Madre Dios, pero parecía simplemente una repetición de palabras sin ningún espíritu.
Asisto a una reunión anual de la asociación de estudiantes de la Ciencia Cristiana, y ese año el tema fue “Cómo sanar el magnetismo animal”. De mi estudio del tema, continué sabiendo que la fuente del magnetismo animal, la sugestión de que el mal existe y opera en nuestras vidas, no es ni una persona, ni un lugar, ni una cosa. Es tan solo una sugestión falsa que trataría de esclavizar nuestro pensamiento para que no podamos escuchar a Dios y recibir la guía divina.
Una noche, después de terminar el trabajo, supe que necesitaba orar hasta que recibiera un mensaje claro de Dios. Me sentí como Jacob en la Biblia, que estaba luchando por escuchar un mensaje angelical. Además de sentir enojo hacia mi jefe, de repente también dudé de mis habilidades para enseñar, las que durante muchos años habían sido apreciadas. En una hora más o menos, pude escuchar lo que necesitaba escuchar: que Dios es la fuente de mi autoestima y que nada podía quitarme este sentido espiritual de mi valía.
También sentí gratitud por los momentos en que no enseñaba los programas de capacitación pagos, porque me daban más tiempo para colaborar con la Causa de la Ciencia Cristiana, trabajando en la iglesia y ayudando a organizar conferencias. También apreciaba más el tiempo que pasaba con mi familia. Finalmente, me di cuenta de que nunca le había dado mucha importancia al dinero —tomando licencias del trabajo sin pago para ayudar con el trabajo de la iglesia— así que ¿por qué habría de molestarme esta vez? A través de la oración, me inspiró una verdad de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Jesús urgió el mandamiento: ‘No tendrás dioses ajenos delante de mí’, lo que puede interpretarse: No tendrás creencia de que la Vida es mortal; no conocerás el mal, porque hay una sola Vida, a saber, Dios, el bien” (págs. 19-20).
Después de orar esa noche, dormí tranquilamente y estuve totalmente libre de todos los pensamientos de ira o frustración en la mañana. Mi relación cordial con mi jefe se restauró rápidamente, y yo estaba asombrada del amor de Dios. Y luego recibí un cheque de regalo de mi suegro, ya que había recibido su tan esperada pensión. Fue más del doble de la cantidad que habría obtenido de un programa pago.
En 2009 decidí tomarme vacaciones durante un mes en el verano, decidida a no caer en la trampa de pensar en los programas pagos o no remunerados. Para mi sorpresa, mi jefe me llamó y me pidió que llevara a cabo al menos un programa pago. Me negué cortésmente, ya que tenía muchas actividades desafiantes e interesantes en ese momento, todas proporcionadas por el Amor divino.
Trabajé en mi empleo con mucha satisfacción durante un año más, hasta que me sentí impulsada a jubilarme voluntariamente y trabajar a tiempo completo como practicista de la Ciencia Cristiana. La Ciencia Cristiana es realmente la “perla de gran precio”, y la valoro por transformar completamente mi vida, mi perspectiva y mi carrera.