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Para jóvenes

De camino al campeonato estatal de fútbol

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 24 de enero de 2022


Mi último año de bachillerato acababa de comenzar y finalmente me había ganado un puesto de titular en el equipo de fútbol de mi escuela. Después de una gran actuación en la temporada regular, mi equipo estaba ansioso por el torneo estatal y la posibilidad de participar en el campeonato estatal.

Sin embargo, me sentí frustrada y decepcionada cuando mi entrenador puso a su hija, una estudiante de primer año, como titular antes que a mí. Después de cuatro años de trabajo diligente, tuve la sensación de que me quitaban injustamente la oportunidad de ser una jugadora titular. Para colmo, me torcí el tobillo en el último encuentro antes de los partidos decisivos. Era doloroso y caminaba cojeando.

Había asistido a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana siendo niña, y sabía que podía recurrir a Dios con estos problemas. La Escuela Dominical me había enseñado que Dios es Vida, la fuente de toda buena actividad, y que es Amor, y nos apoya a cada uno de nosotros en todo momento. Debido a lo que había aprendido, para mí Dios era real y digno de confianza, así que era natural orar. Y lo mejor de volverse a Dios en oración es que trae soluciones prácticas: verdadera curación.

Cuando comencé a orar por mi tobillo lesionado, este versículo de la Biblia me resultó extremadamente útil: “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1). Memoricé este versículo, y con cada paso que daba, cambiaba mis pensamientos por esta idea. En lugar de afligirme por el dolor, comencé a aceptar el hecho espiritual de que Dios gobierna cada parte de mí. Por ser Su hija, camino con Dios a cada momento y reflejo Su fortaleza y aplomo. Ciertamente, caminar con un Dios amoroso no podía ser doloroso. Más bien, era una oportunidad para reconocer mi perfección espiritual, que no puede cambiar.

Cuando llegó el día del partido, me sentí honesta y cómoda al decirle a mi entrenador que podía jugar. A pesar de que todavía caminaba con una ligera cojera, cada vez que pisaba la cancha de fútbol, me era posible jugar sin dolor. Corría libremente y pateaba la pelota con facilidad. Incluso cuando me venían a la mente pensamientos que argumentaban que mi desempeño debía ser limitado, afirmaba con diligencia que mi derecho a caminar —y correr— perfectamente provenía de Dios, porque Él me hizo.

Estaba jugando bastante bien, pero todavía seguía frustrada con mi entrenador. Y aunque había orado diligentemente por mi tobillo, no puedo decir que realmente hubiera orado por la frustración. Finalmente, en el viaje en autobús al partido de las finales de distrito, comencé a orar por eso también. 

Expresar gratitud a Dios siempre ha sido una de mis formas favoritas de orar porque me ayuda a sentirme muy cerca de la bondad de Dios. Así que, durante el viaje, agradecí sinceramente por todos los que participaban en el juego: nuestros competidores, los árbitros y mis compañeras de equipo. Estaba agradecida por la cancha en la que estábamos jugando y el hermoso clima ese día. El cielo azul y el aire fresco del otoño eran perfectos para un partido de fútbol. Y agradecí sinceramente por mi entrenador, quien estaba comprometido con nuestro equipo y también sabía que podía expresar un liderazgo justo y honesto. Cuando llegamos a la cancha, la frustración había desaparecido. Me sentía alegre y completamente en paz.

El partido fue muy reñido. En la segunda mitad, mi entrenador me puso como titular, y jugué muy bien, y siento que contribuí en gran manera con nuestro equipo. Al final, ganamos el partido. Mientras jugaba, mi tobillo estuvo completamente funcional, y supe que mi desempeño había sido impulsado por mi consciencia espiritual y la gratitud por la bondad de Dios. 

También estaba agradecida cuando, más tarde esa noche, mi entrenador me llamó inesperadamente. Elogió mi desempeño y me agradeció por mi alegría, pues sintió que había elevado el equipo. Él incluso me dio una posición de titular para los próximos juegos, los que culminaron en el partido de campeonato estatal. Y mi tobillo no me dolió y estaba completamente sano, y permaneció así durante todos esos partidos.

Aunque mi equipo perdió las finales estatales, la armonía y la curación que descubrí durante esa temporada me hicieron sentir victoriosa. Esta experiencia me enseñó acerca del amor infalible y el poder total de Dios sobre cada aspecto de nuestras vidas. Ahora sé que cuando recurrimos a Dios en busca de ayuda, incluso frente al dolor físico o las relaciones difíciles, encontramos curación y recibimos las bendiciones de Dios.

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