Mi último año de bachillerato acababa de comenzar y finalmente me había ganado un puesto de titular en el equipo de fútbol de mi escuela. Después de una gran actuación en la temporada regular, mi equipo estaba ansioso por el torneo estatal y la posibilidad de participar en el campeonato estatal.
Sin embargo, me sentí frustrada y decepcionada cuando mi entrenador puso a su hija, una estudiante de primer año, como titular antes que a mí. Después de cuatro años de trabajo diligente, tuve la sensación de que me quitaban injustamente la oportunidad de ser una jugadora titular. Para colmo, me torcí el tobillo en el último encuentro antes de los partidos decisivos. Era doloroso y caminaba cojeando.
Había asistido a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana siendo niña, y sabía que podía recurrir a Dios con estos problemas. La Escuela Dominical me había enseñado que Dios es Vida, la fuente de toda buena actividad, y que es Amor, y nos apoya a cada uno de nosotros en todo momento. Debido a lo que había aprendido, para mí Dios era real y digno de confianza, así que era natural orar. Y lo mejor de volverse a Dios en oración es que trae soluciones prácticas: verdadera curación.
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