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Para jóvenes

¿De qué se trata?

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 28 de marzo de 2022


Mi vida era buena, pero yo tenía un secreto. Aunque me iba bien en el bachillerato y mi familia estaba feliz y tenía suficiente dinero, no podía deshacerme de una pregunta triste que me había estado carcomiendo por un tiempo: ¿Cuál es el punto de todo esto?

Para mí eso significaba: ¿Cuál es el punto de la vida si finalmente todos vamos a morir?

Me doy cuenta de que es deprimente, pero así me sentía. Era cínica en las actividades sociales, pensando que todos se estaban cegando con cosas insignificantes como las conversaciones triviales, las compras y los planes de viaje. Parecía que todos ignoraban el hecho de que nada de eso era a largo plazo, o al menos, eso era lo que me parecía a mí.

No le conté a nadie sobre mi lucha porque no quería que se preocuparan. Logré escapar de la oscuridad llenando mis días con tareas, ensayos de teatro, la televisión y los amigos. 

Al estudiar la Ciencia Cristiana un poco a la ligera, no se me ocurrió que lo que estaba aprendiendo podría ser relevante para esa sensación de que nada tenía sentido y que nadie más parecía comprender. Así que me sentía miserable en sumo grado. Ese sentimiento gris estaba siempre allí debajo de la superficie, y continuó durante unos dos años. Hasta pensé en el suicidio, pero amaba demasiado a mi familia como para someterlos a eso.

Los domingos por la tarde eran los peores. Sin escuela, sin ensayos, nada para llenar el tiempo y alejar el decaimiento. Un domingo, estaba sola en mi habitación y súper triste debido a este sentimiento de “cuál es el punto”. Pero entonces como que un pensamiento se deslizó y me sorprendió: “Podrías tratar de orar”.

“Oh, vamos”, argumenté conmigo misma. “Orar no va a cambiar nada de los aspectos básicos de la vida humana”. 

Pero me sentía tan deprimida que traté de orar. Para mí, orar significaba escuchar, como estar a la espera de que un sentimiento de bondad se posara sobre mí. Quería sentir que Dios es bueno, y el Amor total, y está en todas partes. Pero mientras trataba de sentir eso, irrumpió un pensamiento negativo: “Bueno, eso podría ser cierto a nivel espiritual, pero ¿cuál es el punto de esta vida humana?”.

Entonces me vino un gran pensamiento en respuesta: “Tienes razón. No tiene sentido, no está en la materia. Estás buscando en el lugar equivocado”. 

Fue casi como si alguien lo dijera en voz alta. De repente me di cuenta de que estaba tratando de encontrar significado y propósito en la existencia mortal, un lugar que simplemente no los tenía, y que nunca los tendría. 

Inmediatamente sentí mucha claridad y alivio. Para mí, el cambio mental era no dejarse engañar por esta vida oscura y limitada porque, de hecho, siempre estamos viviendo en la buena realidad de Dios: la realidad espiritual. Solo tenemos que girar y mirar en la dirección correcta para reconocerlo. Me di cuenta de que estaba perfectamente bien disfrutar de las cosas buenas de la vida, pero para mí, el disfrute necesitaba venir de un lugar más profundo para ser verdaderamente satisfactorio.

Por ejemplo, digamos que pasaste un fin de semana caribeño a mediados de enero. Si participaste solo superficialmente —relajándote bajo el sol, dando largos paseos por la playa— entonces podría ser decepcionante. Dependerías de tus amigos para divertirte, que el clima coopere, que el ambiente sea relajado. Pero esas cosas pueden fallarnos, y ahí es cuando la vida puede no tener sentido.

En cambio, necesitamos buscar el bien más profundo en cualquier situación. En las vacaciones en el Caribe podrías:

  • Reconocer que la belleza natural de la isla se origina en el Alma, la fuente de toda belleza. (Entonces no importaría si llueve.)
  • Apreciar toda oportunidad en que las personas expresan Amor, y ver la absoluta irrealidad de cualquier cosa que no sea amorosa, porque el Amor realmente llena todo el espacio. 
  • Observar la energía y la fuerza de la Vida. Podrías verlo en el atletismo de los surfistas, la alegría de bailar durante horas o sentirlo en el viento en tu cara mientras caminabas por la playa.
  • La vida cambió totalmente para mí al comprender que hay una respuesta espiritual a la pregunta “¿Cuál es el punto?” Comencé a esforzarme por “sentir a Dios” en los acontecimientos cotidianos. Algo que Mary Baker Eddy escribió en su libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras lo resume así: “Debemos examinar en profundidad el realismo en vez de aceptar sólo el sentido exterior de las cosas” (pág. 129). En otras palabras, en lugar de vivir en la superficie, comencé a mirar las conversaciones, amistades, sucesos, ¡la vida!, desde un punto de vista espiritual.

Y seguí haciéndolo. No es como si me hubiera vuelto una santa o distante o lo que sea. Fue más bien un cambio sutil en la actitud, como mirar la vida a través de un lente diferente.

Ahora veo mi vida diaria como un gran laboratorio de pruebas, donde puedo explorar lo que es Dios, el Amor, observar cómo el Amor se expresa de infinitas maneras y ver cómo puedo experimentar curación.

Así que ese es el punto de la vida. Qué simple. Qué profundo.

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