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Para jóvenes

Del temor a la libertad

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 14 de marzo de 2022


¿Una clase de buceo? ¿En pleno invierno? Había crecido en un clima cálido y vivía cerca del océano, así que me sentía perfectamente a gusto en el agua. Pero parecía bastante irreal caminar en las noches oscuras y frías envuelta hasta la cabeza en mi abrigo, y con botas y bufanda para tomar esta clase en mi universidad del Medio Oeste.

Sentía que mi valentía y capacidad física eran continuamente amenazadas. Me había encantado nadar toda mi vida, pero el buceo me parecía muy diferente. Escucharme respirar era inquietante, y la máscara, la boquilla, el tanque de aire con correas, el cinturón de pesas y las aletas me daban una sensación que rayaba en la claustrofobia.

Como mi universidad era una escuela para Científicos Cristianos, mis amigos y yo abordábamos este curso con la oración. En experiencias difíciles pasadas, había aprendido a confiar en esta poderosa declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (pág. 494). 

De manera que, en lugar de sentirme abrumada por los desafíos, enfrentaba cada uno como una oportunidad para demostrar la provisión y el cuidado perfectos de Dios por mí. Y mediante la oración y el aliento de mis amigos, pude realizar la mayoría de las tareas submarinas, nadando con equipo de buceo completo a través de circuitos con obstáculos en el fondo de la piscina mientras los asistentes del instructor nos presentaban emergencias hipotéticas.

No obstante, a pesar de la constante oración, una tarea en particular parecía estar más allá de mi habilidad y valor. La tarea consistía en saltar desde un lado de la piscina hasta lo más profundo, donde nuestro equipo de buceo nos estaba esperando. Teníamos que abrir nuestro tanque de aire, ponernos todo y luego nadar hasta el extremo poco profundo de la piscina, sin salir a tomar aire. Rápidamente nos dimos cuenta de que los cuerpos de las mujeres flotan más fácilmente que los de los hombres, y en varios intentos, no pude quedarme abajo el tiempo suficiente como para siquiera comenzar. Algunos otros en ese curso, también fallaron en este desafío.

En la última noche de la clase, tuvimos que completar una prueba final. Todo fue bien hasta que me di cuenta de que la prueba incluía realizar esa tarea en la que había fallado. Al principio, estaba aterrorizada. Mientras oraba humildemente para tener valor y fortaleza y confiaba en que Dios, el Amor divino, me cuidaba, el temor desapareció, y estaba ansiosa por superar esos sentimientos de limitación y fracaso. Sabía, como nos asegura la Biblia, que “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (Salmos 46:1); y que “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Aferrándome a estas ideas como los hechos espirituales que gobiernan la situación, me zambullí, completé la tarea perfectamente y, de hecho, me resultó muy divertida. La piscina con su luz azul pálido era muy bella. Tuve una maravillosa sensación de libertad cuando salí del agua en el extremo poco profundo.

Aprobé el curso, al igual que todos mis compañeros de clase. Más tarde, un amigo y yo aprobamos nuestro buceo en aguas abiertas en un hermoso parque estatal de arrecifes de coral submarinos en los Cayos de la Florida y recibimos nuestra certificación. El sentimiento claustrofóbico nunca regresó, y todavía recuerdo la sensación de profunda alegría y libertad mientras nadaba entre los coloridos cardúmenes de peces en el arrecife de coral. 

Desde esta experiencia, he tenido una confianza permanente en que realmente puedo sentirme segura en cualquier lugar de la creación de Dios, y que Su cuidado amoroso está conmigo dondequiera que vaya y lo que sea que enfrente.

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