El coronavirus sigue siendo un problema grave hoy en día. Para muchos, las vacunas ofrecen la esperanza de liberarse del problema. Aun así, para obtener una libertad aún mayor, hay otra respuesta que es importante considerar: descubrir más del poder de Dios para proteger y sanar.
El conocimiento de que Dios es el Espíritu divino fortalece la mente y el cuerpo, como sugiere Isaías: “Exaltado es el Señor, pues mora en lo alto; ha llenado a Sion de derecho y de justicia. Él será la seguridad de tus tiempos, abundancia de salvación” (33:5, 6, LBLA). No obstante, esta promesa implica hacer algo más que confiar ciegamente en que Dios cuidará de nosotros. Requiere un conocimiento más profundo de Su fuerza fortalecedora. Esto es algo que Jesús comprendía.
En el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy dice que las oraciones de Jesús eran “declaraciones profundas y concienzudas de la Verdad, de la semejanza del hombre con Dios y de la unidad del hombre con la Verdad y el Amor” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 12). Las “declaraciones profundas y concienzudas de la Verdad” nos indican que debemos descubrir más de lo que Dios, la Verdad, es y hace. La Biblia sugiere que nuestra verdadera naturaleza es espiritual y que estamos hechos para expresar a Dios. En consecuencia, el deseo de conocerlo y ceder a Su amoroso cuidado es natural para nosotros. Cuando sentimos este cuidado de Dios, este trae un efecto armonizador a nuestros cuerpos que sana y previene la enfermedad.
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