La travesía de la bandera iba a ser el momento culminante de mi verano. Estaba asistiendo a un campamento para Científicos Cristianos que es conocido por una actividad de tres días que envuelve un juego de contacto total para capturar la bandera. Cada equipo esconde una bandera, suspendiéndola entre dos árboles, y los otros equipos intentan capturarla sin que los atrapen.
Como hacemos para muchas actividades, mis compañeros de equipo, los consejeros y yo oramos por este juego. Me centré en el Salmo 91 de la Biblia, que comienza con esta reconfortante declaración: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”. Me gustó mucho la idea de que todo lo que estábamos haciendo estaba bajo el cuidado de Dios y protegido por Él.
En el segundo día del partido, llovía a cántaros. Pasé mucho tiempo tratando de asaltar el campamento de otro equipo para capturar su bandera para mi equipo. Aunque tenía dudas sobre mi capacidad para hacer esto, reforcé mi valor, entré sigilosamente en el campamento y terminé anotando una bandera. Fue un momento victorioso. Pero al regresar a mi campamento trepé sobre un tronco y me distendí un músculo de la pierna. Decidí ignorar el dolor y perseverar en el juego. Pero mi pierna seguía molestándome.
Anocheció, y estaba ansioso por asaltar otro campamento y anotar nuevamente otro tanto para mi equipo, a pesar de que cojeaba un poco. Me acerqué a los límites del campamento del otro equipo arrastrándome por el bosque. Esto me obligó a moverme muy lentamente y permanecer en una posición estrecha e incómoda. En un momento dado, había estado gateando durante tanto tiempo que ya no estaba seguro de dónde estaba. Ninguno de los alrededores me resultaba conocido. ¿Estaba perdido?
Fue entonces cuando recordé otro salmo con el que había estado orando que dice que Dios nos guía. Me tranquilicé al darme cuenta de que en vez de tener miedo, podía confiar en la guía de Dios incluso en lo más profundo del bosque.
Al continuar mi lento progreso hacia el campamento enemigo, vi una luz. Cuando me acerqué, noté que dos personas del otro equipo estaban construyendo una estructura, lo que me advirtió que yo estaba cerca de su bandera.
Al principio me emocioné, pero cuando me paré detrás de un árbol para averiguar dónde estaba la bandera, me empezó a doler mucho la pierna. Estaba empapado, cansado y temblando debido a la lluvia. En ese momento, me sentía tan mal que hasta pensé en abandonar todo el evento.
Pero en medio de mi frustración, ese versículo del Salmo noventa y uno me vino al pensamiento: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”. Allí estaba yo, escondido en las sombras y sintiéndome desesperado, cuando este pasaje vino a mi rescate ayudándome a darme cuenta de que podía recurrir a Dios. No importa cuál sea la situación, Dios siempre está conmigo, guiándome y dándome lo que necesito. Sabía que esto incluía libertad y movimiento ilimitado en todo momento, ya que la libertad y el movimiento provienen de Dios y, por lo tanto, siempre son míos porque soy Su expresión. Esto me ayudó a cambiar mi enfoque de pensar en cómo estaba mi pierna a cómo cuidaba Dios de mí.
Mientras oraba de esta manera, miré hacia arriba del árbol detrás del cual me escondía. Para mi sorpresa, descubrí una cuerda que sostenía la bandera del equipo justo encima de mí. Pero aún más emocionante fue darme cuenta de que volverme a Dios me había liberado de las incomodidades que había estado experimentando: el músculo distendido y la sensación de frío por la lluvia. El dolor de la pierna había desaparecido.
Esa fue una de las noches más divertidas y libres que he tenido. Pasé el resto de la noche jugando el juego con alegría y facilidad. Mi confianza en Dios me había llevado a la victoria y a la libertad física. ¡Me lo pasé genial!