Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

El “gran trono blanco”

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 30 de junio de 2022


En sus cartas a Timoteo, el apóstol Pablo exhortó a los seguidores de Cristo a orar por “todos los que están en autoridad; para que podamos llevar una vida tranquila y pacífica con toda piedad y honestidad” (1 Timoteo 2:2, KJV).

Mary Baker Eddy también exhortó a su iglesia (La Ciencia Cristiana en contraste con el panteísmo, pág. 14): “Orad por la prosperidad de nuestro país y por su victoria bajo las armas; que la justicia, la misericordia y la paz continúen caracterizando su gobierno, y que ellas gobiernen todas las naciones. Orad para que la divina presencia continúe guiando y bendiciendo a nuestro primer magistrado, a aquellos asociados con su cargo ejecutivo y a nuestro poder judicial; que dé a nuestro congreso sabiduría, y que sostenga a nuestra nación con la diestra de Su justicia”. En este mismo mensaje, la Sra. Eddy incluyó una oración y bendición por los valientes hombres de las fuerzas armadas de nuestro país.

Los Científicos Cristianos obedientes han orado así durante muchos años, y han aprendido que la oración justa no solo logra la victoria y las bendiciones, sino que purifica el pensamiento de quien ora, liberándolo de la crítica destructiva y la forma de pensar resentida. También nos abre los ojos a oportunidades para servir que de otra manera quizá no se habrían visto.

El siguiente incidente, ocurrido hace algunos años, servirá para ilustrar este punto. El entonces Presidente de los Estados Unidos había aceptado una invitación para pronunciar el discurso en la inauguración de un monumento en uno de los campos de batalla de la Revolución Estadounidense. Unos días antes del evento, un agente federal descubrió un complot para asesinar al Presidente tan pronto como se levantara en la plataforma para dirigirse a los presentes. El agente se apresuró a regresar a Washington con su informe, pero se detuvo entre trenes para buscar a dos practicistas de la Ciencia Cristiana que residían en ese estado. Les pidió que oraran por la seguridad del Presidente, cosa que aceptaron hacer con mucho gusto. Durante algunos años habían orado diariamente como nuestra Guía había pedido en su mensaje, pero este era un llamado a efectuar una oración especial.

Las autoridades correspondientes dieron los pasos humanos necesarios para evitar dichos problemas, y todo salió bien.

Durante las cuatro horas que el Presidente estuvo en su estado, los dos practicistas dedicaron todo el tiempo a la oración. Mientras oraban sucedió algo extraño: ambos se sintieron casi abrumados por la sensación de una carga agobiante, tan pesada y cruel que parecía como si ningún ser humano pudiera soportarlo.

Uno le dijo al otro: “¿Será que esta es la carga que nuestros presidentes tienen que soportar?”. Luego ambos oraron para eliminar esa carga. Les vinieron estas palabras de Isaías: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?” (Isaías 58:6).

Una nueva luz amaneció para ellos en la visión de San Juan, donde el Revelador habla de “un gran trono blanco” en el cielo, y de Aquel que se sentó sobre él (Apocalipsis 20:11). Estos dos practicistas vieron y comprendieron, como nunca, la supremacía absoluta del gobierno de Dios y la unidad y la totalidad de la Mente divina. Vieron claramente que no hay muchos tronos —solo uno; asimismo, no hay muchos gobernantes— solo Uno. En la misma realidad del ser no hay muchas mentes, que odian y son odiadas, que hipnotizan y son hipnotizadas, porque la única Mente divina incluye y gobierna todo. Esta Mente única es la esencia de la inteligencia y la sabiduría; por lo tanto, estas cualidades divinas son reflejadas para siempre por el hombre a semejanza de su Hacedor.

El hombre no tiene poder, inteligencia o sabiduría que no derive de Dios, sino que esta provisión divina inagotable es suya sin límite, porque el hombre es la expresión y emanación misma de la fuente de todo el bien. Además, tomaron conciencia de la idolatría de ver a la persona en el lugar del Principio divino. Toda autoridad está en Dios. Pensar de otra manera es pensar destructivamente en lugar de constructivamente respecto a nuestro gobierno.

Vieron que la responsabilidad del gobierno y la provisión es de Dios, no del hombre, y que en el gobierno la parte del hombre consiste en ser el reflejo feliz y obediente de la Mente divina única. A medida que estos dos practicistas oraban de esta manera, la sensación de carga comenzó a desaparecer hasta que nada quedó de ella, y en su lugar había una gran consciencia de libertad, de absoluta seguridad, paz y armonía.

Dos días después encontraron en el periódico matutino el relato de una entrevista concedida a la prensa por el secretario del Presidente. El secretario contó que el Presidente había disfrutado de su tiempo fuera, y había regresado con excelente salud y ánimo, y concluyó con estas palabras: “El Presidente dice que durante este viaje sintió que desaparecía la agobiante carga mental que lo había embargado cuando tomó el juramento del cargo, y de la cual no había logrado aliviarse hasta ahora”. No es difícil imaginar la enorme gratitud a Dios, y la humildad y alegría con que aquellos Científicos Cristianos leyeron acerca de esa entrevista; tampoco es difícil entender que esta fue una lección que nunca debe olvidarse.

Todo cristiano verdadero sabe que hay un “firmamento” eterno, o una línea firme e intransigente de separación entre el bien y el mal. Lo correcto es correcto, y lo incorrecto es incorrecto. Los valores morales deben mantenerse rectos y claros hasta que toda creencia en un poder aparte de Dios, el bien, sea aniquilada por la Ciencia divina. Pero debemos observar el gobierno del Cristo en la destrucción del mal. Esta regla impersonaliza científicamente el mal y luego lo destruye. Esta acción de la consciencia del Cristo sana y salva. La acción cruel y destructiva no es Ciencia, no es el camino del Cristo, y no procede de Dios.

La Ciencia del Cristo que pone al descubierto el error como impersonal e irreal lo destruye. Si personalizamos el error, le damos, en creencia, un agente con el que contraatacar. El mundo entero ha aprendido ahora una lección sobre el terrible error del apaciguamiento. Hemos probado y ahora conocemos la naturaleza mortal del narcótico mental de la apatía, y no queremos saber nada más de él; no obstante, nuestros tiempos de prueba aún no han terminado, y no podemos darnos el lujo de disminuir nuestra vigilancia y nuestras oraciones. La espada de los justos puede detener la espada de la agresión, pero no puede destruir los móviles malvados de la guerra agresiva, solo el Cristo, la Verdad, puede hacer eso.

La firma de los términos de paz después de que acabe esta guerra global puede ser el preludio de un período en el que las diversas opiniones del gobierno, tanto ocultas como visibles, pueden esforzarse por controlar la formación del nuevo orden mundial, pero no debemos tener miedo del resultado. El poder es un atributo de Dios, el bien, no del mal, y podemos prever y prevenir las pretensiones del mal.

El modelo para una democracia verdadera y universal ya ha sido revelado por el Amor divino. En las páginas 246 y 247 de La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, la Sra. Eddy escribe: “La Carta Magna de la Ciencia Cristiana significa mucho, multum in parvo: todo-en-uno y uno-en-todo. Representa los derechos universales e inalienables de los hombres. Su gobierno, esencialmente democrático, es administrado por el común acuerdo de los gobernados, en el cual y por el cual el hombre gobernado por su creador se gobierna a sí mismo. La iglesia es el vocero de la Ciencia Cristiana, su ley y su evangelio están de acuerdo con Cristo Jesús; sus reglas son la salud, la santidad y la inmortalidad, igualdad de derechos y privilegios, igualdad de los sexos y rotación en los cargos”. En esta gran carta, la Sra. Eddy muestra a la iglesia en su relación correcta con el gobierno. “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Salmos 127:1 LBLA).

A medida que los truenos de los dictadores desaparecen en el olvido, el liderazgo espiritual de la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, brillará como el sol señalando el camino —el único camino— a través de la comprensión individual y la demostración de las enseñanzas de Cristo Jesús. La revelación de esta gran Guía, y santa mensajera de Dios, le devuelve el reino, el poder y la gloria a Dios.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más artículos en la web

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.