En este podcast de Sentinel Watch, adaptado para imprenta, Jenny Sawyer habla con Tim Mitchinson, practicista y maestro de la Ciencia Cristiana, de Naperville, Illinois, Estados Unidos. El programa se centró en lo siguiente: Cuando procuramos resolver algo, o tenemos que orar con persistencia para sanar, ¿qué es lo que nos ayuda a perseverar en ello? ¿Y por qué deberíamos hacerlo? Para escuchar el podcast (en inglés), visita sentinel.christianscience.com/persistence.
Jenny: Tim, me estabas contando acerca de una época, cuando eras adolescente, en la que tuviste un problema crónico de la piel que hacía que partes de la misma estuvieran enrojecidas e irritadas. Te sentías asustado y avergonzado de que te sucediera frente a los demás. ¿Cómo lidiaste con esto?
Tim: Mi madre era una Científica Cristiana muy dedicada. Esto significa que, para sanar la enfermedad, ella recurría a Dios y a la oración. Leía de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy. Mi padre no era Científico Cristiano, y a menudo acudía a la medicina cuando estaba enfermo. Yo asistí a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, así que decidimos que recurriríamos a la Ciencia Cristiana para sanar este problema.
Habías asistido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, así que supongo que probablemente habías experimentado otras curaciones en aquel entonces. Pero aquí estabas orando mucho y esa condición seguía apareciendo. ¿Hizo flaquear eso tu fe?
Era muy decepcionante. Pero yo era un ávido lector, así que encontré una biografía muy útil sobre Mary Baker Eddy. Se llamaba Twelve Years with Mary Baker Eddy, escrita por Irving C. Tomlinson. Entonces, ese verano en particular, cuando lidiaba con el problema de la piel, leí ese libro y me di cuenta de que el poder sanador de la Ciencia Cristiana tiene una historia maravillosa. De hecho, se ha demostrado continuamente. También leía los testimonios en la parte posterior de los números del Christian Science Sentinel, y comprendí que, si las ideas sanadoras eran verdaderas para todos esos escritores, eran verdaderas para mí. Y esto me ayudó a superar cualquier sensación de que tal vez mis oraciones no eran lo suficientemente buenas.
Creo que a veces, cuando parece que algo ha estado ocurriendo durante mucho tiempo, es como si surgiera el deseo de echarle la culpa a alguien o algo. Y una de dos cosas tiende a suceder. O bien, culpamos a Dios porque pensamos que Él de alguna manera nos está negando algo, o nos culpamos a nosotros mismos porque pensamos que no estamos haciendo un trabajo lo suficientemente bueno. ¿Cómo lidias con eso?
Tenemos que saber que Dios no nos abandona. ¿Y cómo lo sabemos? Porque la Ciencia Cristiana enseña que coexistimos con Él en este mismo momento. La Biblia dice en el libro de los Hechos: “Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos” (17:28, LBLA). Dios no sería un Padre-Madre si no manifestara Su amor a Sus hijos. De modo que Dios expresa amor constantemente. Nadie está jamás separado de este amor; nadie es olvidado. Ahora bien, a veces necesitamos permanecer realmente callados y permitir que ese amor se sienta. No es fácil. En ocasiones, lo más difícil de hacer es simplemente poner la mano en la boca y decir: “No me voy a quejar de esto o a enojarme por ello. En cambio, voy a escuchar y sentir el amor de Dios por mí”.
¿Cómo lo hiciste cuando todavía estabas tratando de lograr esta curación? ¿Alguna vez tuviste momentos en los que todavía sentías que no era fácil confiar en Dios o en que habría una curación?
Sí, y recuerdo esto vívidamente. Mi piel estaba más resquebrajada que nunca. Estaba muy desanimado. Y entonces mi madre le pidió a una mujer que era miembro de la iglesia y estaba comenzando su práctica pública de la curación mediante la Ciencia Cristiana que viniera a nuestra casa. Ella quería ser practicista de la Ciencia Cristiana. Mi mamá le pidió que hablara conmigo.
Ella llegó, y estaba tan llena de amor que me sentí sumamente reconfortado. De hecho, podía sentirme reconfortado por el amor que ella manifestaba. Con humor y gracia, compartió conmigo algunos de los pasajes de la Biblia y Ciencia y Salud que ella había enseñado en la Escuela Dominical ese día. Pero entonces hizo algo muy importante. Tomó otro libro por Mary Baker Eddy, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea, y lo abrió en la página 150. Me leyó un pasaje largo, del que solo leeré parte aquí, pero que fue muy importante para mí. Dice así: “Deteneos junto al límpido lago, durmiendo entre riberas pobladas de sauces, teñidas de esmeralda. Ved en él el cielo reflejado y la luna iluminando con su suave gloria. Esto conmoverá vuestro corazón”.
Mary Baker Eddy está describiendo aquí un lago y cómo puedes ver en su superficie el reflejo de todo lo que lo rodea. Eso significó mucho para mí porque a principios de ese año habíamos estado en Pensilvania, de donde era mi familia, y teníamos una pequeña cabaña junto a un lago. Temprano en la mañana, podías salir y ver el reflejo del cielo y los árboles en sus aguas. Así que yo sabía de lo que hablaba la Sra. Eddy. Bueno, a continuación, viene el punto importante: “Luego, en inaudible oración, pedid a Dios que os capacite para reflejarlo a Él, para que seáis Su propia imagen y semejanza, o sea, el sereno, claro y radiante reflejo de la gloria del Cristo…”.
Había algo en ese pasaje que realmente me llegó. Y eso fue todo; era algo a lo que sabía que realmente podía aferrarme y hacerlo mío. Quería ser ese “sereno, claro y radiante reflejo de la gloria del Cristo”, no un adolescente quebrantado por alguna enfermedad. Así que realmente oré con esa declaración, puse un marcador en el libro, y me quedé con él. Y fue en ese momento que, aunque los síntomas no habían cambiado, mi pensamiento cambió. La querida amiga que vino a mi casa ese domingo por la mañana continuó orando conmigo y me habló todos los días durante las siguientes semanas. Y yo sabía que este desafío físico se resolvería.
Y finalmente, se resolvió. Era una noche muy cálida. Frenético, me desperté a medianoche y, una vez más, mi cuerpo estaba completamente cubierto por la enfermedad. Tenía comezón por todas partes, y estaba muy, pero muy desanimado. Y empecé a llorar.
A través de las lágrimas, me vino la palabra reflejo con mucha fuerza, y pensé: “¡Sí, soy el reflejo de Dios y Dios está aquí mismo!”. Esa verdad había atravesado el desaliento y el temor.
Así que encendí la luz, abrí el libro y leí nuevamente ese pasaje. De alguna manera, sabía en lo más profundo de mi ser que esta era la verdad acerca de mí. Yo era el reflejo de Dios. Yo era “el sereno, claro y radiante reflejo de la gloria del Cristo”. Esa era la garantía de que, en ese momento, allí mismo, yo era el hijo de Dios. Y en muy poco tiempo, sané por completo. Esa noche se produjo el gran paso de progreso, y la enfermedad desapareció. No he tenido ni rastro de ello en los muchos años transcurridos desde entonces.
Cuéntanos un poco más acerca de ese momento, Tim.
Esta es la clave que he encontrado en la curación una y otra vez. Cuando la verdad de Dios y el hombre —ya sea que provenga de un pasaje de la Biblia, de un pasaje de los escritos de Mary Baker Eddy, como sucedió conmigo, ya sea que venga de las palabras de un himno o, tal vez, de la certeza de un practicista de la Ciencia Cristiana— cuando la verdad detrás de esas palabras se vuelve más importante para ti que lo que parece estar sucediendo en el cuerpo, lo que está sucediendo en el cuerpo cede.
Fue en ese momento en medio de aquella noche, que la verdad de ese pasaje significó más para mí que lo horrible que se veía mi cuerpo. Fue más importante para mí. Y ahí fue donde se produjo el cambio, porque ya no le tenía miedo. Amaba tanto la Verdad que era más valiosa para mí que cualquier otra cosa. Fue entonces cuando el temor, la ansiedad y la decepción se desvanecieron de tal manera, que la curación fue completa.
Una cosa más: Esta querida amiga que vino a mi casa se regocijó conmigo por esta curación en la Ciencia Cristiana, esta prueba del amor de Dios por el hombre. Entonces, cuando solicitó ser incluida oficialmente como practicista de la Ciencia Cristiana en el Journal, presentamos esta curación como prueba de su capacidad para practicar la curación en la Ciencia Cristiana. Esta curación nos benefició tanto a ella como a mí.
Estoy pensando en este momento en una amiga que hace poco conoció la Ciencia Cristiana y, por lo tanto, no tiene el largo historial de curación que sé que tenía tu familia. En este tipo de situación, ¿cómo podrías ayudar a alguien así? ¿Dónde puede ella encontrar su confianza?
El primer lugar es la Biblia. Estas son experiencias que han resistido la prueba del tiempo. La gente ha recurrido a estas experiencias a lo largo de los siglos y ha encontrado consuelo y curación. Uno de mis pasajes favoritos se encuentra al final del Salmo 139, y termina con estas palabras: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (versículos 23, 24). Para mí, esto es una oración: Dios, usa Tu amor para destruir cualquier temor en mí, cualquier ansiedad en mí, cualquier cosa que me haga pensar que hay un sentido de separación entre Tu amor y yo.
No hay separación entre el hombre y Dios, Dios y el hombre. Así que me encanta eso de “guíame en el camino eterno”; deja que Tu amor impregne de tal manera mi pensamiento que el temor desaparezca, y luego llévame hacia adelante. Seguiré a donde Tú me guíes.
Eso es lo que Jesús hacía. Pasaba las noches orando hasta que estaba tan seguro del amor de Dios por todos, que cuando iba entre las multitudes todos eran sanados. Él sanó a todos y cada uno porque no podía verlos separados de Dios. Él sabía a través de sus horas de oración que el amor de Dios los incluía a todos. Y así, tal como él lo vio, lo comprendió y lo reconoció, fue natural que todos fueran sanados.
Creo que a veces podemos sentirnos fatigados por la persistencia porque puede parecer un proceso o que simplemente nos estamos esforzando demasiado. Y al menos para mí, es muy útil cuando el equilibrio cambia y puedo comenzar a reconocer que lo que mis oraciones están haciendo es mostrarme que Dios es el que realmente lo hace.
Así es. No queremos asumir esa falsa responsabilidad que dice que tenemos que sanarnos a nosotros mismos. En cambio, queremos saber que lo único que estamos haciendo es aprender acerca de lo que Dios ya ha hecho. Todos ya somos ese “sereno, claro y radiante reflejo de la gloria del Cristo”. Nosotros no lo hacemos así. Simplemente, nos estamos dando cuenta de ello.
Tim, tú eres músico, ¿verdad?
Sí, toqué el clarinete durante muchos años.
Hablemos de cuando tienes que aprender una pieza musical realmente difícil. ¿Cómo sabes que estás progresando y cómo podemos relacionar eso con estar en una de estas travesías en busca de curación? ¿Qué queremos encontrar a lo largo del camino para asegurarnos de que realmente vamos en la dirección correcta?
Toqué muchos años como clarinetista en bandas sinfónicas, y en el bachillerato fui miembro de la Orquesta Sinfónica Juvenil del Gran Chicago. Hubo momentos en los que tenías que practicar un único compás una y otra y otra vez, simplemente para obtener la digitación correcta, tan solo para que la digitación se sintiera natural.
De la misma manera, a veces estamos viendo lo que parece ser una gran curación, en lugar de darnos cuenta de que solo necesitamos practicar lo que hay en ese “compás” en particular que enfrentamos. ¿Cuál es el temor que parece abrumarnos hoy? ¿Cuál es la verdad que aniquila ese miedo? Ya sabes, practicar un compás en la música es como tomar una cita de la Biblia o Ciencia y Salud, de la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana o de un himno, y mantenerlo tan cerca del pensamiento que se vuelve natural y normal a nuestro reconocimiento de quiénes somos.
Estaba pensando en un profesor de piano que tuve y que una vez me dijo que necesitaba practicar cada compás hasta que pudiera tocarlo con las muñecas sueltas en lugar de tensas. Estaba pensando en un paralelismo con la muñeca suelta. Para mí, eso siempre ha sido simbólico de estar más en el espíritu de la pieza en lugar de centrarse en la técnica o las notas específicas de la partitura. Y creo que tal vez lo mismo ocurre con la curación, cuando podemos llegar a ese lugar donde realmente estamos en el espíritu de lo que es verdad, en el espíritu del amor de Dios por nosotros, o percibiendo ese sentido de lo que es la verdad, esta es una gran indicación de que estamos avanzando.
Sí. En una ocasión, me dieron una pieza musical especialmente difícil de tocar. Pero un pasaje de Ciencia y Salud me ayudó a hacerlo. En la página 470, Mary Baker Eddy dice: “El hombre es la expresión del ser de Dios”. Me di cuenta de que mientras tocaba esta pieza, estaba expresando la armonía de Dios. Estaba expresando el ritmo de Dios. Estaba expresando la inteligencia de Dios. La misma inteligencia que le reveló esta pieza musical al compositor es la misma inteligencia que me la revela a mí.
Hay otro pasaje en Ciencia y Salud que lleva esto al reino de la curación, y se encuentra en la página 258: “Dios expresa en el hombre la idea infinita desarrollándose a sí misma para siempre, ampliándose y elevándose más y más desde una base ilimitada”. Este es uno de mis pasajes favoritos. Dios expresa en el hombre la idea infinita de la salud, la idea infinita de la paciencia, del amor, de la fortaleza, del valor, de la integridad. Dios expresa en el hombre toda idea correcta. Lo único que se desarrolla es la expresión de Dios en todas estas ideas maravillosas.
Dios expresa en el hombre la idea infinita de la fortaleza desarrollándose a sí misma para siempre, la idea infinita de la salud, de la alegría, del compañerismo, de la bondad. Me encanta este pasaje y sigo buscando estas ideas. ¿Cuáles son las que Dios está expresando en mí, en todos, en este momento? Y se están desarrollando. Así que nuestro entendimiento está “ampliándose y elevándose más y más desde una base ilimitada”; no está atrapado en ninguna situación, nunca es olvidado, sino que está siempre ampliándose y elevándose más y más en la comprensión de nuestra verdadera individualidad como el hijo perfecto de Dios, como la idea de Dios en este mismo momento. Me encanta ese pasaje.
Ese pasaje es un clásico. Abordemos el hecho de que vivimos en una sociedad donde todo se arregla rápido y hay mucho sobre la gratificación instantánea. Ahora bien, es obvio que hay momentos en que tenemos curaciones rápidas, tenemos cambios rápidos. Pero ¿qué hay detrás de la persistencia?
La Ciencia Cristiana ofrece mucho más que una curación física, aunque esta sea importante. Y lo que hace un practicista de la Ciencia Cristiana es llevar la verdad sanadora al individuo para que tenga una curación corporal. La Ciencia Cristiana en sí misma es mucho más porque nos enseña quiénes somos como hijos de Dios, y eso luego amplía toda nuestra perspectiva; no solo de quiénes somos, sino también de quiénes son los miembros de nuestra familia, quiénes son nuestros compañeros de trabajo. Nos brinda una comprensión más profunda de quién es cada uno como hijo de Dios.
En una época, analicé mi vida y vi que era difícil. Me iba muy mal financieramente. Vivía en verdad de cheque en cheque. Hubo momentos en que pasé hambre por la noche. Vivía solo en ese momento. Tenía un perro, pero vivía solo. Me sentía aislado y tuve miedo al ver que mi vida simplemente no progresaba en absoluto. He usado esta frase un par de veces, “ser olvidado”, y así es realmente como me sentía.
La mayoría de mis amigos estaban casados. Tenían familias y, ciertamente, carreras profesionales más importantes que la mía. Era un hecho que ganaban más dinero que yo. Incluso las personas más jóvenes parecían haber progresado más que yo en mi vida. Y pensé, no puedo seguir así. Algo tiene que cambiar; mi vida tiene que mejorar.
Así que tomé un ejemplar de Ciencia y Salud. Me dije, voy a leer este libro de principio a fin. Y pensé: Bueno, tal vez pueda terminarlo en un mes más o menos. También tomé un marcador fluorescente, y cada vez que había un pasaje que significaba algo para mí, lo resaltaba y pensaba en él.
A veces era un párrafo, y pasaba horas con él, tal vez incluso un día, quizá hasta una semana; a veces era tan solo una oración. Y lo que pensé que me llevaría un mes en terminar el libro, me llevó todo un año. Al recordar ese año, me di cuenta de que nada había cambiado. Seguía teniendo problemas financieros. Todavía vivía solo.
Pero entonces volví a analizar mi entorno, y me di cuenta de que todo había cambiado. Ya no me veía como una víctima de algún tipo. Ya no me veía luchando. Ya no me veía pobre. En cambio, tenía este maravilloso sentido de quién soy como hijo de Dios. Toda mi vida había cambiado.
Tenía este libro lleno de pasajes marcados que me decían que no soy un mortal material en apuros, soy el hijo inmortal y espiritual de Dios. Tan solo un par de meses después de eso, conocí a la mujer que se convirtió en mi esposa. Ella ya tenía una hija de tres años. Instantáneamente tuve una familia. Después de casarnos, nos mudamos a otra casa. En cuanto a mi situación laboral, comencé a estar mucho más ocupado y próspero. Y pudimos comprar un auto nuevo. Pudimos adquirir cosas que antes no parecía que podíamos pagar. Pero lo más importante de todo es que estaba parado sobre un terreno más firme, de manera que cuando llegaron otros desafíos, pude manejarlos, pude enfrentarlos, pude orar por ellos y verlos sanar.
Así que mi vida cambió por completo, y creo que eso es lo que hace cada curación en la Ciencia Cristiana. A veces son muy inmediatas y rápidas, otras toman un poco de tiempo. Pero ya sean rápidas o las que tardan un poco más, no somos la misma persona. Hemos aprendido algo. Hemos experimentado el poder de Dios y nos sentimos más cerca de Él. Esto nos fortalece y nos anima y nos hace más sabios y más capaces de ayudar a los demás.
Me recuerda algo de Ciencia y Salud que habla del Amor divino, Dios: “... el Amor apoya el corazón que lucha hasta que cesa de suspirar por el mundo y empieza a desplegar sus alas hacia el cielo” (pág. 57).
Sí. Aunque la curación quizá tome un tiempo y pueda ocasionar lágrimas, e incluso pueda parecer casi imposible, nunca lo es. Con Dios todas las cosas son posibles. Con Dios todas las cosas son perfectas ahora mismo. Y a medida que nos aferramos a eso, lo reconocemos y cedemos a su poder, hallamos que se pone de manifiesto en nuestras vidas.
Me gustaría dar una ilustración más de un desafío de muchos años que se resolvió, y que simplemente ilustra el punto de que cuando la Verdad que encontramos es más importante para nosotros que la condición física que está ocurriendo, dicha condición debe ceder.
Cuando estaba en la universidad y luego durante unos años después de graduarme, cuando trabajaba en ventas al por menor, mi rodilla de pronto se salía de lugar. Se inflamaba mucho y era muy doloroso. Oraba acerca de esto y comprendía que la armonía era una de esas maravillosas cualidades de Dios. Entonces, la inflamación y el dolor desaparecían. Pero regresaba imprevisiblemente, y esto duró unos cuatro o cinco o tal vez seis años. La última vez fue cuando estaba trabajando en una tienda de ropa para hombres antes de entrar en la práctica de tiempo completo de la Ciencia Cristiana.
Este día en particular, alguien insistía en ver camisas, las cuales estaban debajo de todo lo demás en unas cajas cerca del piso. De modo que estaba constantemente agachándome y levantándome, y mi rodilla estaba hinchada y me dolía mucho. Esto fue difícil. Incluso me costó conducir a casa desde el trabajo esa noche.
Así que busqué la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana de esa semana, y la abrí. Ya era entrada la noche, pero sabía que mi respuesta estaba en esa Lección Bíblica. Y había un pasaje en la página 355 de Ciencia y Salud donde Mary Baker Eddy escribe: “Que la discordancia, cualquiera sea su nombre y naturaleza, no se oiga más, y que el sentido armonioso y verdadero de la Vida y del ser tome posesión de la consciencia humana”.
Eso significó mucho para mí. Marqué con un círculo la cita en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, y la destaqué en mi Ciencia y Salud. Me di cuenta de que esto era a lo que necesitaba aferrarme, al menos durante esa noche, para dejar que el verdadero sentido de la vida y el ser tomara posesión de mi consciencia. Soy el hijo de Dios. Soy la expresión de cada una de Sus cualidades. No hay ninguna cualidad de Dios que no esté completamente incluida en mí en este momento. Y eso incluía la cualidad de la agilidad, la cualidad de la fortaleza, la cualidad de no tener dolor alguno.
Aquella noche, la inflamación disminuyó. El dolor desapareció. Curiosamente, ese fue el fin del problema. Y cada vez que me acuerdo de esa situación de la rodilla, rememoro ese pasaje. Lo que estaba aprendiendo de Dios es lo que define esta curación y cada una de nuestras curaciones, y, así mismo, lo que estamos aprendiendo del hombre como imagen y semejanza de Dios. Eso es lo que constituye la curación.