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Para jóvenes

Encontró a su verdadera Madre

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 2 de mayo de 2022


Estaba a punto de mudarme y comenzar mi primer trabajo verdadero después de la universidad. Este paso era el cumplimiento de un sueño, y realmente deseaba que llegara el día de empezar a trabajar. Sin embargo, sentía una gran tristeza mientras empacaba.

Mi madre y yo acabábamos de tener otra amarga discusión; la última a lo largo de varios años difíciles de nuestra relación. Estos desacuerdos generalmente comenzaban por algo pequeño y luego se intensificaban hasta convertirse en airadas críticas de una a la otra. Ahora parecía que me iría de casa en malos términos con mi mamá. 

Un obstáculo entre nosotras era mi fe cada vez más profunda en Dios. De niña, mi madre no había asistido a la iglesia y tendía a ver la religión con escepticismo. Entonces, cada vez que yo trataba de compartir, aunque fuera un poco de lo que estaba aprendiendo en la Ciencia Cristiana, ella lo descartaba con impaciencia. Me dolía que menospreciara lo que era más importante para mí.

Anhelaba tanto tener una relación afectuosa y comprensiva con mi madre, y me esforzaba por hacer mi parte, pero nunca parecía ser suficiente. Angustiada, me volví a Dios en busca de ayuda. 

El pensamiento que me vino a continuación fue totalmente inesperado: No puedes pedirle peras al olmo. Había escuchado este dicho antes, pero nunca había pensado en lo que significa. No obstante, en ese momento me di cuenta de que era la forma en que Dios me decía que estaba buscando amor en el lugar equivocado. 

Podría parecer que el amor nos llega de otras personas, pero había estado aprendiendo en la Ciencia Cristiana que “Dios es amor” (1 Juan 4:8); que Dios, el Amor divino, es la única fuente real del amor. Dios, que es nuestro verdadero Padre y Madre, siempre está derramando amor ilimitado sobre cada uno de nosotros, y nada puede interponerse en el camino e impedir que lo recibamos. Y nosotros, como hijos de Dios, reflejamos todo el espectro de las cualidades del Amor, entre ellas: pureza, ternura, gracia, respeto, abnegación, bondad y afecto. 

Las relaciones afectuosas con los demás son la expresión del Amor divino, no el origen. Cuando hacemos las cosas al revés y nos volvemos hacia otras personas para que nos proporcionen el amor que anhelamos, el resultado puede ser bastante frustrante; como tratar de obtener peras de un olmo. 

Una vez que comprendí esto, dejé de esperar que mi madre satisficiera una necesidad que solo el Amor infinito podía saciar. Al confiar en que Dios nos cuidaba como una madre a las dos, ya no me preocupé si mi mamá respondía a mis expectativas o yo a las de ella. Sabía que el Amor nos satisfaría a cada una de nosotras. 

Continué empacando y sintiéndome más aliviada, y para cuando me fui unos días después, mi madre y yo estábamos en mejores términos. Este fue un alivio bienvenido, y estaba agradecida. Pero no fue el final de la historia. Lo que se desarrolló en los próximos meses superó con creces todo lo que podría haber imaginado. 

Cuando comencé mi nuevo trabajo, descubrí que mi supervisora era una mujer quince años mayor que yo. Ella se hizo cargo de mí y se convirtió en una mentora amable y solidaria, así como en una buena amiga. Era una expresión brillante del amor maternal de Dios, y me enseñó mucho sobre la humildad, la generosidad y el cuidado enriquecedor para los demás. Y como era una madre divorciada con dos hijos, también aprendí mucho de ella sobre los desafíos de ser una madre sola. Esto me hizo comprender mejor el punto de vista de mi madre y sentir más compasión por ella.

Mientras tanto, mi mamá estaba formando amistades estrechas con dos mujeres jóvenes en su oficina, una de las cuales era una cristiana devota. Lo que aprendió sobre sus vidas le dio una nueva perspectiva sobre las esperanzas y los desafíos de las mujeres de mi edad. Incluso estaba interesada en escuchar cómo su joven amiga cristiana oraba sobre las cosas que sucedían en su vida. Esto le dio a mi madre una nueva apreciación del valor de la fe en Dios. Su actitud hacia el cristianismo comenzó a suavizarse.

Durante los años siguientes, mi madre y yo nos acercamos más. Al expresar más respeto mutuo y disminuir la tendencia a criticar, nos comunicábamos más a menudo y expresábamos afecto genuino. Ya no tratando de obtener algo de la relación, nos reuníamos con regularidad solo para disfrutar de la mutua compañía. Con el tiempo, nos hicimos muy buenas amigas, y finalmente tuve el apoyo y la relación afectuosa con mi madre que había anhelado. 

El amor maternal de Dios realmente está presente para todos nosotros. Puede expresarse en la forma de una amiga cariñosa, un maestro o entrenador solidario o un miembro amable de la iglesia. Pero cualquiera sea nuestra necesidad, podemos confiar en que será respondida si comenzamos por buscar amor en el lugar correcto: en Dios, nuestra verdadera Madre.

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