Uno de los conceptos de la Biblia que encuentro más reconfortante y alentador aparece al final del Salmo 23: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días” (versículo 6, LBLA).
Esta “casa del Señor” es algo maravilloso. Sin paredes, cables, tuberías o pintura, Dios provee a Sus hijos —lo que nos incluye a todos— un hogar que tiene una durabilidad tal, que perdura para siempre.
¿Cómo? La Biblia revela que Dios es Espíritu y Amor. El Espíritu divino, en todo lo que crea, manifiesta lógicamente sólo lo que es espiritual. Bajo esta luz, el verdadero sentido de nosotros mismos es completamente inmaterial. Dios nos crea no como mortales sujetos a las deficiencias de la condición física, sino como Su imagen y semejanza, representando la hermosa y permanentemente completa naturaleza espiritual de Dios. La espiritualidad no es sólo nuestro estado futuro del ser; es nuestro estado actual.
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