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Hogar y refugio en Dios

De El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Publicado en línea - 14 de julio de 2022


Uno de los conceptos de la Biblia que encuentro más reconfortante y alentador aparece al final del Salmo 23: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días” (versículo 6, LBLA).

Esta “casa del Señor” es algo maravilloso. Sin paredes, cables, tuberías o pintura, Dios provee a Sus hijos —lo que nos incluye a todos— un hogar que tiene una durabilidad tal, que perdura para siempre.

¿Cómo? La Biblia revela que Dios es Espíritu y Amor. El Espíritu divino, en todo lo que crea, manifiesta lógicamente sólo lo que es espiritual. Bajo esta luz, el verdadero sentido de nosotros mismos es completamente inmaterial. Dios nos crea no como mortales sujetos a las deficiencias de la condición física, sino como Su imagen y semejanza, representando la hermosa y permanentemente completa naturaleza espiritual de Dios. La espiritualidad no es sólo nuestro estado futuro del ser; es nuestro estado actual.

Por lo tanto, se deduce que las creaciones espirituales de Dios están diseñadas para habitar en la casa del Señor, el reino de Dios, como lo expresó Jesús. Él dijo: “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” (Lucas 6:20). Incluso si sentimos que somos “pobres” al comprender que el verdadero hogar, la salud y la felicidad se encuentran en el Espíritu, no en la materialidad, siempre podemos volvernos humildemente más receptivos a la ayuda de Dios para comprender esto.

Cuando recurrimos a Dios en oración para comprender o sentir Su presencia, se producen maravillosos cambios de perspectiva. El vasto reino de Dios comienza a aparecer. Percibimos aún más que cada uno de nosotros, por ser creaciones del Amor divino, hemos estado viviendo espiritualmente en el reino de Dios —el reino de la bondad y la perfección— todo el tiempo. Ni una sola cosa puede desplazarnos de nuestro hogar en este reino perfecto. Para cada uno de nosotros, nuestro refugio para siempre ya está establecido, a salvo en Dios. Y comprender este hecho espiritual, aunque sea un poco, puede beneficiar nuestra vida cotidiana.

Hace un tiempo, un amigo cercano perdió la casa que él y su familia llamaban hogar, junto con todas sus posesiones mundanas, en un incendio. Se quedaron solo con la ropa puesta y el uno con el otro.

Pero la oración sincera lo ayudó a él y a su familia a darse cuenta de que nuestro verdadero hogar en Dios es en realidad algo mucho más expansivo y brillante que lo que vemos en la escena material. Mi amigo dijo que más que una simple estructura física, el hogar “puede ser cualquier lugar donde mi familia se reúna para compartir el amor y animarse mutuamente”. Entonces, su familia llegó a definir de forma permanente el hogar de una manera completamente nueva: dondequiera que elijan sentir la presencia de Dios y amarse unos a otros con el amor de Dios.

Estas ideas los apoyaron mientras lidiaban con las secuelas del incendio, incluida la búsqueda de un nuevo lugar para vivir. Mi amigo también me dijo que antes del incendio, los miembros de su familia habían estado en desacuerdo con frecuencia. Reconocer que la felicidad del hogar no está en las estructuras o posesiones físicas, sino más bien en el reino invencible de Dios que es tan expansivo que realmente no tiene límites, cambió esa dinámica para mejor.

En un poema, la fundadora de The Christian Science Monitor, Mary Baker Eddy, expresa vívidamente que nuestro hogar está seguro en Dios, el Amor divino:

Amor, refugio nuestro, no he de creer
el lazo que nos pueda hacer caer;
habita con nosotros el Señor,
Su brazo nos rodea con amor.
(Escritos Misceláneos, pág. 389).

En el reino completo de Dios, “la casa del Señor”, cada uno de nosotros siempre es apreciado y celebrado. En todo el planeta, el amor de Dios se desborda para cada uno de nosotros más allá de cualquier cosa que podamos imaginar. En nuestra unidad con Dios, en nuestra naturaleza como el reflejo del Espíritu divino, se nos brinda todo lo necesario y se nos mantiene seguros. Los incendios, las inundaciones, las bombas y las tormentas no tienen ningún efecto en nuestro refugio invencible en el Amor divino que es el Espíritu.

Como dice un himno amado: “Tu bondad y amor son míos para siempre; / en la morada del Amor, estoy en casa” (Katie Grigg-Miller, Christian Science Hymnal: Hymns 430-603, N° 584, para. © CSBD).

Todos podemos experimentar el sentido más pleno del hogar que viene al comprender que siempre estamos en casa en Dios.

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