Mis amigos y yo habíamos decidido participar en una carrera de 10 km en Arizona, y estaba cada vez más emocionada. Hacía un par de años que corría, y se había convertido en algo que realmente me encantaba hacer. Todos estábamos ansiosos por la carrera y entrenamos durante meses antes de ella.
Finalmente, llegó el día tan esperado. Nunca antes había corrido 10 km, y pensé que esta sería una buena oportunidad para ver si mi entrenamiento de invierno daba resultado.
Cuando comenzó la carrera, me sentía fuerte y rápida. Sin embargo, aproximadamente después de un kilómetro y medio, comencé a sentirme cansada, me dolían los músculos y empecé a preguntarme si podría terminar la carrera, y ni que hablar de terminarla en un buen tiempo. Estos pensamientos se metieron en mi cabeza y comenzaron a afectar mi marcha.
Fue entonces cuando decidí orar. He sido Científica Cristiana toda mi vida, y he aprendido que siempre puedo recurrir a Dios en momentos de necesidad. Comencé a orar recordándome a mí misma que Dios estaba conmigo, y que no estaba haciendo esta carrera sola. Dios es la verdadera fuente de toda mi energía y actividad.
También pensé en las primeras líneas del Himno 148, del Himnario de la Ciencia Cristiana:
No teme cambios mi alma
si mora en santo Amor;
segura es tal confianza,
no hay cambios para Dios.
(Anna L. Waring, trad. © CSBD)
Me di cuenta de que, dado que vivo y me muevo en el Amor, que es otro nombre para Dios, no puede haber un momento en que el dolor esté presente, porque la fortaleza, la gracia y la perfección están siempre presentes, siempre son expresadas. Y eso no puede cambiar; la perfección de Dios es constante y omnipresente.
Pensar en estas ideas hizo que dejara de enfocarme en cómo me sentía físicamente y que estuviera consciente de Dios y Sus cualidades. El dolor y la fatiga disminuyeron, y pude correr mi carrera con fuerza y velocidad.
Sí, mi entrenamiento físico definitivamente ayudó. Pero estaba más emocionada por descubrir que realmente fue mi entrenamiento espiritual lo que marcó toda la diferencia. Y como desde entonces he participado en otras carreras, estas ideas me han seguido apoyando, especialmente en la “carrera” del bachillerato, cuando he sentido que el estrés de todos mis estudios académicos y actividades comienzan a abrumarme. Ahora sé que Dios siempre está aquí, y me da gracia y fortaleza para superar cualquier desafío que pudiera enfrentar.